Era un día normal. Un día laboral normal. En el bullicio suave de un restaurante elegante al mediodía, Mariel y Basil compartían un almuerzo tranquilo, disfrutando de la compañía el uno del otro luego de un día de trabajo. Como cada día, al menos de lunes a viernes, ellos dos almorzaban allí, no era un lugar cercano al trabajo, tampoco era el mejor restaurante, pero desde que Mariel probó ese lugar ya que no quería ir a otro, a Basil no le importaba, pese a que ya habían probado todo lo que estaba en la carta. Mariel todos los días pedía lo mismo, Basil no entendía cómo es que podía comer siempre el mismo plato, pero lo hacía. Al menos en las noches él la obligaba a tener más variedad en su alimentación. Mariel siempre había sido una mujer muy sensible, pero con el embarazo lo era