Capítulo Siete: Persecución.

1792 Words
Varios días habían transcurrido y aún Bell no tenía noticias sobre Marcus, mucho menos sobre su hermano, algo que le dejaba en constante preocupación.  Luego de haber ayudado a la mujer a escapar de las garras de esa bestia humana, le pidió que por favor alistara sus cosas más básicas y preciadas, siendo que la llevaría con algún familiar o alguien conocido que pudiera brindarle ayuda tras ese ataque en la posada. La señora de cabellos largos y canosos se alistó bastante rápido, para su sorpresa, de modo que supo de su respuesta afirmativa, ella no había querido hablar en mucho rato, desde que ocurrió todo aquello, y tampoco la forzaría a hacerlo. El trauma que un ataque así podía dejar en alguna persona era demasiado grande, y no haría que la mujer hablara si ella no quería, eso sería cruel de su parte.  ─Dígame ¿Tiene alguien que responda por sus señas?─ quiso saber la chica de cabellos cortos, esta vez mucho más platinados que la primera vez que se tiñó, pues el tono le convenció y volvió a decolorarlo, esta vez por completo. La mayor de las dos asintió, y entonces le entregó un papel un tanto viejo y teñido de amarillo por el tiempo en donde ponía una dirección en letras cursivas. ─Pero si eso queda del otro lado de la ciudad...─ comentó ella, abriendo sus ojos como platos. La mujer no le contestó, pero le mostró en una cartera pequeña que tenía varios billetes de alta denominación con ella, en un fajo, luego le señaló las vías del tren que pasaban cerca de allí. Le hizo saber que la estación no estaba muy lejos, pero que podría pagarse un boleto para llegar a su destino. Bell se negó en un principio, diciendo que ella quería cerciorarse de que estuviera a salvo en el lugar donde la dejara, luego la mujer logró convencerla, por lo que se hallaban ambas dentro del auto de la ahora rubia, ella al volante, conduciendo hacia la estación de tren más cercana. Cuando llegaron a esta, se encontraba cerrada, por lo que la mujer se vio asombrada, sin poder creerlo, quiso preguntar cuándo abría, pero el letrero de la entrada decía que abría una semana más tarde debido a reparaciones en algunas de las vías.  La extraña se quedó un momento mirando hacia el frente, como si no pudiera creer lo que sus ojos le mostraban, bajó del auto y corrió hasta la casilla donde se encontraba un vigilante, pero aunque tocó durante unos minutos, el hombre nunca le abrió la ventanilla para que pudieran hablar. A Hanibell le pareció una falta de respeto, por eso bajó también, pero solo para convencer a la mujer de llevarla hasta otra estación de trenes si así lo deseaba, y nada más así fue que la convenció de hacer algo distinto. La mujer mayor se veía cansada y asustada a partes iguales, algo que le preocupaba mucho, por eso la llevó de vuelta al auto y se aseguró de que estuviera en buenas condiciones antes de continuar con el viaje. Cuando se puso en marcha una vez más, supo que tenía que buscar algún mapa o preguntar por indicaciones, ya que no conocía muy aquel lugar, a pesar de haber vivido en este toda su vida. Los lugares eran confusos en su mente, de manera que siguió por donde su mente le pidió, pero no sabía si estaba tomando la dirección correcta.  ─Lo siento por causarte toda esta molestia... De verdad, ha de ser horrible tener que cargar con la responsabilidad de alguien mayor como yo─ le dijo por fin la contraria, tomando sus propias manos mientras miraba por la ventanilla del auto algo nerviosa. ─No es molestia, señora...