- Ya que sabes cuáles son los favores de Hades, supongo que tu curiosidad hacía a mí, habrá disminuido. – dijo Hades con una gran sonrisa apegada en su rostro, mientras miraba a Perséfone. Ambos estaban en su oficina y Hades se encargaba de que Perséfone no tuviera ninguna duda con respecto a sus favores. - Sí, ya no tengo por qué tener curiosidad, con esto lo he visto todo, por creíble que parezca, amo Hades. – respondió Perséfone, ante su comentario. - ¡Estupendo! ahora continua con tus labores. – Hades señaló la puerta para que se retirara y Perséfone se alejó de su vista. La tarde continuaron trabajando con normalidad hasta que fueron a la mansión, comieron en total calma y fueron a sus habitaciones. Hades esperó pacientemente a que ella se durmiera por completo. Cuando la luz de