Recuperándose del dolor en la pierna, bajó a prisa por los escalones siendo interceptado por las bellas damas que solicitaban una pieza de baile, sonando lo más cortés posible se negó, pues traía prisa, no iba a dejar ir a esa persona misteriosa. La desilusión se reflejaba en los rostros de las hijas de nobles, ser rechazada por un príncipe era terrible. El azul profundo de sus ojos siguieron cada esquina del salón de baile, y por ningún lado había rastro de "Robers". — ¡Maldición! Dijo entre dientes. Sus manos hechas un puño reflejaban su sentir. — Escóndase donde quiera, pero no descansaré hasta encontrarla, usted no ha dicho la verdad. Los ojos verdes, esa delicada silueta que no podía ocultar aún con un traje masculino, hasta el golpe que le dio. Todo estaba claro, y efectivamen