Aprobechandose de él.

2375 Words
ADELANTO. Los flashes de las cámaras iluminan el salón principal del Hotel Continental como relámpagos en una tormenta de verano. Los periodistas, armados con sus libretas y grabadoras, se amontonan frente al podio donde una mujer de porte mediano, pero elegante se prepara para hacer un anuncio que sacudirá los cimientos de la alta sociedad. Miley Rodríguez, vestida con un vestido color marfil que resalta su figura esbelta, ajusta el micrófono con dedos que no tiemblan. Su cabello n***o, recogido en un moño impecable, y sus ojos azules brillantes reflejan una determinación firme. Los murmullos de la prensa se apagan cuando ella se inclina hacia el micrófono. —Buenos días —su voz resuena clara y firme por los altavoces—. Mi nombre es Miley Rodríguez, nieta legítima de Samuel Rodríguez y única heredera del imperio Rodríguez. El silencio que sigue a esta declaración es absoluto, roto únicamente por el disparador de las cámaras fotográficas. Los periodistas intercambian miradas de asombro; todos conocen la historia de la esposa de Benjamín Rodríguez, supuestamente fallecida hace cinco años tras traer el heredero. ¿Por qué dice que es nieta legitima de samuel Rodríguez cuando está casada con el nieto de Samuel Rodríguez? —Durante años, un impostor ha estado sentado en el trono de nuestra empresa familiar sin siquiera llevar la sangre Rodríguez —continúa Miley, su voz adquiriendo un filo cortante—. Benjamín Rodríguez, el actual presidente de Perfumerías Rodríguez, no es más que un bastardo, un recogido que mi abuelo acogió por lástima. Un hombre que ni siquiera conoce la identidad de su verdadero padre. A quince kilómetros de distancia, en el edificio corporativo de Perfumerías Rodríguez, Pablo, irrumpe en la oficina de Benjamín sin molestarse en tocar. Sus manos tiemblan mientras enciende el antiguo televisor Hitachi que descansa en una esquina de la lujosa oficina. —¡Benjamín, tienes que ver esto! —exclama Pablo, girando la perilla hasta encontrar el canal correcto. La imagen granulada, muestra el rostro de Miley en primer plano. Benjamín, cuyo rostro refleja el peso de cinco años de dolor, levanta la vista de los documentos que revisa. Sus ojos se clavan en la pantalla y el mundo se detiene. El bolígrafo que sostiene cae al escritorio con un golpe sordo que resuena en el silencio repentino de la oficina. —Miley... —susurra, y en esa única palabra se concentran cinco años de luto, de noches en vela, de lágrimas derramadas. No escucha las palabras que ella pronuncia, no registra cómo está destruyendo su reputación frente a toda la prensa nacional. Solo puede ver sus ojos, esos ojos que ha extrañado cada día. Su corazón late con tanta fuerza que puede sentirlo en sus oídos, como un tambor de guerra anunciando una batalla inminente. Sin decir una palabra, Benjamín se levanta de su silla y sale corriendo de la oficina, ignorando los gritos de Pablo que intenta detenerlo. Baja las escaleras de emergencia porque el ascensor tardaría demasiado, sus zapatos italianos resonando contra el metal. Cinco años. Cinco años creyéndola muerta, visitando una tumba vacía, ahogándose en el alcohol para olvidar su ausencia. En el estacionamiento, sus manos tiemblan tanto que apenas puede insertar la llave en la ignición de su Mercedes-Benz. El motor ruge a la vida y sale disparado hacia el Hotel Continental, ignorando semáforos y límites de velocidad. Las calles de la ciudad pasan como manchas borrosas mientras su mente reproduce con la imagen de su esposa. En el hotel, Miley continúa su discurso, exponiendo documentos que prueban su identidad y su derecho legítimo sobre la empresa. Los periodistas escriben frenéticamente, sabiendo que tienen entre manos la noticia del año. Ninguno nota la conmoción que se forma en la entrada del salón cuando Benjamín irrumpe, con la corbata torcida y el cabello despeinado por la carrera. —¡Miley! —su voz resuena por encima del murmullo de la prensa, y por primera vez en su discurso, ella se queda sin palabras. Sus miradas se encuentran a través del mar de personas que los separan. El tiempo parece congelarse mientras Benjamín avanza entre los periodistas, que ahora dirigen sus cámaras hacia él. Cada paso que da hacia el podio es un latido más de su corazón desbocado. Miley permanece inmóvil, como una estatua de mármol, mientras él se acerca. Sus ojos azules, que momentos antes destilaban veneno al hablar de él, ahora reflejan