Capítulo Nueve: El barco.

1923 Words
Derick miraba hacia ambos lados cuando llegaron al puerto, y aunque forzó su vista para vislumbrar cuál era la embarcación, no pudo en medio de tanta oscuridad, y la brisa acompañada de llovizna los tenía a ambos temblando, a pesar de que en el día el calor fuera insoportable. Llegaron en la noche, por ello no veían demasiado, sin embargo, estaban haciendo el intento, de modo que caminaban sin rumbo, pero siempre manteniéndose escondidos, ya que no conocían a nadie allí. Buscaban con la mirada a las dos personas con los colores en su vestimenta, solo hasta que tras la luz del faro, lograron ver cómo dos hombres se encontraba de pie mirando hacia la única embarcación allí. Lucían impermeables de colores estridentes, amarillo y rojo casualmente, por eso fue que Marynet le golpeó el hombro repetidas veces al más alto, solo para señalar hacia ambos hombres. A Derick aquello no le generaba mucha confianza, pero tuvo que hacer el esfuerzo de calmarse y continuar con el plan. ─¿Qué te dijo exactamente Bell?─ preguntó una vez más el chico, sin lograr que todo eso tuviera sentido en su cabeza. ─Lo que me dejó bien claro por mensaje de texto, fue que debía hacer algo urgente por ella ¿No te escribió?─ le respondió en susurros la de cabellos con reflejos en azul claro.  ─Claro que lo hizo, pero solo se disculpó, en cambio fue a ti a quien pidió ayuda, eso me parece extraño, y más teniendo en cuenta que yo soy mucho más libre. Ha sido complicado convencer a tus padres de que te dejaran venir conmigo, por eso lo digo─. ─Seguro pensó que nadie sospecharía de mí, y es cierto, hasta ahora no tenemos ningún problema ¿Por qué lo dudas tanto? Ya casi es la hora de la entrega, no podemos echarnos para atrás─ fue la respuesta de la chica, ya un poco alterada de los nervios ─Yo confío en Bell─. ─En ella sí, pero no en estos hombres, todo es demasiado sospechoso como para que sea algo para empezar, legal─. ─Oh, vamos, sabemos que legal no es, pero lo que sea por salvarle el trasero a mi mejor amiga, quizá por eso me lo pidió a mí, eres demasiado testarudo─. Con esto dicho, ella tomó el pequeño paquete y salió del escondite donde estaba junto a Derick, mientras se acercaba con decisión a los dos hombres que señalaba la nota, y cuando llegó junto a ellos, estos tenían un rostro tan serio como si se encontraran en un funeral en vez de frente al mar. ─Yo... Vengo de parte de-... ─La pequeña Laurenti, lo sabemos─ fue lo que dijo el hombre vestido de rojo, mientras que el otro solo se quedó observándola con la misma expresión desde el principio. ─Sí, así es, yo...─ quiso seguir, pero fue interrumpida. ─¿Ha venido tú sola?─ preguntó de nuevo el de rojo. ─La verdad es que-...─ quiso hablar, pero dejó la frase a la mitad sin saber qué decir, solo hasta que unos segundos después escucharon otra voz. ─No, no ha venido sola, no pude dejarla venir en estas circunstancias, temo por su bienestar, a diferencia de ustedes─ comentó de lo más tranquilo el de cabellos rizados que iba con Marynet. ─¡Derick!─ lo reprendió la chica por lo bajo, tomando su hombro con fuerza, pues la había asustado y de paso, no creía conveniente el responderle así a unos hombres tan siniestros. ─¿Qué? Es cierto, ya estamos aquí, no veo por qué debería esconderme─ ─Bien, ya que no ha venido ella sola, es necesario que me acompañen dentro del cargamento, es peligroso que nos vean aquí charlando─. Ambos tuvieron que asentir, mientras la chica todavía tenía en las manos lo que entregaría. Caminaron un par de metros hasta embarcar en la nave de agua, y cuando lo hicieron, la zona de carga estaba muy oscura, sin embargo, los sujetos buscaron algo para ellos, y esta vez fue el de amarillo quien les entregó unos impermeables similares. Aceptaron sin dudarlo y se los colocaron encima. ─Les dijeron para qué venían ¿Cierto?