Una habitación

1525 Words
—Hay algunas reglas más, que quiero que sepas − Nathan soltó su mano y arqueó las cejas. —¿Reglas? —Si – él se recostó contra la silla de cuero, color n***o – No tienes permitido ir a mi habitación, no muevas mis cosas, no ensucies mi estudio, y los elementos de las habitaciones no se pueden cambiar entendido, ¿verdad? Ella estaba anonadada. ¿Qué se supone que podía hacer? ¿Acaso debería quedarse en un rincón sin moverse por el periodo de un año? —Entiendo − Valentina asintió en completo estado de schok. Valentina, ten más cuidado con los tratos que haces. Te has casado con un lunático Nathan observó la expresión disgustada en su cara, probablemente ella debe estar insultándolo interiormente. La razón por la que le dio esta serie de reglas es porque no hay necesidad de que ambos conviertan esto en un verdadero hogar. Su contrato tiene fecha límite, no deben correr el riesgo de equivocarse. —¿Tienes algo que decir? —No, no nada en absoluto – Ella negó con la cabeza. ¿Quién se atreve a cuestionarle? Si lo hace, entonces debe estar loca. Nathan asintió con satisfacción, se dio la vuelta y agitó la mano para indicarle a Valentina que saliera. Ella exhale el aire que había estado conteniendo y salió lentamente. Camino hacia la sala y se sentó con las piernas cruzadas en el sofá, encendió la televisión y se relajó para ver su programa de variedades. —Ja, ja, ja —Valentina estaba tan inmersa en el programa de televisión que no se percató de que su risa era estridente – Ja, ja, ja. Puede que sea demasiado relajante, ella casi olvidó que está en la misma casa con su jefe. —¿Puedes apagar ese maldito televisor? − Nathan salió del estudio con una expresión molesta. No le gusta el ruido mientras trabaja − En el futuro, cuando trabajo, no se te permitirá ver la televisión o hacer ningún tipo de ruido. —¿Ah? − Ella dejó caer el bocadillo que sostenía, le tomó mucho tiempo procesar sus palabras —Está bien. Los ojos enojados de Nathan, miraron a Valentina con molestia, se dio la vuelta y cerro la puerta de golpe para volver a entrar al estudio. Valentina palmeó su acelerado corazón, y regresó de puntillas a su habitación." ¿Señor, que hice? —Este hombre, verdaderamente da miedo ¿Quién se molesta, por un maldito televisor? Valentina no pudo evitar preocuparse por su futuro. Si esto logro enfurecerlo ¿Qué otra cosa podría hacer ella, que logré cabrearlo? Pensando en esto, salió corriendo de la cama y sacó el contrato. Está escrito de forma clara y sencilla que si la Parte B incumple el contrato, los daños liquidados serán el doble de todos los honorarios pagados por la Parte A la Parte B. ¡Maldita sea! Realmente estoy jodida. —! Asschh! – ella, se dejó caer en la cama lanzando maldiciones. —¡Es tan cruel! ¡Con razón es el presidente! Pero no puedo retractarme ahora, ya me he vendido por completo. Solo finge, dale tu cara sonriente y ayudarás a tu madre con su tratamiento. Valentina miró hacia el techo y suspiró, de nada valía quejarse ahora. No se puede recoger la leche derramada Con ese pensamiento, se quedó dormida. Nathan, trabajo hasta altas horas de la noche, una vez que termino se dirigió a la cocina para prepararse una taza de café. Al pasar por el dormitorio silencioso, vio un pequeño rastro de luz a través de la Puerta, era una luz tenue que salía de la habitación, de ella. —¿Valentina? – pregunto él, mientras estaba de pie en la puerta sosteniendo una taza de café. No hubo respuesta. —¿Estás dormida? − Nathan miró su reloj y eran poco más de la una de la mañana. Empujo suavemente la puerta, para echar un vistazo. La única característica del dormitorio de Valentina es su simplicidad, mirando hacia la cama Nathan, casi escupe el sorbo de café en su boca. Valentina dormía, estaba en forma desigual en la cama, con un trozo de papel en la mano, la mitad de su pierna colgaba del borde de la cama, su pijama se subió, dejando a la vista unas piernas torneadas y esbeltas, su largo Cabello rubio ocultaba su rostro sobre la almohada. Su cuerpo reaccionó. Apago apresuradamente la luz y cerro la puerta, estaba desconcertado con esta escena, no entendía las reacciones de su cuerpo y mucho menos esa gran carpa que se ha formado en su entrepierna. Él