¿Alguna vez haz pensando en todo lo que se debe hacer para volverse famoso? ¿Alguna vez haz pensando y deseado algo tanto que parece imposible que algún día llegue? ¿Alguna vez haz sentido que eres un completo fracaso y tu vida es un completo desastre?
Pues si no lo has sentido o pensando alguna vez, felicitaciones, eres de las pocas personas afortunadas en la vida o tal vez un completo farsante, sin embargo, esa no es mi historia. Mi nombre es Sofía Castell, y llevo desde los cinco años deseando una sola cosa, ser famosa. Parece imposible y lejano, en especial cuando lo único que quieres por más que trabajas no llega, me he presentado a casting para televisión, como modelo, y he trabajado duro en mis r************* , tengo muchos seguidores, pero aun así no logro despegar, no logro ser famosa como otros.
Por momentos siento como si mi vida estuviera condenada al fracaso, todo lo que intento, todo lo que trabajo y nada sale bien, aparte mis padres insisten una y otra vez en que haga una carrera tradicional, que vaya a la universidad, que estudie y haga las cosas que tenga que hacer, para luego conseguir un trabajo en el que envejeceré y moriré.
Sin embargo, por más que lo pienso, no siento que esa sea mi vida, no quiero eso para mí, y pese a todas mis negativas aquí estoy inscribiéndome en la universidad para estudiar una carrera aburrida como contaduría, tal como mi padre. Él quiere que trabajemos juntos, que sea su heredera, que estudie carreras respetadas como las de mis hermanos, el mayor es el medico orgullo de la familia, mi hermana es arquitecta y yo, yo, así como van las cosas, seré contadora, que cosa más aburrida.
Cuando veo mi futuro solo veo números y papeles aburridos, hasta odio las matemáticas, en que momento acepte la propuesta de mi familia, en que momento caí en su juego. Mientras espero en la fila mi turno para inscribirme en la universidad conteniendo las lágrimas recuerdo mi único chance que tuve hace un año para ser famosa, mis padres me regalaron un año, solo eso, un trescientos sesenta y cinco días para que hiciera lo que quisiera, para que descansara y decidiera un futuro, y saben que: fracase.
Faltaba aun un tiempo para terminar mi último año en el colegio, y ese día mis padres me llamaron al comedor, es el lugar donde ocurren las conversaciones importantes de la familia Castell, me senté en la cabecera y ellos me miraban con gesto incomodo, podría decir que un poco de lastima.
— Sofí, hija, ¿Qué quieres estudiar? — pregunta mi madre con un tono de voz apenas audible.
— Mamá, quiero estudiar actuación — digo con voz soñadora.
— Hija eso no es un carrera — murmura mi padre enfurruñado — vas a estudiar algo decente.
— Pero ser actriz es decente — empiezo diciendo alzando la voz — quiero salir en la televisión.
— Eso no es así de fácil, yo he escuchado que las que salen en televisión se revuelcan con todo el mundo y no te hemos criado para eso – dice mi padre enojado – aun eres mi niña.
— Pero quien ha dicho esa mentira — reclamo poniéndome de pie — yo decido con quien tengo sexo, además, ya no soy una niña en ese sentido.
Veo la cara de tristeza de mi madre al escuchar que digo entrelineas que no soy virgen, creo que ese tema de tener un novio con cara de príncipe de cuento de hadas quedo superado hace un par de años, y tener pareja no es algo que me quite el sueño, ahora prefiero la soltería, quiero tener las oportunidades abiertas para mi carrera.
— Hija, ¿ya no eres virgen? — pregunta mi madre con gesto incómodo y en un susurro.
— Mamá, de eso no estamos hablando ahora, quiero una oportunidad, solo eso pido, quiero poder hacer mi sueño, salir en portadas de revistas, ir a fiestas lujosas vestida bonito, no quiero pasar mi vida encerrada en una oficina trabajando todo el día.
— Sofía, lo que tú dices es eso, un sueño, no es real, no es posible, no es algo que vas a hacer fácilmente, deberás estudiar, ir a la universidad, prepararte, hacer cosas de bien… — dice mi padre en un tono incomodo conciliador.
— Pero ser actriz es algo de bien, todos ven televisión — digo en tono de súplica — por favor…
— Te voy a dar una oportunidad – dice mi padre pensativo — solo eso, una oportunidad, un año en donde yo cubriré todos tus gastos, no te pediré nada, pero quiero verte trabajando en tu sueño, y el año empieza una vez te gradúes del colegio, si pasado un año no lo logras, yo decidiere sobre tu futuro, y estudiaras en la universidad…
— Pero papá… — intento refutar, un año es muy poco.
— Es un buen trato, lo toma o lo dejas – dice en tono severo.
— Lo tomo — digo suspirando de forma pesada.
— Solo eso, un año, te pagare un taller de actuación, deberás aprovecharlo bien.
— Yo lo aprovecho — grito emocionada — gracias papá.
— Pero ya sabes, usa bien lo que te damos — dice mi madre — y cuídate mucho.
Y como sabrán no funciono, aquí estoy un año después haciendo la fila para matricularme en la universidad, ¿Qué no funciono? Aun no lo sé, tal vez me falto tiempo, o tal vez soy muy tonta para esto, aun paso las noches en vela pensando que hice mal, o tal vez no hice nada para lograr mi meta.
Cuando llego a casa estoy triste, conteniendo las lágrimas, realmente perdí todo, mi única oportunidad, camino resignada y mi padre al verme desconsolada me abraza permitiendo que me desahogue entre sus brazos.
— Vas a estar bien hija, confía, el tiempo pasa y te das cuenta que los sueños de niña no son las mismas metas de una mujer adulta.
— Pero papá — digo entre lágrimas — es lo único que siempre he querido, y no salió como quería…
— Hija, pero no te has muerto, sigues viva, solo que las cosas cambiaron un poco de forma, ve a la universidad, ten amigos, trabaja por ello, y ponte nuevas metas, eres una mujer hermosa, los hombres estarán detrás de ti, disfruta eso también.
— Pero porque no me entienden, eso no es lo que yo quiero…
— Pero es lo que tienes, y ahora vamos a hacer que funcione, ve a la universidad, disfrútalo, aprende de ello y luego, replanteas…
— Y ya estaré vieja cuando me gradué… — refuto entre lágrimas.
— Si crees que una mujer de unos veintitrés años a cuando termines la universidad es vieja, es porque te falta comprender muchas cosas de la vida, serás joven en ese momento, y tal vez a tus cincuenta, todo es cuestión de perspectivas, y creo que lo mejor es que vayas a la universidad y estudies, no estas lista para tener algo más.
— ¿Me estas castigando? — pregunto en un leve susurro.
— No, no te he castigado desde que eras una niña y era la única forma que obedecías algunas instrucciones básicas, eres una mujer adulta, y los castigos no los impongo yo, todo es cuestión de lo que trabajas en tu vida, de lo que quieres y la forma como te esfuerzas, y tal vez te falto esforzarte más, hacer mejor las cosas y había una regla, una condición, y el tiempo se cumplió y aquí estamos, preparándonos para ingresar a la universidad, y ahora me voy trabajar…
Me quedo sola en la sala de la casa, me abrazo con fuerza las rodillas mientras las lágrimas corren por mi rostro, no puedo creer lo que ocurrió, realmente mi padre tiene razón, me falto trabajar un poco más, pero bueno, creo que las puertas no están cerradas hasta que yo las decida totalmente, así que limpio mis lágrimas y subo una historia.