─ fue lo que preguntó el de rojo. ─Para entregar un paquete, es este, me informaron que debía entregarlo a ustedes─ respondió la chica, algo confundida por la pregunta. ─Sí, pero tendrán que hacer ustedes la entrega─ fue la última palabra del hombre, y entonces la zona de carga del barco comenzó a cerrar.  Los chicos quedaron con el corazón en un puño al escuchar aquello. ─Pero ¿Entregar a quién?─. ─Eso no lo sé yo, pero nos han encargado que los dejemos en tierra firme al llegar a la isla más cercana, ahí solo van personas de alta alcurnia, pero tranquilos, sabrán en cuanto los vean que ha llegado el paquete, solo debo informar a mi jefe una vez que estemos allí─ . ─¿Quién es tu jefe?─ quiso saber la chica, tragando con fuerza, sin saber en qué se habían metido. ─Eso no puedo decirlo, pero pueden confiar en que estarán bien, todo será rápido y sencillo─. ─Esperemos que así sea, nos tienen en ascuas─ comentó el de cabellos rizados y ojos mieles. ─Por ahora solo les queda esperar sentados, son unas cinco horas de camino hasta allá─informaron nuevamente, haciéndolos caminar hasta unos camarotes donde habían disponibles dos camas sencillas ─Aquí es donde se quedarán mientras el barco llega a su destino, no podrán salir a menos que quieran ser descubiertos y lanzados por la borda junto a nosotros─. Los adolescentes asintieron aún en shock, pero el único consuelo era que todavía cargaban con ellos el dichoso paquete, uno que siendo tan pequeño les había otorgado ya tantos disgustos. Marynet se recostó en una de las camas manteniendo la caja en su pecho, abrazada a sí misma. Tenían una pequeña ventana desde donde podía apreciarse cómo varios delfines saltaban al ras del paso del barco, algo bastante hermoso de presenciar a esas horas, y eso fue lo que hizo el más alto, queriendo mantener el paisaje en su mente como fuera para distraerse. Cuando los hombres los dejaron solos, se miraron entre sí, sabiendo que estaban en problemas, ya que ni siquiera tenían idea de hacia dónde se dirigían ni con quién tendrían que entregar dicho anillo.  La situación era un tanto crítica, pero nada más podía hacerse para mantener la calma y solo hacer lo que pidió Bell. Entonces una idea brillante recorrió la mente de la chica, pues tomó el celular que le envió su amiga y le dio en llamar al único contacto agendado ahí.  Tras unos largos cuatro pitidos, una voz suave contestó, y entonces Marynet supo que de verdad se trataba de su mejor amiga, así que sus ojos se cristalizaron, llenándose de lágrimas pesadas, tanto que no pudo evitar sorber por la nariz.  Agradecía a todos los dioses que la señal no fuera mala en aquella zona y que por supuesto, su amiga estaba viva. ─Hasta que por fin sé algo de ti... ¿Cómo has podido irte así?─ fue lo que preguntó ella, sonando muy herida, casi hasta perderse en un suspiro. ─Lo siento mucho, Net, pero no sabía cómo decirle esto a nadie, no confío siquiera en mi progenitor ¿Cómo puedo hacerlo en alguien más?─ respondió Bell al otro lado de la línea, sonando un tanto triste. ─No es necesario que lo hagas, lo entiendo, pero me has hecho mucha falta, y ahora con todo esto, yo no sé qué pensar...─ continuó la de cabellos azules. ─Yo también te extraño... ¿A qué te refieres con "todo esto"? ¿Has podido hacer la entrega?