Capítulo Tres: El anillo.

1790 Words
Marynet era una chica encantadora, eso diría la mayor parte de las personas que la conocían, pero muy pocos opinaban que en realidad estaba loca. El por qué tenían esta opinión era debido a que tenía gustos muy particulares. Su vestimenta siempre era estridente, siendo colorida todo el tiempo, y muy aparte de eso, le encantaba dibujar cualquier cosa que le llegara a la mente, de verdad lo que fuera. Una vez estando en clase de literatura, se le ocurrió dibujar a un Shakespeare moderno que estudiara filosofía, por lo que terminó siendo un chico con un estilo hippie fumando un porro, por lo que cuando la profesora le preguntó de qué se trataba, solo pudo sacarla de su clase, defendiendo que en realidad no le interesaba ni lo que ella dijera ni mucho menos graduarse, que no llegaría a nada. Esa vez Hanibell se quedó fuera del aula por haber llegado tarde, de modo que se quedó por los pasillos, como casi siempre que algo así ocurría, entonces al salir Marynet, solo pudieron observar el dibujo hecho con tanta dedicación y deshacerse en carcajadas. "Para mí, está muy acertada tu suposición sobre ese sujeto, era igual de raro que muchos en esta escuela, empezando por Mrs. Leroy" le comentó la ojiazul mientras consumía una bolsita de papas fritas. "Lo sé ¿La has oído hablar sobre la Ilíada? Cada vez que menciona ese poema se queda admirando al vacío con un amor insano, te lo digo yo" le respondió su mejor amiga, riendo también. Momentos como ese marcaban profundamente la relación entre ambas chicas, pero un rumor quiso encargarse una vez de exterminarla, ya que a Marynet le atarían las mujeres mucho más que los hombres, y ya eso la hacía un fenómeno, y todos decían que en realidad estaba enamorada hasta la médula de Hanibell, algo que no era cierto, pero que los demás decidían difundir como si se tratara de una noticia bomba. Para el momento, la chica de cabellos rubios platinados con reflejos en azul cielo le había dicho que no se preocupara por ese tipo de cosas, ya que si en algún momento se volvía realidad, ella sería la primera en saberlo, y no intentaría nada que pudiera dañar su amistad, así que los comentarios de terceros estaban demás, pero dentro de Hanibell algo cambió cuando se dio cuenta de la situación, pues nunca había pensado en ello, aunque la duda se disipó por completo con lo que ocurriría en cuanto a su padre. Marynet esperaba impaciente el paquete que le entregarían en la agencia de envíos, haciendo que su pie se moviera constantemente en un reflejo que no podía evitar cuando estaba ansiosa.   Se hallaba en la recepción de dicho lugar, mirando hacia todas las entregas con curiosidad, queriendo saber cuál sería la suya. Hanibell le pidió que recibiera eso por ella, así que no pudo negarse, y aunque detestaba no poder verla y que hubiera desaparecido de la nada sin una explicación, no la dejaría morir en un momento como ese, en el cual sabía que se hallaba en problemas. La realidad era una perra cuando se trataba de caer en cuenta de ella, pero por suerte, su situación le permitía ayudar a su mejor amiga, en este caso a mantenerse bajo perfil. Huía, eso estaba más que claro, pero no tenía muy claro de qué. Sus cabellos estaban atados en dos coletas altas, simulando ser más pequeña de lo que ya era, pues su edad era bajo el rango de la mayoría, pero haría lo que fuera por la gente a la que quería con tanto ahínco. Firmó y rellenó el formulario que se le entregó por parte de la agencia, como si ella fuera muy grande o estuviera acostumbrada a ese tipo de vida que tenía la gente con dinero, y aunque pertenecía a la clase media alta, no vivía en un pent house de una de las zonas más costosas.  No se codeaba con hombres millonarios o niñas ricas en las fiestas en grandes salones, pero sabía más o menos cómo era la movida y las actitudes que tenían debido a que en la secundaria donde estudiaba, también lo hacían los hijos de las clases más altas. Por los pasillos de la gran edificación se encontraban estos pequeños grupos de chicas que lo único que sabían hacer era verse lindas y hacer dieta, una personalidad tan falsa y alejada de la realidad que le provocaba sinceras náuseas, y no porque ella fuera mejor, porque nadie era mejor que nadie, pero al menos se daba cuenta de que aquello que hacían no estaba bien, por ejemplo humillar a los demás si no tenían los recursos necesarios, ya que allí otorgaban becas a los estudiantes más brillantes para abrirles paso hacia un futuro mejor. Ella tenía un subsidio grande debido a su inteligencia, pero no era becada por completo, así que le ofendía muchísimo que alguien pudiera meterse con los bajos recursos de alguna familia, porque no era solo la persona a la que ofendía sino a toda su generación, y el no tener recursos muchas veces no era por elección propia. Una vez que le dieron el paquete, lo tomó entre sus manos, y aunque esperaba que este fuera más grande, en realidad cabía en la