Iván todavía tardo en llegar una hora, aun se estaba bajando del taxi cuando le abrió la puerta desesperada. Apenas tuvo de tiempo de saludarla y dejar su maleta cuando Diana ya le estaba contando todo sin siquiera pararse a respirar un momento, solo que estaba tan aturdido que no fue capaz de comprender una sola oración. —¡Oye, oye, oye! —la sujeto con suavidad por los hombros y la obligo a mirarlo— ¿Quieres, por favor, tranquilizarte? —tenía los ojos brillantes de lágrimas y le costaba incluso hacer el mínimo esfuerzo por meter aire a sus pulmones— ¡Inhala!… así, bien… ¡suelta! —intento hablar, pero la obligo a respirar de nuevo— ¡Inhala! ¡Exhala! Por qué no sigues haciéndolo en lo que yo subo a ver a Gabriel, ordenas tus ideas y comenzamos por el principio. Subió la escalera todaví