─ preguntó desde la otra línea la de ojos claros. ─Sí, pero no estoy sola... He venido junto a Derick─ informó Marynet, sin saber cuál sería la reacción de su amiga al enterarse de que le dijo a alguien más sobre aquello. ─Bien... Me alegra que no hayas ido sola, pero ¿Todo está bien? Creí que algo malo sucedía cuando vi tu nombre en el recibidor de llamadas─. ─Todo está bien, sin embargo, que sepas que ninguna información ha salido de aquí, puedes estar segura─. ─Sí, lo entiendo, ustedes lo son todo para mí, sé que no me traicionarían ¿Ha zarpado ya el barco?─ formuló ella, confirmando que lo que hacían estaba bien. La chica la tenía en altavoz, así que Derick también escuchaba la conversación muy atento frente a ella, mientras le dedicaba una mirada de reproche, puesto que él le dijo que solo la llamaran si se trataba de una emergencia, las cosas que se hablaban por llamada podían estar siendo escuchadas, y aunque se lo advirtió a la contraria, jamás le haría caso estando en sus cinco sentidos, era demasiado terca para existir. ─Sí, ha zarpado hace poco, y aunque todo sea tan misterioso, la vista desde aquí es bonita─ le comunicó el rizado, haciendo que la chica riera al otro lado de la línea. ─No es tan misterioso, pronto comprenderán de qué se trata todo esto, y les agradezco en serio que hagan tanto por mí─. ─No debes agradecer, para eso somos tus amigos ¿Recuerdas?─ insistió Marynet. ─Son los mejores, eso sí. Ahora ya debo irme, pero si surge algo pueden volver a llamar─. ─Al menos dinos que estás bien─ pidió la de orbes oscuras. ─Lo estoy, no te preocupes, sin embargo, no pueden saber en dónde, así que ni se molesten en preguntar─ dijo, sonando seria ─Ahora sí, debo irme. Cuídense─. Tras decir esas palabras, simplemente colgó, dejando al par allí un tanto dudosos, pero más calmados que antes.  Derick tomó asiento en la cama paralela y se recostó con los brazos detrás de la cabeza. ─Deberíamos dormir un poco, no sabemos lo que nos espera al llegar─ fue el comentario de Derick, el cual tuvo sentido. La chica por primera vez le dio la razón y cerró sus ojos, manteniendo el paquete casi adherid a su pecho, solo por si acaso, aunque dudaba que alguien pudiera meterse allí en medio de la noche a robarles sin tener ni un poco de corazón. Pasados unos veinte minutos, yacían los dos en los lechos más que dormidos, de modo que el barco pudo llegar a su destino con una preocupación menos.  Ni una sola vez abrieron los ojos, solo hasta que el par que los recibió los despertó, casi alterados, diciendo que debían bajar ya o sospecharían de ellos. Les hicieron caso una vez más y continuaron con su camino hacia la zona de carga, donde todo empezó, habían varias cajas de contenido muy sospechoso, pero que ni Marynet ni Derick querían averiguar de qué se podía tratar, suficientes problemas tenían ya como para buscarse otros más. Cuando la puerta se volvió a abrir, dejó salir a unos pocos con impermeable, el que parecía ser el uniforme de los trabajadores de allí. Ellos bajaron junto al resto, y entonces allí fuera habían varias personas esperando. Todos lucían asquerosamente ricos, y uno en específico se les acercó a ellos, sonriendo de oreja a oreja, mostrando sus dientes de diamante y oro. ─Son ustedes a los que busco, o mejor dicho, es este mi paquete─ les hizo saber, tomando en sus manos la pequeña caja, abriéndola para confirmar su contenido ─Todo en orden ¿Gustan un buen desayuno, buenas almas? Seguro ha sido un largo viaje─. Aunque ambos tenían la duda de quién era ese hombre, aceptaron la comida sin chistar. Estaba amaneciendo y sus entrañas ya exigían comida.  Solo esperaban estar haciendo lo correcto.
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