emociones que ni ella misma puede entender porque persisten. Benjamín se detiene a unos metros del podio, sus ojos fijos en la mujer que ha llorado durante cinco años. Ve el desprecio en su mirada, registra la hostilidad en su postura. Los flashes de las cámaras se intensifican, capturando cada segundo de este reencuentro inesperado. La rueda de prensa se ha convertido en algo más, en un drama que se desarrolla en vivo frente a docenas de testigos. Miley aprieta los puños sobre el podio, sus nudillos blancos por la presión. Ahí está el hombre que le causó tanto dolor. El culpable de que sus hijas ya no estén con él, el miserable que las abandonó a su suerte, sin importarle si morían. AÑOS ATRAS. En una de las habitaciones más glamorosas del hotel Kings, se encuentra un hombre con el semblante demacrado. Aun cuando está débil su mirada es fría y destella fuego. —¿¡Cómo te atreviste a drogarme!? ¡Eres una imprudente! ¡Juro que cuando pueda levantarme, te buscaré, te encontraré y te haré pagar! Miley, ignora las amenazas de Benjamín. En su mente solo hay un propósito. Es, tomar lo que Benjamín puede ofrecerle en ese momento. Con una toalla envuelta en su cabello húmedo y otra cubriendo su pequeño cuerpo, Miley Rodríguez camina hacia Benjamín. —Benjamín, perdóname por lo que voy a hacer —dice Miley, con una expresión seria. —Miley, ¡no puedes ser más descarada! —Bufa, rabioso porque la mujer deja caer la toalla dejando su cuerpo desnudo para él. Benjamín arde de ira por la osadía de su esposa. Tres años de matrimonio, tres años unidos por un papel y nunca había hecho tal cosa. Hasta ahora, que se ha atrevido a drogarlo y desnudarse delante de él para seguido aprovecharse. Cuando las manos de Miley tocan su cuerpo, Benjamín se siente furioso, pero al mismo tiempo deseoso de ella. Quiere rechazarla, pero a la misma vez poseerla como un maniático hasta hacerla clamar que pare. Jura que es la droga que ella ha puesto en su bebida que lo tiene deseándola de esa forma. Porque él nunca desearía a su media hermana. Jamás. «Horas atrás, Benjamín había ido a buscar a su esposa al hotel donde se estaba hospedando. Pidió a sus hombres esperaran abajo porque no tardaría en regresar. Solamente iría a obligar a su esposa a firmar los papeles del divorcio. Cuando tocaron el timbre de la habitación, Miley fue a abrir. Aún cuando sabía que Benjamín iría a visitarla a pesar de que la noche anterior la corrió de la mansión Rodríguez porque había ofendido a su gran amor: Carola. Se sorprendió de verlo ahí. El corazón de Miley latió con fuerza cuando la figura de Benjamín se introdujo en su habitación. Retuvo el aire cuando acaparó una gran cantidad de aroma que Benjamín dejó al pasar. Dejando salir el aire cerró la puerta y se giró en dirección a su esposo quien contenía una carpeta en mano, con los documentos que Miley no quería ver en su vida. —Fírmalos ahora. Acabemos con este absurdo matrimonio. —El abuelo… —Mi abuelo ya está muerto. No hay nadie más que nos obligue a seguir casados. —Aun no se lee el testamento… —No te preocupes por dinero, que no te faltará nada. Te daré lo que te corresponde. Pero no voy a seguir ningún día más casado contigo —dijo, tajantemente. El corazón de Miley se apretó, y se apretó porque no quería divorciarse. Amaba a Benjamín desde hace mucho tiempo, pero él no la amaba, él la había olvidado. Olvidó que lo salvó aquella noche, cuando lo llevó a su casa y le pidió encarecidamente que se entregara a él cuando estaba agonizando por una droga que le habían dado. Ella le entregó su pureza, pero él solo le respondió con desprecio. Miley observó los papeles del divorcio, sus ojos se llenaron de lágrimas, quería llorar, llorar porque él la estaba abandonando apenas su abuelo había sido enterrado. Pero no lloró, reprimió las lágrimas y dio a rodar su plan. Esperaba que luego de esto, que luego de estar de nuevo en sus brazos, él la recordara. —Está bien, firmaré los papeles del divorcio, pero antes, quisiera que me permitieras hacer un brindis. —¿Un brindis? —Inquirió Benjamín sorprendido, pues no esperaba que ella quisiera realizar un brindis después de que le pidiera el divorcio. —Nunca te he pedido nada, Benjamín. Desde que nos casamos, jamás has brindado conmigo, ni en la boda, ni en nuestros aniversarios —dijo con un nudo en la garganta, recordando los desplante que le hizo en cada aniversario y fecha importante—. Brinda conmigo, por estos tres años —le acercó la copa, la