palma de su mano, frunció el ceño debido a esto, pero continuó con su recorrido hacia el auto que manejaba Derick, quien también tenía licencia de conducir. En cambio, a Marynet no le agradaba en absoluto tener que llevar un auto de un sitio a otro, no le veía la ciencia, así que prefería que alguien más lo hiciera por ella. Subió al auto, y entonces el chico de cabellos rizados le preguntó qué era aquello. ─No lo sé, pero creo que Bell no querrá que tú lo veas, esto se supone que es para mí─ le comunicó, por lo que el chico se sintió algo rechazado. ─Entiendo, pero debes saber que si es algo demasiado importante o muy grande, debes hacérmelo saber, es por su bien─ contestó el más alto con la certeza de que si algo le ocurría a alguna de las dos, sería él quien saldría al ruedo a defenderlas. Condujeron hasta la casa de Derick, en donde Marynet se estaba quedando por unos días, pues tenía miedo acerca de lo que pudiera estar ocurriendo. Derick le hizo saber que la razón por la que ella huía se trataba de su padre, pero la chica se negaba a creer nada hasta que la misma Hanibell le confirmara algo. La chica comenzó a abrir el paquete en la habitación de invitados, donde se estaba quedando, pero dejó al chico fuera de esta, haciéndole saber que no podía ver por nada del mundo, ya que quizá era algo muy privado. Él asintió, no muy convencido, pero esperó con paciencia tras de la puerta.  Las manos de la chica abrieron el paquete con todo el nerviosismo del mundo, encontrándose con un plástico de burbujas que envolvía algo delgado, y cuando llegó al final de este halló un teléfono móvil. Lo encendió y enseguida apareció un único contacto registrado que decía Bell. Tragó saliva con fuerza y antes de llamar decidió ver si había otra cosa allí con el móvil. Se encontró entonces con un fajo de billetes en efectivo envueltos en papel seda y un anillo con incrustaciones en color turquesa que parecía en extremo costoso. Adicional a esto, había una pequeña nota que ponía una dirección exacta a la cual enviar esa joya, siendo que el dinero era para el viaje hasta el puerto, ya que enviarían aquello por barco. Marynet se quedó anonadada ¿Todo aquello lo había ideado su querida amiga de toda la vida? ¿Qué era esa joya? Por mucho que pensara de qué se podría tratar todo eso, no pudo encontrar una respuesta, pero dejó a Derick entrar y ver qué era lo que contenía el sobre.  ─Ella quería que fuera sola, por eso me envió todo este dinero─ le habló ella, algo insegura sobre la situación. ─Sabes que no te dejaré ir sola hasta ese lugar, ni siquiera lo conoces─ le comunicó el rizado. ─Tú tampoco lo conoces, genio─ le respondió la rubia. ─Pero dos son mejor que uno ¿No te parece?─ insistió el ojimiel. ─Puede ser, pero la misión debe tener sus riesgos─ expresó la chica. ─Por eso mismo iremos juntos ¿Para cuándo es la entrega?─ quiso saber el chico. ─Mañana por la noche─. Todo eso era nuevo para ambos, pero se encargarían de hacer lo mejor posible y cumplir todas las instrucciones al pie de la letra. ─Tenemos este poco tiempo para investigar cómo llegar ahí─ le dijo él. Acto seguido fue a su habitación en busca de la laptop, en donde tecleó el lugar al que Hanibell los estaba mandando. Confiaban en ella ciegamente, aunque no supieran de qué iba todo aquello por completo, y de eso se trataba la vida de la chica, un misterio demasiado grande y un espectáculo increíble. Desde que su padre comenzó a actuar de manera errada con su familia en las fiestas familiares, todo se había convertido en un caos tremendo, dejando a todos en un estado de tensión que no era recomendable para nadie.  Al insertar el lugar, se dio cuentas de que estaba a cuatro horas de su punto inicial, así que tenían que tomar previsiones e irse temprano si querían llegar a la hora de la entrega. Se verían con dos sujetos, uno vestido de amarillo y el otro de rojo, eso era lo que les habían hecho saber, y aunque era sospechoso, nada más podía hacerse que no fuera confiar en los más allegados. Le mostró a la chica que no estaban muy cerca del punto de llegada, así que lo que hizo ella fue asentir con lentitud, pues aún no comprendía nada de aquello. ─Entonces dices que fue por su padre que se fue sin decir nada, eso no tiene mucho sentido─ comentó la rubia. ─Sí que lo tiene, ese hombre es peligroso, y según lo que se rumorea, es uno de los mayores traficantes de drogas en la ciudad ¿No lo has oído?─ preguntó él, frunciendo el ceño. ─No... Solo sé que es un borracho de primera, apenas y lo vi una vez en el cumpleaños de Bell...─ continuó ella, y se puso a pensar en que si eso fuera cierto, entonces ellos eran cómplices de una prófuga que era perseguida por la gente más peligrosa de toda la ciudad, ellos también se convertían en prófugos. ─Estamos ahora nosotros también hasta el cuello, de modo que solo nos queda seguir adelante, ya no podemos arrepentirnos─. Y vaya que así era.
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