Narcisista

1562 Words
Keira. Estoy volando entre mil sensaciones que dejan mi cuerpo perdido en un cúmulo de deseo. No siento la dureza del capó del auto contra mi vientre, solo puedo concentrarme en la forma en la que estoy siendo colmada por el pene de Alexandro. Me muevo enfebrecida, deseosa de seguir recibiendo sus embestidas una tras otra. Sus manos se deslizan por mis senos y vientre, hace calor, demasiado; huelo a aceite de motor y no he tomado una ducha desde esta mañana, pero nada me importa que no sea sentir su cuerpo contra el mío y su respiración agitada, cargada y cálida contra mi cuello y oído. Su toque me tiene delirando por completo y deslizándome sin control en un mundo de pasión y erotismo. — ¡Dios! — Alexandro desliza su mano y me empuja más fuerte contra el capó del auto, que se siente algo caliente y duro. Extiendo mis manos contra este, buscando la mejor forma desujetarme, sin dejar de sentirlo en lo profundo de mi interior, mientras me toma de las caderas, levanta mi culo y vuelve a penetrarme intensamente. — Podría morir enterrado en ti, gatita — Detesto que me llame de esa manera. Este pensamiento solo tarda unos segundos en mi mente, hasta que vuelvo a sentirme colmada por su pene y empujada de nuevo hacia el capó. Me levanto un poco y me acomodo buscándolo, mi cuerpo se mueve contra el suyo, a su encuentro, generando un fuerte choque y un sonido que me excita por completo. Mis sentidos se encuentran despiertos y soy sensible a cada caricia, gemido y por sobre todo esto, a su olor que me impregna sin cesar; pero también, mi cuerpo y mis sentidos son sensibles a cada ruido de la naturaleza a nuestro alrededor, al roce del viento y el abrazo del sol y el calor, como si cada elemento se armoniza con nuestro encuentro. Empiezo a ser envuelta por una sensación de calor, como si fuegos artificiales implosionaran en mi interior y crearan dentro de mí, una fiesta de palpitaciones e intensas emociones, que terminan desbordándose sin cauce ni control. Grito y levanto mi cuerpo uniéndolo armónicamente al suyo. Vuelvo mi cara al sentir su mano en mi cuello y mis labios desesperados y anhelantes se pierden en el sabor de su boca, el beso se profundiza y Alexandro gime con una última embestida que introduce una lava espesa en mi interior, mientras sus manos continúan apretando mi cuello y vientre, como si deseara fundirme contra él. Alexandro abre su boca y suelta un fuerte y ronco gruñido contra la mía, para luego deslizarla por mi cuello y al final cerrarla contra mi hombro. Sus dedos se mueven acariciando mi cuello y además del ardor en mi hombro, siento como su cabello, que está un poco largo en la parte delantera, me genera un cosquilleo. Me estremezco y cierro mis manos contra la suya, que rodea y presiona un poco más mi cintura. — No vuelvas a decirme gatita, lo detesto — Le digo cuando nuestras respiraciones aceleradas, empiezan a volver a la normalidad. Seguimos en la misma posición y solo llevo mi camiseta y Alexandro tiene los pantalones abajo. — Hoy estás muy negativa, gatita — Alexandro pasa sus dedos levemente por mi espalda y retira mi cabello hacia un lado y sube mi camiseta; su boca se desliza por mi espina dorsal y vuelvo a estremecerme, contrayendo mis paredes vaginales. — ¡Maldición! — Gime — Vas a matarme, gatita — Siento una sacudida en mi interior. Su pene, que todavía reposa en lo profundo de mi humedad, se tensa y empiezo a ser consciente de como se endurece de nuevo ¿En serio? — Sin embargo, tengo compromisos y debo irme — Adjunta y siento un gran vacío de decepción instalarse en mi vientre. Me deja un último beso en la espalda, sale de mi interior y me vuelve hacia él, tomando de nuevo mis labios en un beso salvaje y exigente. Su lengua se desliza en mi interior de la misma forma en que lo hizo hace algunos momentos su pene; potente, con presión y sin dejar ningún resquicio de mi interior sin ser tocado. — Me encantaría quedarme aquí contigo — Susurra contra mis labios, descansando su frente contra la mía y cerrando sus manos detrás de mi cuello — Desde hoy, tengo dos lugares favoritos, tu cuerpo y este sitio, que será solo nuestro — Es la primera vez que Alexandro me habla de una forma tan íntima y se siente extrañamente