Capítulo 4: Con solo probar sus labios...

1205 Words
Sentados en la orilla de la cama, volvieron a besarse, pero esta vez, los besos fueron tiernos y dulces. Una vez que paso la llamarada de la desesperación y la necesidad, fue el momento de la paciencia y la contemplación. La d3snudó tomándose todo el tiempo del mundo, explorando su cuerpo, lamiendo, besando y acariciando. Una vez desnud0s en la cama, se metió entre sus piernas y mientras la besaba succionado y mordisqueando su labio inferior, la penetr0 despacio, sintiendo y gozando de cada gesto y cada espasmo, aumentando el ritmo poco a poco, mientras ella abría más las piernas y acariciaba su espalda bajando hasta llegar a su trasero perfectamente esculpido. En un movimiento calculado y fluido, levanto la pierna de ella por encima de su brazo, Diana comenzó a gem¡r más fuerte y a mover las caderas, mientras se aferraba sus hombros por detrás de su espalda y alternaba sus mordidas con los jadeos cuando la tensión se acumulaba y estaba a punto de estallar, grito cuando el orgasm0 la alcanzo y por segunda vez, John termino corriéndose dentro de ella. Se quedo un rato así, entre sus piernas, disfrutando de lo maravilloso que era estar en su interior y besando sus labios dulces. Un momento después, ella se quejó un poco y sus piernas temblaron. —¡Lo siento! —se movió sintiéndose algo estúpido— Creo que me la he pasado disculpándome contigo. —No, yo… no quería que te apartaras, pero mis piernas tiemblan. —Soy un bruto desconsiderado, perdóname. ¡Diablos! ¿Ves lo que digo…? —Sigues disculpándote por todo —le sonrió y lo abrazo. Él se recostó sobre las almohadas y la hizo recostarse sobre su pecho. Diana rodeo su torso con el brazo, le subió una pierna y la acomodo entre las de él, suspirando con satisfacción. Se sentía absolutamente bien, era un momento perfecto, uno que recordaría durante años con añoranza. John estaba acariciando distraídamente su cabello y se estaba adormilando, pero luego se movió, beso su cabello y pronuncio su nombre. —Diana Ferrer Farjat —se volvió hacia ella y comenzó a besarla de nuevo. Diana jamás había tenido tanto sex0 como esa noche. Las sesiones con Iván, aunque eran muy satisfactorias, jamás se sintieron igual y siempre sentía que algo le faltaba, a pesar de que, según ella, estaba enamorada. Fue el único pensamiento que cruzo por su mente, después todo se desvaneció y se perdió en esa dimensión, hasta ahora desconocida para ella. Las débiles luces del amanecer comenzaban a teñir el cielo de un tono rosado y ella a emerger de una realidad que no quería dejar nunca. Jonathan ya se había levantado, podía escuchar el agua de la ducha, cerro los ojos y volvió a abrirlos cuando sintió unos labios traviesos, besar su cuello, sus mejillas y sus labios con adoración. —Tengo que irme. —¿Por qué? —Tengo trabajo que hacer, pero —tardo varios minutos en terminar la frase. Estaba intentando encontrar las palabras precisas para decirle que… todo había sido una enorme equivocación y suplicarle su perdón, pero, no las encontró— Hare todo lo posible para que podamos vernos por la noche. Yo te buscare. —Júramelo. —¡Te lo juro, Preciosa! —Te estaré esperando, John. Sera mejor que regreses. Le lanzo un beso que el correspondió y se fue cerrando la puerta a sus espaldas y con la culpabilidad reflejada en la cara. Mientras avanzaba por el pasillo, su conciencia le gritaba que era un miserable aprovechado y un cobarde. Y por supuesto que era la verdad, porque debió ser fuerte, pero la tentación fue demasiada, sin embargo, en cuanto probo sus labios, supo no era solo una atracción superficial. Era algo más, algo que nunca había sentido antes con nadie, ni siquiera las pocas veces que se había sentido enamorado. Alguien estaba tocando a la puerta, tomo una almohada y se cubrió la cabeza con ella, pero la persona no tenia ganas de irse y siguió insistiendo incluso tocando con más fuerza. Exasperada arrojó la almohada a un lado y se levantó, sus piernas protestaron un poco y sonrió al recordar. Se echo encima lo primero que encontró a la mano, un pantalón deportivo y una playera. Tocaron de nuevo más fuerte y luego escucho la voz de Denise. —¡Abre, Di! ¡Maldición! Sigues igual de floja que siempre. Abrió la puerta y se arrojó a los brazos de su amiga. La cual, la estrechó gritando el diminutivo cariñoso que era el nombre oficial de cada una. —¡De! —una vez que se separaron, su amiga camino por la habitación con un mohín de disgusto. Se veía preciosa con su vestido de líneas clásicas, recto, sin mangas y cuello de ojal. Era color marfil y llevaba sobrepuesta una chaqueta del mismo color, su bolso de diseñador colgaba en un brazo y lo complementaba con unos stilettos exquisitos. —¿Pero que desmadre es esto? Bueno, al parecer, como bien dice la canción, México se lleva en la piel. —No exageres, De… son solo algunas cosas que se desperdigaron de la maleta —se apresuró a recoger todo antes de que le diera un infarto. Su amiga siempre fue algo compulsiva con el orden— Saque la ropa de prisa y… —¿Aun estabas dormida? Pero si pasa del medio día y porque te apresuraste a ponerte la ropa, ¿estabas desnuda? —No, no… yo… —el rubor en sus mejillas la delato y vio como registraba la habitación de arriba abajo en busca de su amante. —¿Dónde está? Quiero conocerlo, bueno… tal vez ya lo conozca. —¿Cómo dices? —iba detrás de ella sin comprender de que hablaba. —Es hijo de un político importante. —¿Qué? —no tenía idea de que estaba hablando, hacia tan solo 24 horas que lo conocía, ¿cómo iba a saberlo? O, mejor aún, ¿Cómo lo sabía ella? —¡Oye, oye, Di! —se volvió para sujetarla por los brazos y captar su atención— Supongo que pasaste una estupenda y mágica noche de sex0 con tu novio, porque, te ves algo… aturdida y tu atención es dispersa, pero… necesito que te concentres ¿sí? Diana movió la cabeza afirmativamente y se fue a bañar, el agua despejo su mente y regreso a la realidad, pero cada cierto tiempo su mente se perdida en los recuerdos. Acompaño a Denise a un almuerzo con las damas e hizo un esfuerzo por inmiscuirse en las actividades del día. Después de acompañarlas a solucionar detalles pendientes de la boda, todas se dispersaron para prepararse para la despedida de soltera. John no la había llamado en todo el día, pero opto por no darle rienda suelta a su imaginación y recordó que le advirtió que estaría demasiado ocupado, sin embargo, le prometio que haría un esfuerzo para verla por la noche. Decidió disfrutar de la fiesta y ya más tarde pensaría en su situación con él. No era tonta, así que, sabía que los encuentros furtivos con extraños podían resultar complicados y había sido su decisión correr el riesgo.
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