Resort de nieve, Saint Regis, Aspen, Colorado 2:00 pm...
|Charlotte Dean|
―¡Ahhh, sí! ―Un gemido de éxtasis escapa de los labios de mi esposo, Alexander, mientras alcanzamos el clímax juntos.
―¡Ohhh! ―respondo, cerrando los ojos y disfrutando las últimas oleadas de placer
Estamos en Aspen, celebrando mi cumpleaños número veintinueve desde anoche. La nieve afuera es hermosa, pero nada se compara con el calor del cuerpo atlético de Alexander sobre el mío, y su pene aún profundamente enterrado en mi interior.
Llevamos dos años casados, estoy embarazada, y cada vez que hacemos el amor, nos unimos más. Me siento afortunada de tener a este hombre: un magnate de la moda, adicto al sexo, con ojos azules intensos y cabello negr0 con algunas canas que lo hacen aún más atractivo a sus casi cuarenta años.
Mis padres, que ya no están con nosotros, se equivocaron al desconfiar de Alexander por nuestra diferencia de edad. Solo son diez años, y él ha resultado ser el esposo más cariñoso y apasionado que podría desear. Con paciencia, conquistó mi corazón terco. Me llama su "muñequita rubia" y está emocionado por nuestro bebé, Alexander Jr., que nacerá en cuatro meses.
Miro a mi esposo, deleitándome con la sensación de su cuerpo sobre el mío (Amo eso de los hombres).Su imponente figura de casi cien kilos y metro noventa de estatura me hace sentir protegida y deseada. Luego, acerco mis labios a su oído y le susurro con voz entrecortada:
―Mmm, te moviste muy bien.
Su voz grave y profunda, acaricia mis oídos mientras responde:
―Mmm, lo hago porque tú me vuelves loco, mi princesa. ―Con cuidado, retira su pene de mi interior y se acomoda a mi lado―. Ahora... quiero que te alistes para llevarte a un sitio especial.
Intrigada, me giro hacia Alexander y con una sonrisa, post orgasmica le pregunto:
―¿A dónde nos vas a llevar? El bebé y yo estamos ansiosos. ―Acaricio suavemente mi vientre, donde nuestro pequeño crece día a día.
―Pues no te lo diré. Es una sorpresa ―responde Alexander, levantandose de la cama.
―¡Anda, Alex, dime! ―suplico, formando un mohín juguetón con mis labios, sabiendo lo mucho que le gusta cuando hago ese gesto.
Sus ojos azules brillan con diversión y misterio, negándose a revelar su secreto. Pero... la ansiedad comienza a crecer en mí, preguntándome qué sorpresa habrá planeado mi amado esposo para seguir celebrando mi cumple.
―No ―dice con una sonrisa enigmática, sus ojos azules brillan con un destello de misterio mientras me mira, y aún estoy recostada en la cama, apenas cubierta por las sábanas―. Si te digo, entonces... no será una sorpresa.
Le sonrío y, dejándome convencer por él como siempre en estos dos años de matrimonio, respondo:
―Está bien, amor mío.
Luego, veo que se acerca a mí y me dice:
―Vamos a bañarnos juntos.
―Ok―Le digo, con una sonrisa, mientras lo veo que se acerca, para darme un beso.
Dos horas más tarde...
El tiempo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Mientras me doy los últimos toques para nuestra salida misteriosa, Alexander está frente al espejo, atándose la corbata y me dice:
―Cariño, ya van a ser las cuatro, apresúrate, ya estoy listo.
―Ya estoy lista amor.
Así que, me acerco a él sintiéndome muy elegante y hermosa. Creo que, el embarazo me ha sentado muy bien. Decidí usar un vestido verde que se ajusta perfectamente a mis curvas, resaltando sutilmente mi vientre de cinco meses. Conociendo la excentricidad de Alex, me llevo una lujosa estola de piel de zorro sobre los hombros, como protección contra el frío implacable de las montañas nevadas de Aspen. Entonces, estando frente a él le sonrío y él me dice:
―Uy, pero que hermosa te vez. Muy elegante, me encantas.
―¿Iremos a una fiesta? ―pregunto, con mis ojos brillando de ansiedad y curiosidad.
―Si, pero... antes de ir, te daré una sorpresa ―responde Alexander, con su voz envuelta en misterio, lo cual me encanta.
Mmmm, creo que algo grande se avecina. Por eso, sonrío y trato de no hacerle más preguntas para mantener la sorpresa. Entonces, le digo:
―Está bien.
El chofer del resort, toca nuestra puerta y desde afuera nos dice que el auto está listo. Alexander, le contesta que él conducirá, por lo tanto, yo le pregunto muy asombrada:
―¿Y tú conducirás?
―Sí―confirma él, con una sonrisa amplia adornando su rostro.
―Oh, entonces hoy debe ser todo muy especial porque si vas a conducir, lo es ―comento, sabiendo que a Alexander no le gusta conducir.
