¡Vámonos!

1781 Words
Me observo frente al espejo y me prometo internamente no volver a llorar y dejar de tenerme lástima por mí misma. Alexandro no me ha llamado o escrito y con su indiferencia he podido comprobar que su madre tenía razón, él muy imbécil no tuvo los pantalones para pedirme que me fuera de su habitación y del castillo y envió a su madre. La humillación que sentí todavía me corroe y a pesar de que lo último que me interesa es ser parte de una carrera de autos ilegal, Mara me ha convencido para que vayamos juntas. — Oye entiendo que vayamos a perdernos en un mundo oscuro y tenebroso, pero al menos podrías ponerte un poco de color, de brillo — Me dice. Mara lleva un pequeñísimo y escarchado vestido plateado y unas vertiginosas botas negras hasta las rodillas. — Sabes que no podrás caminar con eso en la pista ¿Verdad? — Le pregunto. — Estoy en mi terreno, por supuesto que podré hacerlo — Sonrío ante su comentario y observo mis pantalones de mezclilla y mi camiseta negra. — Keira, hace mucho calor. Deberías ponerte un vestido, no voy a enojarme porque sea n***o — Vuelve a decirme. Después de la tormenta de verano que tuvimos, el calor se ha vuelto insoportable. Reflexiono sobre su consejo y me dirijo al armario de donde saco un vestido de tiras n***o que nunca me he puesto y que se ajusta a mi cuerpo. — ¡Oh por Dios! ¿De dónde has sacado esta preciosura? — Me pregunta Mara quitándomelo de las manos — ¿Te lo imaginas en rojo? El vestido es muy sencillo y recto, con dos bolsillos delanteros que crean un efecto embobado a la altura de las caderas, sin embargo, no entiendo lo que Mara le ve de precioso. Me pongo el vestido y vuelvo a mirarme en el espejo, no es mi estilo, todavía no estoy convencida de llevarlo y tengo la impresión de que si me inclino un poco, se me puede ver todo. — ¡Me encanta! ¡Vamos! — Mara se levanta de mi cama y en ese momento escuchamos el sonido de mensaje de mi teléfono — ¡Oh por Dios! No me digas que es el príncipe Nilo que vendrá a recogernos en uno de sus majestuosos coches ¿Crees que él iría a una carrera ilegal? — Nilo y yo no hemos hablado desde la noche de la fiesta. Le inventé una estúpida excusa y le hice creer que había vuelto a casa temprano porque me había dado un fuerte dolor de cabeza en la fiesta y que había aprovechado para regresar con Jess. Le dije que quería descansar este fin de semana y que lo llamaría, así que espero que no sea él. Sin contestar a la pregunta de Mara, reviso mi teléfono y contengo la respiración cuando leo el mensaje que aparece en la pantalla. Siento como si la sangre en mi cuerpo ardiera y estuviera en ebullición ¿Quién diablos se cree este estúpido? Le respondo. No quiero verlo. Soy una idiota, por supuesto que me está vigilando. — ¿Va a venir? — Levanto la mirada y observo a Mara, sin entender de lo que me está hablado — El príncipe Nilo, parece que estuvieras discutiendo con él — Frunzo el ceño. Escribo y tengo toda la intención de hacerlo. — ¡Vámonos! — Tomo a Mara de la mano, cojo mi bolso y salimos de mi casa. Un Ranger Rover n***o se encuentra estacionada frente a mi casa ¡No podía ser más obvio! — ¿Nilo ha enviado por ti? ¡Qué lindo, amiga! En realidad tienes mucha suerte — Empiezo a cruzar la calle hacia donde se encuentra el auto. Observo como el conductor, un poco nervioso, sale del auto. Mi teléfono vuelve a sonar y leo el mensaje. Mi cuerpo se estremece al leer ese apelativo, le pedí que no me llamara de esa manera porque de inmediato pienso en ella, en Serena y el miedo me embarga, debo alejarme de él. le Respondo antes de subir al auto. Mara le dice al conductor a donde nos dirigimos y como si estuviéramos en medio de una película, observamos como otro hombre vestido elegantemente se sube al lado del conductor y otro Range Rover nos adelanta ¿Qué diablos? — ¿Ellos vienen con nosotros, Keira? Pero si te tratan como una princesa — Aprieto mis manos y siento como las uñas se me entierran en la palma de estas ¡Voy a matarlo! Me llega su nuevo mensaje y aprieto las manos con mucha más fuerza. Solo estoy provocándolo, no tengo un auto para correr y está claro que ya no puedo ser la copiloto de Jazz, además no sé si vaya a participar esta noche. — Keira ¿Te imaginas si pudieras correr? Siempre he pensado que eres la mejor, lástima que no tengas un auto — Me dice Mara y de inmediato la abrazo y la beso en la mejilla. — ¡Eres una genia! — Le