En ese instante, tras la impactante revelación, Anna dejó escapar un pequeño jadeo de sorpresa. Sus ojos, se abrieron de par en par, reflejando una mezcla de asombro y preocupación. Mientras tanto, Reinaldo frunció el ceño profundamente. Sus ojos, de un intenso color café, se entrecerraron en una expresión de sospecha y preocupación. «¿No recuerda nada? ¿Tiene... amnesia?» ―pensó Reinaldo, clavando su mirada penetrante en la rubia que yacía en la cama. Anna, con su voz teñida de una mezcla de preocupación maternal y compasión infinita, se inclinó hacia adelante y sus ojos brillaban con preocupación. ―¿No recuerdas nada, cariño? ―insistió, con su voz quebrándose ligeramente, como si cada palabra fuera un cristal a punto de romperse― ¿Ni siquiera una pequeña cosa? Charlotte, sumida en