Narra Marcus
—Mi bebé ha vuelto— grita mi mamá tan pronto como entro a la casa. Sonrío mientras sigo su voz hasta la sala de estar, donde está sentada con mi tía Melissa. Ambas mujeres se ponen de pie y se turnan para darme abrazos aplastantes. Al crecer, tuve dos madres en lugar de una. Melissa es la hermana menor de mi papá y ha vivido con nosotros desde que tengo memoria. Ella nunca formó su propia familia y siempre solía decirme que Matthew y yo somos tan buenos como hijos para ella.
Siempre le he estado agradecido. Ella y mi mamá son las mejores amigas y Melissa la ha ayudado en los peores momentos. Siempre están ahí la una para la otra.
—¿Has acumulado algo de músculo extra?—Melissa pregunta, ahuecando mi bíceps.
Me río.
—Siempre dices eso.
—Sí, pero te juro que tu camisa está a punto de rasgarse. Sigues haciendo ejercicio en lugar de trabajar con una mujer—dice con un guiño.
Niego con la cabeza.
—Ni siquiera me voy a molestar en desempacar eso.
—Iré a buscar a tu hermano —menciona mi madre.
Mi tía coloca su mano en mi mejilla. Tiene que ponerse de puntillas para hacerlo ya que soy más alto que ella. Cada vez que la veo, veo a mi papá. Tienen los mismos ojos azul oscuro y sonrisas fáciles. Su cabello es corto y rizado, n***o azabache, como el de mi papá. Siempre solía hablar sobre cómo Matthew y yo obtuvimos todas las características de mamá (su cabello castaño, sus ojos verdes), pero Matthew se parece mucho a él y, a veces, lo veo en mí mismo.
—¿Cómo está mi bebé más grande?—Melissa pregunta.
—Tía Mel, hablamos de esto. No puedo hacer que mamá deje de llamarme bebé, pero tú tampoco. Soy un hombre —me quejo.
—Eres un hombre cuando te digo que eres un hombre— afirma, inclinándose lejos de mí.
Mete las manos debajo del jersey de cachemir n***o que lleva puesto. Hace un poco de frío hoy y ella realmente odia el frío. Su atuendo consiste en mallas blancas, el suéter y una bufanda alrededor de su cuello, lo cual es excesivo en este clima para la mayoría de las personas normales, pero Melissa no es una persona normal.
—¿Y cuándo va a pasar eso?— pregunto con una sonrisa, un
aunque ya sé cuál será su respuesta.
—Cuando traigas a una mujer a casa—dice.
Mi mamá habla antes de que pueda decir algo.
—En serio, Marcus, tu hermanito se casará antes que tú.
—Esto no es el siglo XIX, mamá, no importa quién se case primero—le digo.
—Además, si estás esperando a que Marcus se case, mamá, probablemente estarás esperando hasta que tengas como ochenta años—interviene mi hermano, entrando en la sala de estar con su prometida a cuestas.
Carolina es una mujer hermosa. Es bajita, de pelo rojo y con ligeras pecas en la nariz. Ella tiene ojos azules y una disposición cálida. Ella es mi tipo de persona, en realidad. Habla poco pero tiene mucha presencia, lo que combina perfectamente con la personalidad ruidosa de Matthew.
—No digas eso—dice mi madre con un grito ahogado. Tu hermano se va a casar antes de la primavera del próximo año.
—Altamente improbable, mamá.
—Te creo, Sam—dice la tía Mel con apoyo.
Me encojo de hombros. De ninguna manera voy a conocer a una mujer y enamorarme de ella en el lapso de un año, y mucho menos casarme con ella. Es casi imposible.
—La cena está lista, Señora Sarmiento —anuncia una de las criadas desde la puerta de la sala de estar. Melissa entrelaza su brazo con el mío mientras todos nos dirigimos hacia el comedor, donde hay un banquete para veinte personas. Es bueno que tengamos mucho personal en la casa.
—Gracias, Sarah— le dice mamá al jefe de cocina mientras todos tomamos asiento.
—Matthew, por favor— le dice Melissa a mi hermano.
Todos juntamos nuestros brazos e inclinamos la cabeza. Si bien no somos una familia demasiado religiosa, nuestros padres se esforzaron por llevarnos a la iglesia los domingos cuando éramos niños. Pero a medida que crecimos, la vida se volvió más ocupada y simplemente nos alejamos de esa tradición. Mis padres solían ir juntos con mi tía hasta que mi papá falleció. No creo que ninguno de ellos haya ido a la iglesia desde entonces. Matthew se aclara la garganta antes de empezar.
—Gracias, Padre, por el regalo de la vida y por reunirnos a todos aquí hoy. Gracias por la comida, por mi madre y mi tía, y por mi hermano y Carolina. Te pedimos que siempre nos mantengas feliz y nos des muchas más razones para celebrar. Amén.
—Amén—todos coreamos.
No me di cuenta de cuánto extrañaba estar con mi familia hasta ahora. Tener una comida con una conversación fluyendo a mi alrededor me da una sensación de calma. Es bueno saber que siempre tendré esto: un lugar seguro y cómodo para volver a casa. No hay muchas cosas permanentes en mi vida, pero mi familia siempre será una.
—Carolina, ¿has tomado una decisión sobre el apellido que mantendrás después de la boda?— Pregunto.
Ella sonríe mientras me mira. Es fácil hablar con Carolina simplemente porque es excelente para escuchar y también es muy perspicaz y comprensiva. Pasamos mucho tiempo juntos ya que ella y Matthew viven conmigo en Merendon.
—Sí.
—Llevará nuestro apellido, Carolina Sarmiento — informa mi hermano con una sonrisa.
—No importa cuántas veces lo digas, Matthew, todavía suena raro—afirma Carolina.
—Bueno, creo que suena increíble— dice Matthew antes de inclinarse más cerca y darle un fuerte beso en los labios con la boca abierta.
Les tiro un bollo.
—Asqueroso, Matthew.
Mi tía inmediatamente me arroja uno.
—¿Cuánto años tienes, cinco?
—No tiren comida a la mesa— suspira mi mamá.
—¿Pero podemos arrojárnosla el uno al otro?— Matthew pregunta descaradamente. Ella le arroja un bollo en respuesta. Todos nos echamos a reír.
—Entonces, ¿están emocionados por la despedida de soltero?— pregunta Carolina.
—Diablos, sí— grita Matthew, lo que inmediatamente le gana una mirada de mi madre. Él sabe mejor que maldecir delante de ella. Simplemente gimo ante la mención de la despedida de soltero.
—Creo que una despedida de soltero es justo lo que necesitas, Marcus—me dice mi tía.
—Viajaremos a Las Vegas, y Matthew lo planeó. No hay duda en mi mente de que las cosas se saldrán de control —declaro.
—Bueno, no habría tenido que planearlo si lo hubieras hecho como deberías, imbécil —se burla Matthew.
—Estaba ocupado—le digo encogiéndome de hombros.
—Siempre estás ocupado—dicen todos al mismo tiempo.