excitante y emocionante. — ¿Por qué me haces esto? — Vuelvo a preguntarle, he bajado la voz, hablo igual que él, íntimamente. Necesito su respuesta sincera, sin estar bajo el efecto del deseo o la pasión desmesurada. Alexandro me aleja un poco de su cuerpo, organiza su pantalón y se inclina y toma algo del suelo, levantándose deprisa, y entregándome mi mono y mi braga. Se aleja, saca una fina, hermosa y plateada caja del bolsillo y de esta extrae un cigarrillo y un criquet, lleva el cigarrillo a la boca y lo enciende. Continuo al lado del capó sin vestirme, hipnotiza con cada uno de sus movimientos, parezco una adolescente. — No sabía que fumaras — Le digo y él se vuelve hacia mí y con un gesto me ofrece el cigarrillo. Niego rápidamente con la cabeza, rodeando mi cuerpo con mis brazos como si tuviera frío a pesar del calor que hace. — Y como me encantaría que todo el país no supiera tantas cosas sobre mí — Dice con suavidad, parece encontrarse en un estado reflexivo, mientras continúa fumando. Dudo en acercarme, con él es extraño, porque sé que estoy segura físicamente y que él me protegería, pero la inseguridad y la duda de cómo hablarle o tratarlo son intensas; no sé cómo sentirme con respecto a lo que el siente, a lo que sucede entre nosotros dos y a lo que siento yo. No sé si piensa en mí como en un objeto s****l o como en alguien importante para su vida ¡Todo es tan confuso e incómodo! — Ven, tenemos que irnos — Alexandro apaga el cigarrillo y se mueve hacia el lado del conductor antes de que yo pueda reaccionar y responder a su comentario. Me visto bajo su intensa mirada desde el interior del auto y luego me dirijo al lado del pasajero. — No me has respondido — Dejo mi mano sobre la suya que se encuentra en la caja de cambios, él baja la mirada y observa nuestras manos unidad y retiro la mía de inmediato. — No lo sé, Keira — Levanto la cara y lo miro a sus ojos oscuros y al parecer algo melancólicos — Yo... tendría que estar acompañado a la hija de unos duques, y en lugar de cumplir con mis responsabilidades, estoy aquí, contigo. En una carretera abandonada que en este momento se ha convertido en un lugar idílico para mí — Se vuelve y desliza sus dedos por mi mejilla — No lo sé, gatita — Susurra y cierro los ojos porque siento que mi corazón va a explotar. — No llames así — No sé qué hago aquí, en mis sueños el hombre que me llamaba “gatita” Quería hacerme daño, poseerme. Alejo mi cara de su mano y me vuelvo hacia la ventanilla, no deseo ser solo el recipiente en el que se desfogue cuando tenga ganas o está muy estresado. — ¿Qué quieres de mí? Hace dos días me tomaste como quisiste, durante toda la noche te serviste de mi cuerpo e hiciste con él lo que quisiste; para luego echarme después de follarme contra la ventana de tu habitación — Estoy furiosa con él, pero mucho más conmigo misma por dejarlo que me trate de esta manera — Y como si no fuera suficiente, me envías un mensaje exigiéndome que me aleje de tu hermano. No tengo noticias tuyas durante dos días y luego te presentas en mi trabajo, de nuevo exigiendo, me traes a este lugar apartado de todo para volver a follarme como un poseso — Pierdo el control y grito — ¡No soy tu puta! Y me importa una mierda quién diablos seas ¿Quién diablos te crees que eres? — Soy tu príncipe — Afirma en un susurro. — ¡Y una mierda! — Abro la puerta con ira y me bajo del auto. Sé que en algún momento tendré que volver a subirme y soportarlo durante todo el camino. Estamos lejos del pueblo, en una carretera abandonada y está claro que no conseguiré a un buen samaritano que desee detener su auto y darme un aventón. A pesar de eso, sigo caminando y al final, después de al menos tres kilómetros, sigo esperando ver acercarse al auto del estúpido del príncipe Alexandro. — En serio que es un imbécil y yo lo soy más, porque en lugar de dejarme envolver por las cálidas manos del príncipe Nilo, que es la cosa más tierno y hermoso que existe, vengo a entregarme como una perdida, a un príncipe autoritario, egocéntrico y narcisista que además me llama gatita ¡Mierda! ¡Si no estoy en un puto cuento de hadas! — Grito cuando veo pasar su auto por mi lado a toda velocidad.
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