Pasaron unos minutos y el viaje en auto es emocionante, lleno de risas y conversación animada. Cuando finalmente nos detenemos cerca de una montaña imponente, no puedo ocultar mi confusión.
―¿Por qué te detienes aquí, amor? ―pregunto fruncida de ceño.
―Porque aquí es donde te daré la sorpresa ―responde Alexander quitándose su cinturón de seguridad―. Ven, vamos.
―¿Aquí? ―pregunto sin poder ocultar mi desconcierto.
Está helado afuera y, de verdad, no vine preparada para salir del auto y caminar sobre la nieve. Traigo tacones. Además, él no me indicó una indumentaria adecuada; él también está muy elegante usando un traje azul oscuro y una gabardina gris.
―Vamos, amor, sal. Ven para que veas la sorpresa ―me dice él, abriéndome la puerta del auto.
No me queda más que obedecerlo y salgo del vehículo. Al hacerlo, mis pies encuentran la nieve crujiente bajo mis zapatos de tacón bajo. Miro a mi alrededor, notando que la nieve lo cubre todo excepto la carretera. Es entonces cuando una sensación de inquietud comienza a crecer en mi interior.
―Pero... cariño, no puedo caminar por la nieve con estos zapatos. Además, estamos en la cima de una montaña ―protesto débilmente.
―Pues yo te cargaré para que tus pies no se congelen amor mío.
Alexander me levanta en sus brazos y yo envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, mientras nos dirigimos hacia lo que parece ser un acantilado. A medida que nos acercamos, el miedo comienza a crecer en mi pecho.
―Amor... esto es... algo peligroso ―murmuro, con mi voz temblando ligeramente mirandolo fijamente.
De repente, veo como el rostro de Alexander sufre una transformación perturbadora. Su sonrisa cálida se desvanece, y reemplazada por una mueca siniestra que me hiela la sangre.
―Sí, es peligroso―confirma Alexander, con su voz ahora fría como el viento que nos rodea―. Te traje aquí porque... quería decirte un secreto.
Mi corazón comienza a latir frenéticamente.
―¿Q-Qué secreto? ¡Bájame, Alex... tengo miedo! ―suplico, con mi voz apenas un susurro.
Agarrándome con una fuerza de la que no puedo escapar, Alexander confiesa:
―Pues... el secreto es que la muerte de tus padres... no fue accidental. Yo mismo la provoqué ―Las palabras salen de la boca de Alexander como dagas afiladas―. Siempre los odié. Me casé contigo solo porque... si me casaba, podía cobrar una herencia y, a su vez, un gran seguro de vida. Tenía que durar contigo, más de veinticuatro meses y fijate, ya se cumplieron.
Al escuchar esto, mis ojos se abren de par en par, horrorizados por las palabras de mi amado esposo. ¿Mató a mis padres y se casó conmigo solo... por un seguro?
En ese momento, mi mente se niega a procesar lo que acabo de escuchar. Logro articular:
―¿Qué?
―Como lo escuchaste―continúa Alexander, con su tono casual contrastando grotescamente con la gravedad de sus palabras y me agarra más fuerte.
Me aferro a la esperanza de que esté bromeando y que todo esto sea una broma de mal gusto. Ya que... siempre él bromeaba con cosas oscuras.
―¿Qué estás diciendo, Alex? ¿Estás... diciéndome otra de... tus bromas?
―No. Jajaja ―se ríe, burlándose, y luego me hace otra confesión―. Y quiero decirte también que... Minerva es mi amante. Todo este tiempo... lo ha sido.
―¿Cómo? ―digo, en un hilo de voz, con mi alma desgarrada por el dolor, ya que, ella era... mi mejor amiga.
―Sí―me sonríe burlonamente y suspira―Ah, debo matarte... por lo tanto, es hora de que... me despida de ti ―dice, caminando hacia el borde del acantilado.
Oh, Dios mío, creo que hay muchas rocas allí abajo. Entonces, empiezo a gritar, esperando que alguien me escuche, porque el pánico se ha apoderado de mí.
―¡No, Alex, qué haces, bájame, bájame por favor!
Comienzo a luchar para tratar de liberarme de su agarre, pero él es más fuerte. Es todo un gigante en comparación conmigo, que soy delgada y algo pequeña.
―Adiós, Charlie. Feliz cumpleaños... me encantó... darte una última cogida. Nos vemos en el infierno.
―¡No, por favor Alex!
Sin embargo, mi lucha fue totalmente en vano porque Alexander me lanza como si fuera un trapo viejo.
―¡Nooooo!
Mientras caigo en picada, el aire helado me corta la cara. Miro hacia arriba, con los ojos llenos de lágrimas, y solo puedo pensar en mi bebé. El suelo se acerca a toda velocidad para tener una muerte… inminente y todo por culpa del hombre con quien me casé y cierro los ojos para... aceptar mi final. Mi madre siempre me dijo:
―Charlotte, nunca sabes con profundidad, quien duerme a tu lado...