ha visto muchas mujeres, pero ninguna hizo que su cuerpo reaccionara de esa manera. Por otra parte, se siente afortunado y orgulloso de su decisión. Ella es la mujer adecuada, una que no sea molesta, ni desagradable, no pegajosa y capaz. Esta es su esposa ideal, una buena esposa que no le causará problemas. Tomando un sorbo de café, caminó rápidamente de regreso a su habitación. El primer rayo de sol de la mañana brilló en la habitación. Valentina caminó para cepillarse los dientes con ojos somnolientos. Nathan regresó de los ejercicios matutinos llenos de energía. —Buenos días − tan pronto como Nathan entró a la cocina, saludó a Valentina. Ella bostezó y dijo vagamente —Buenos días … —Prepara el desayuno y llámame – Estaba sudado después de una ronda de ejercicio, caminó hacia el baño con una toalla. —¿Ah? − Valentina estaba medio dormida. De hecho, no escuchó lo que dijo Nathan en absoluto, camino hacia su baño, despreocupadamente. Cepillo sus dientes, lavó su cara y se dio una ducha vigorizante. Luego se cambió de ropa y se maquilló sutilmente. —¡Perfecto! − sonrió con confianza en el espejo, salió del dormitorio con dirección hacia la puerta, tomo el pomo y estaba a punto de abrir para irse. —¿Y mi desayuno? – Nathan, pregunto detrás de ella. —¿Eh? ¿Desayuno? —Valentina lo miro confundida − ¿Cuál desayuno? Él, la miró fijamente con su rostro oscurecido. —¿Qué.. Qué pasa? − tartamudeó la chica asustada, por no decir nada de la baja presión de aire alrededor de Nathan. —¿Qué pasa? − Nathan torció los labios y dijo − ¿Dónde está mi desayuno? Los ojos de Valentina se agrandaron, parpadearon y rápidamente repitió − ¿Desayuno? ¿Cuál desayuno? ¡Todavía no he desayunado! ¡No sé nada de tu desayuno! Nathan se atragantó con su ira. ¿Es posible que se haya equivocado? Respiro profundo para calmar su disgusto y se masajeó las sienes buscando las palabras que menos hirientes fueran para ella. — ¿Es por qué no está en el contrato? Valentina, lo hiciste a propósito ¿verdad? ¿Estás enojada conmigo? ¡Está bien, muy bien! Después de decir eso, recogió la chaqueta del traje en el sofá y cerró la puerta en la cara de Valentina. ¿Qué demonios, acaba de pasar? Valentina estaba desconcertada, que se quedó inmóvil, solo para escuchar el golpe de la puerta cerrarse, de repente las palabras aparecieron en su mente. “Prepara el desayuno y llámame.” —¡OMG! − ella recordó, las palabras que Nathan le había dicho más temprano e instantáneamente se regañó. —Se acabó. Es el fin. Ella salió corriendo, para perseguir a Nathan, sosteniendo su bolso. —¡Presidente! ¡Presidente! Cuando bajo del apartamento, el coche de Nathan acababa de arrancar. Haciendo caso omiso de los gritos de la persona detrás de él, Nathan resopló con frialdad, sentándose en el auto y dejando a Valentina muy atrás. —¡Mierda, mierda! – gruñó y salió corriendo del conjunto residencial para tomar un taxi. Afortunadamente, tuvo suerte, así que detuvo a un taxi de inmediato y le indico la dirección. —Grupo Mercer, por favor. Ella lamenta su estupidez y se culpa a sí misma, todo iba bien y ahora causó problemas el primer día de su matrimonio falso, pero matrimonio. —Llegamos, señorita. —¿Cuánto es la tarifa? —Veinte libras. —Oh, gracias, señor – saco un billete veinte libras, y su corazón estaba sangrando. Normalmente, toma el autobús y dos libras son suficientes, pero hoy cuesta diez veces. La vida es tan cruel, muy cruel... Valentina bajo del taxi y corrió hacia la cafetería de la esquina, para comprar el desayuno. —Chica, has llegado más temprano hoy —La anciana que vende dentro, la saludo amablemente. —¿Todavía son cuatro libras? − Valentina sonrió torpemente, hoy tome un taxi, por eso he llegado más rápido, abuela. —Hoy te pediré dos servicios. —Ja, ja, ja, bien. —Gracias − Valentina tomó las bolsas de papel y se apresuró a ir a la compañía. —Gerente Miller. — Hola − Al encontrarse con los empleados en el camino, todos la saludaron cordialmente. —Gerente Miller, felicitaciones − Otro empleado le sonrió. —¿Eh? – Valentina se preguntó, porque la felicitaban y camino apresuradamente. Ahorita, la prioridad es consolar el frágil ánimo del presidente Mercer.
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