digo y de inmediato ordeno cambiar nuestro rumbo, si el señor príncipe no quiere que yo corra, le tocará ir a impedirlo. Lo que por supuesto no podrá hacer, un príncipe no podría ser visto en una carrera ilegal de coches. — ¡Estás loca, Keira! Y me has despeinado — Mara se arregla el cabello, mientras yo observo el último mensaje que me ha enviado el príncipe. Envío el mensaje en el momento en el que nos detenemos frente al taller. — Pásame las llaves — Le pido a Mara, que me mira un poco confusa. — ¿Qué hacemos aquí? — Me pregunta, mirando por la ventana la desolada calle. — Querías que corriera ¿No? — Ella abre los ojos y aprovecho su descuido para tomar las llaves que siempre lleva en su pequeño bolso — ¡Vamos! — Salgo del auto y me vuelvo a mirar a los dos autos que nos acompañan — Gracias, chicos — Les digo guiñando un ojo y abro la puerta del garaje. — Keira ¿Qué estás haciendo? No puedes llevarte un auto de aquí, papá va a matarte y luego va a matarme a mí y estoy muy joven para morir — Conozca la clave del compartimiento donde se guardan las llaves de los autos, busco las del Cámaro de Alexandro y activo la alarma — ¡Oh por Dios! No puedes llevarte ese auto, Keira, mi padre no solo va a matarme, va a torturarte durante días hasta que le ruegues que acabe con tu vida y de paso con la mía — Me detengo y miro a Mara. — Tienes que dejar de ver tantas películas de baja calidad — Le digo activando la gran puerta del garaje — ¿Vienes o no? — Le pregunto antes de subir al auto, cuando la puerta abre por completo, puedo ver a los garullas del príncipe observando lo que yo hago desde el otro lado de la calle y a un auto deportivo estacionandose al frente. ¡Perfecto! Al parecer el príncipe quiere jugar. Arranco el coche y me deleito con el ronco, poderoso y vibrante sonido del motor ¡Precioso! — Keira, el príncipe Alexandro, ha venido por su auto — Me dice Mara con la voz cargada de pánico. — Ponte el cinturón, Mara — Le digo y acelero mientras observo a Alexandro caminar hacia el taller con sus brazos tensos. — Keira, va a matarnos — Escucho el suspiro de Mara. Deslizo con suavidad el Cámaro fuera del taller y bajo la ventanilla cuando me encuentro a la altura del perfecto y maravilloso cuerpo de Alexandro. — Lindo auto, su alteza. Gracias por prestárnoslo — Le digo, antes de tirarle un beso con mi mano izquierda y acelerar a fondo, girando en la esquina para tomar la ruta rumbo a la carretera abandonada. Escucho el sonido de mi teléfono que he dejado en mi bolso. Estoy segura de que es él, pero no voy a contestarle, debo concentrarme en conducir. — Keira, no puedo creerlo. Desde que te caíste por el puente has cambiado mucho. Ahora no será mi padre quien va a asesinarnos, será el príncipe heredero y seguro que él sí que conoce métodos de tortura inimaginables ¿Por qué tienen que pasarme estás cosas? — Se queja Mara. Dejo de escucharla y observo mi espejo retrovisor, nadie me sigue. Cierro mis manos con fuerza contra el volante y siento como mis ojos empiezan a humedecerse. Por supuesto que no iba a salir tras de mí, no iba a arriesgar su posición por una mecánica a la que se coge en su tiempo libre y mucho menos, iba a seguirme hasta una pista donde se están llevando a cabo carreras ilegales ¡Qué idiota soy! Parpadeo, porque no pienso llorar por un hombre que no merece una sola de mis lágrimas. — Mara, no te preocupes. He hablado con Nilo y él va a encargarse de hablar con su hermano — Ella suspira aliviada ante mi mentira y yo solo quisiera contarle todo lo que me está sucediendo. Que no tengo nada con Nilo, que me he acostado en repetidas ocasiones con el principe heredero Alexandro y que sin quererlo me he convertido en su amante. Quisiera decirle que no puedo dejar de pensar en él o de desearlo a pesar de que acaba de comprometerse con la heredera al ducado de Luxemburgo. Quisiera decirle que he llegado tan bajo, que la noche en la que anunciaban su compromiso, yo me perdía en el placer de sus brazos durante horas, creyendole todas sus promesas y mentiras ¡Qué ilusa! — ¿Estás segura que todo estára bien? — Me pregunta Mara. Suspiro y me vuelvo a mirarla, me empieza a fastidiar con sus preguntas. — Todo está bien. Si te fijas, nadie nos sigue — Aprieto mis manos con fuerza contra el volante y no puedo evitar la traviesa lágrima que se desliza por mi mejilla ¡Corre, Keira!
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