cual Benjamín miró con duda, pues desde aquella noche que lo drogaron, no había vuelto a beber una copa ya servida. —¿Qué quieres celebrar? En estos tres años no hemos sido más que dos personas unidas por un papel, y eso porque mi abuelo me obligó a contraer matrimonio. —Pues quiero brindar por eso —le extendió más la copa, porque Benjamín aún no la agarraba. Este frunció el ceño por lo que Miley estaba diciendo, que quería brindar por esa boda forzada que tuvieron—. Quizás para ti fue un sacrificio, Pero para mí, fue lo mejor que me pasó. Ser la esposa de un Rodríguez, me sacó de la pobreza y me cambió la vida. Ahora ya le encontraba sentido, por ello agarró la copa. La miró, seguido la batió y levantó la mirada cuando Miley dijo. —Salud por mis tres años como la señora Rodríguez —sonrió forzadamente. Benjamín bebió de la copa, pues si eso significaba liberarse de esa mujer, pues lo haría. —Ahora, firma los papeles —dijo al dejar la copa en su lugar. —¿No quieres otra copa? —inquirió Miley llevando la botella. —¡No! —refutó fríamente— lo único que quiero es que… firmes los papeles —comenzó a sentir calor. —Está bien, ¿tienes un bolígrafo? Se acercó y le habló de muy cerca, lo que produjo tensión en Benjamín. —Claro. Buscó dentro del bolsillo de su traje y sacó un bolígrafo para seguido dárselo. Los dedos de Benjamín rosaron con los de Miley, y eso aumentó la tensión. Miley se inclinó para firmar, de pronto se detuvo y lo miró. —¿En serio no me recuerdas Benjamín? Este miró a su alrededor, todo le dio vuelta, empezó a sentirse asfixiado, caluroso, deseoso de la mujer a su lado. Benjamín retrocedió, se dejó caer en la cama, cubrió su cabeza con ambas manos. —¿Qué diablos tenía esa copa? Miley no respondió, fue al baño, se dio una rápida ducha y al salir, encontró a Benjamín tirado en la cama». Al día siguiente, Miley despierta y se encuentra durmiendo sobre el pecho de Benjamín, quien duerme profundamente como si la droga aún pesara sobre sus ojos. Miley no se siente mal por lo que ha hecho, no se arrepiente de nada, pues Benjamín no es su hermano de sangre, solo su medio hermano por el apellido. Miley se levanta sintiendo su cuerpo adolorido. Benjamín la había hecho suya, la había devorado en la cama hasta saciarse de ella. Estuvo fenomenal, haciéndole el amor en cada momento, cogiéndola como un salvaje, destrozándola con cada embestida. Cuando Miley se mira en el espejo encuentra su cuello y pecho llenos de moretones, los cuales cubre con maquillaje luego de un baño. Al salir, Benjamín sigue dormido. El sol aún no sale y ella ya está lista para marcharse. Miley se acerca al velador, agarra el bolígrafo y firma los papeles del divorcio. Es lo que Benjamín le había pedido, que le diera el divorcio, ya que ella no era la mujer que amaba y nunca la iba a amar. Solo se había casado con ella porque su abuelo se lo había pedido, pero ahora que su abuelo ha muerto, no quiere seguir casado con ella. —Benjamín, espero un día puedas recordarme, por consiguiente, perdonarme —musitó antes de salir. Benjamín abre los ojos cuando los rayos del sol pegan en sus ojos. Presiona estos porque siente un profundo dolor de cabeza, es como si la noche anterior hubiera bebido demasiado. Su cabeza aun aturdida trae los recuerdos de lo que pasó en la noche. Al recordar a esa mujer la ira lo invade. Salta de la cama y va al baño creyendo que la encontrará ahí, no obstante, la mujer no está. Ninguna de sus cosas está en la habitación. Benjamín se acerca al velador, donde se encuentra el papel del divorcio. Al agarrar este, nota que el papel ya está firmado. ¡Abusa de mí y se divorcia! Ruge presionando el papel. Seguido llama a su guardaespaldas. Ante el grito este y los demás guardaespaldas corren a la habitación donde se encuentra Benjamín. Al entrar, se dan la vuelta porque Benja, aún está desnudo, y lo que menos quieren es ver a un hombre desnudo. —Esa mujer ¿a qué hora se marchó? —¿De quién nos habla señor? Benjamín fulmina con la mirada al guardaespaldas que habló. Este puede sentir su espalda quemando. —Si se refiere a su esposa, no ha salido, señor. —¡¿No ha salido!? ¿¡En serio crees que no ha salido!? —escupe con irá. —No… no pasó por delante de nosotros. —¿¡Y por eso crees que no ha salido!? Entonces, explícame ¿dónde está?, porque aquí dentro no está —ruge furioso. El guardaespaldas no sabe que decir— ¡Búscala!, ¡encuéntrala y tráela a mí!
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