Capítulo 0

1439 Words
—¡Claro que no! —Lenin soltó una carcajada—, deja de decir tonterías, Eliot. ¡Mira, mira!, es la logia —abrió la boca con mucha impresión. Eliot mostró una ligera sonrisa en sus labios rosados y después dejó salir un suspiro que empañó el vidrio de la ventana del bus. Llevó un brazo hasta la espalda de su prima mientras observaba fijamente como el vehículo pasaba con rapidez por la gran edificación de color mostaza. —¿Viste los signos que tiene encima de la puerta? Es muy raro —dijo Lenin sorprendida. —¿Por qué siempre que pasamos por la logia te impresionas tanto? —Porque nunca había visto una logia desde que me dijiste que esa era una logia —respondió la chica con tono obvio para después carcajear burlonamente. —Antes ni volteabas a verla. —Porque no sabía que era una logia —insistió la joven. Eliot soltó una carcajada y dejó que su prima se acurrucara en su pecho. —No quiero irme, Eliot. Qué rápido pasaron las vacaciones —confesó la chica— y yo que tenía un montón de planes para hacer contigo. —Pero todos los hemos estado haciendo. —Pero yo tenía muchos más. —Será para las próximas vacaciones —dijo Eliot—, vamos, ya llegamos. La pareja se levantó de las sillas y Eliot oprimió el botón rojo de la baranda azul oscura para informar al conductor que se bajarían en la siguiente parada.   Era de noche y toda la familia estaba reunida en la terraza del restaurante familiar. Lenin, bastante emocionada, movía una mesa de madera con su primo para así crear un gran mesón largo donde más tarde su tía pondría el gran banquete. —No puedo creer que el señor House haya vendido la panadería —dijo el padre de Eliot sentado en una silla de madera—. Tantos años que estuvo ese negocio frente a nosotros y ahora ya no lo estará; me acostumbré al olor del pan recién horneado, las personas siempre decían que les gustaba ese olor cuando se sentaban en esta terraza. —¿Y quién compró la panadería? —indagó la madre de Lenin. —Es una gente bastante extraña y pondrán allí una librería, ¿qué persona querrá comprar libros? ¡Esta es una calle donde hay sólo puestos de comida!, el señor House es un tonto. —Una librería iría bien, estoy segura que a Lenin le encantará venir a comprar libros allí cuando ya esté funcionando —replicó la señora. Eliot y Lenin se miraron las caras después de escuchar aquella conversación que tenían sus padres, los jóvenes soltaron risas burlonas por lo bajo. —Una librería iría bien —musitó Lenin—, ¡y si quien atiende es un chico súper guapo, mucho mejor! —Ay, Lenin, tú y tus cosas —se burló Eliot. Aquella noche era iluminada por las estrellas y la luna llena. Las dos familias comieron su esplendorosa cena y rieron hasta que se cansaron los músculos de sus rostros. Esa noche fue la última que Lenin pasó junto con su querido primo Eliot. Aquel joven era más que un familiar, lo consideraba su mejor amigo. Un año después: Lenin estaba de pie en el anfiteatro observando a la gran multitud de estudiantes que llevaban al igual que ella birretes en sus cabezas y togas azules oscuras. Era la presidenta del consejo estudiantil, debía ser quien diera el discurso. No tenía problema en hacerlo de no ser por el fuerte dolor de cabeza que la estaba atormentando en ese momento. —Queridos compañeros… —comenzó su discurso. Inspiró profundamente y después dejó salir el aire en un lento suspiro. Lentamente volteó a ver a su derecha donde encontró en un largo mesón a los profesores observándola fijamente con un rostro preocupado. Los estudiantes comenzaron a murmurar sentados en sus puestos, ¿qué le estaba sucediendo a Lenin? Ella muchas veces había hablado en público y nunca se le vio con timidez. Lenin llevó una mano a su frente al no soportar el malestar que estaba teniendo en aquel momento. Pronto todo se volvió n***o y sólo escuchó al fondo muchos gritos, junto con personas que la llamaban. —¡Lenin, hija! —parecía ser la voz de su padre.   —Ella está bien, —explicó el doctor— sin embargo, su hija tuvo un estrés postraumático, y si Lenin vuelve a tener otro, me temo que no podría soportarlo. De ahora en adelante Lenin deberá cuidarse mucho y no estresarse tanto, debe tomar las cosas con mucha más calma si no quiere morir. —¡No puede ser! —soltó la señora mientras llevaba las manos a su pecho. El doctor volteó a ver a la joven que tenía un semblante pálido mientras dormía en la camilla. —Les recomiendo que la lleven a un lugar tranquilo donde ella pueda despejar la mente —sugirió el doctor—. Una chica tan joven como ella no debería tener tanto estrés, deben cuidarla más. —Sí doctor, así lo haremos —aceptó la mujer mientras acentuaba con su cabeza. —Muchas gracias por el consejo —agradeció el padre de Lenin.   Lenin negó con la cabeza mientras se recostaba en su cama. —No puedo, ¿por qué no lo entienden? Comienzo el semestre en la universidad el dos de febrero —dijo la joven furiosa—. Tuve suficiente con estar dos semanas en esa estúpida clínica. —Lenin, ¿cómo haré para que entiendas que en este momento no estás en condiciones para estudiar? —inquirió su padre molesto—, lo que necesitas ahora es descansar. ¡Si vueles a tener otro estrés postraumático vas a morir! La madre de la joven llevó una mano a su pecho asustada por la sola idea de perder a su única hija. —Ese doctor es un extremista, yo no voy a morir sólo por entrar a la universidad. ¿Qué quieren que haga?, ¿qué pierda mi cupo en la universidad después de ya haber pagado la matrícula? ¡Claro que no! Yo pelee ese cupo, me lo merezco, estudié noches enteras para poder tener uno de los mejores puntajes y ganarme esa media beca que me otorgaron. ¡No voy a tener un año sabático! —No debe ser un año sabático, estudiarás en el segundo semestre del año —explicó su madre—. Hija, debes entender que lo más importante para nosotros es que estés bien. Estás muy joven, la universidad no es tan importante como lo es tu salud. Lenin comenzó a enojarse y eso produjo que volviera a tener un fuerte dolor de cabeza. —¿Te volvió el dolor de cabeza? —inquirió su padre preocupado. La joven recostó su espalda en la cama y trató de calmarse. —Estoy bien, estoy bien —dijo.   “No será tan malo tener unas vacaciones, hace mucho que no veo a Eliot, no hemos hablado en meses —pensaba Lenin mientras veía por la ventana del auto—. En realidad, necesito dejar de pensar en clases, la universidad y todas esas cosas. ¿Cómo estarán mis tíos y el restaurante?” Lenin sonrió emocionada al comenzar a reconocer algunas calles de la ciudad y un parque en el que solía caminar junto con Eliot. —Papá, ¿has visto cómo quedó la librería que iban a poner frente al restaurante? —inquirió la joven con voz alegre. —Ah… ¡Esa librería! —dijo su padre mientras echaba una mirada por el retrovisor— se volvió famosa, le va muy bien. La ampliaron hace poco y llega mucha gente allí a comprar libros y leerlos en el mirador que edificaron en el segundo piso. Es un lugar muy bonito. Dicen que en la parte de atrás crearon una pequeña biblioteca un tanto peculiar, eso no lo he visto aún. —Ya puedo ver a Lenin emocionada en ese lugar leyendo —soltó la madre de la joven. —¡Sabía que la librería quedaría perfecta allí! —Lenin dejó salir una risa llena de emoción. El auto de su padre pasó por la logia que a Lenin siempre le causaba curiosidad. Aunque, la chica se sorprendió en gran manera cuando creyó ver a su primo Eliot salir del lugar. —¡Papá, papá, detente! —gritó la joven. El señor detuvo el vehículo bastante intrigado por la reacción de su hija. —¿Qué sucede, Lenin? —preguntó el hombre. Los ojos color miel de la chica veían de un lado a otro por la ventana después de bajar el vidrio. —Hija, ¿qué sucede? —indagó su madre. —¡Me pareció ver a Eliot salir de una logia! —respondió Lenin con tono preocupado— pero… ya no está, ¡estoy segura que lo vi! —¿Una logia? —inquirió su padre—, ¿cuál logia? —¡Esa! —Lenin extendió su brazo derecho a unos centímetros hacia la izquierda. Aunque, la joven se sorprendió cuando vio que allí sólo había un terreno vacío donde unos hombres recogían unos escombros que después echaban en unas carretillas. —Hija, eso es un lote vacío —soltó su padre con voz un poco preocupada. Lenin parpadeó dos veces mientras abría en gran manera sus ojos. —¡¿Qué rayos?! —gritó la joven.          
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