─ dijo Bell, sin saber muy bien cómo dirigirse a ella. ─Karin, ese es mi nombre─ le informó, con la garganta en un nudo terrible que apenas le dejaba espacio para respirar y continuar con su vida. ─Bien, usted no es una molestia, si la he traído conmigo es porque quiero que esté segura en algún lugar si me voy, no sería capaz de dejarla a merced de la maldad de este mundo, mucho menos luego de lo que presencié en la posada─ le hizo saber, y entonces la contraria le sonrió ladina, pero sin muchas ganas. ... Marcus corría detrás de su jefe como si su vida se le fuera en ello, y así era, ya que había logrado desarmarlo en base a una pelea limpia sin armas, por eso consiguió tener en su poder la única pistola que el contrario puso como trofeo a quien ganara el enfrentamiento. Nunca pensó que enfrentar a su peor enemigo fuera así de irracional, pero no tenía idea de lo que pasaba por la mente de su rival, nunca supo descifrar cómo funcionaba su pensamiento, incluso al tener casi toda la vida a su lado. Sus pies estaban cansados de haber esperado detrás del club donde él se encontraba, pero cuando salió, ya sabía que lo encontraría.  Lo tomó por el cuello y le exigió una explicación acerca de aquella situación, pero Marcus no aflojó ninguna información, por eso hizo que se enfrentaran limpiamente, algo que le asombró al castaño, pues pensó que Renedit era un completo tramposo. Ahora que iba tras sus huesos, podía darse cuenta de que le costaba enfrentarlo, sobre todo después de haber pasado por tanto juntos. En cambio, a Marcus no le costaba así al saber la clase de persona que era el hombre al que quería capturar y acabar primero con este antes de que fuera al revés. Llegó hasta un bar pequeño en donde los borrachos solo sabían reírse viéndose patéticos debido al alcohol barato. Preguntó si habían visto al hombre al que perseguía, pero no fue así, de modo que solo pudo continuar con su camino como pudo, pesando en dónde pudo haberse escondido esa rata. Pasó entonces frente a un negocio en remodelación, parecía ser una pequeña venta de souvenirs, así que creyó que era un buen lugar para entrar y esconderse. Pasó por las cortinas que tapaban la puerta que no tenía cristal y al estar dentro, todo fue oscuridad, no podía ver más allá de diez escasos centímetros en los cuales la densidad del ambiente era mucha. El silencio le guió hasta la repisa principal en donde tenían en exhibición varios llaveros, destapadores de botellas, encendedores, entre otras cosas. Parpadeó, tratando de ver con claridad si había alguien detrás de ese mueble, pero entonces sintió que alguien lo tomaba desde atrás para pasar a ahorcarlo. Él no se dejó, por supuesto, sino que se libró de aquellos brazos al golpearlo con su cabeza en la nariz, queriendo partir esta, pero no lo logró, solo lo dejó un tanto desequilibrado, pero aprovechó la oportunidad para escapar de su agarre y pasar a apuntarle en la sien, amenazando con dispararle de verdad. ─¿Y ahora qué? ¿Me matarás, Marcus? Luego de todo lo que hemos vivido juntos ¿Aún te resistes a unirte a mí de nuevo?─ preguntó el ojiazul, quien se hallaba entre la espada y la pared.  Quiso enfrentar a su mano derecha solo, sus guardaespaldas nuevos tenían prohibido por completo intervenir en ese asunto tan serio, y siendo sincero, Marcus ya estaba harto de todo aquello, quería que terminara. ─Solo me uniré a ti de nuevo si prometes que Hanibell estará libre de toda esta mala vida tuya, ella no tiene nada que ver en esto─ pidió en última instancia el que apuntaba fijamente. ─No puedo hacer lo que me pides, eso sería lanzar todo por la borda, ella tiene que ser mi legado─ contestó Renedit con el corazón en la garganta, sintiendo algo de dolor por todo aquello. ─De acuerdo, entonces esto no tiene remedio, que lo sepas─ le dijo Marcus, y entonces procedió a empujarlo lejos, disparándole al costado. El padre de Bell se retorció en el suelo del dolor, sintiendo todos los errores que hubo cometido a lo largo de su existencia. ─J-Jamás debí haberte sacado de esa pocilga en la que vivías, eres un malnacido...─ insultó al que fuera su mano derecha por tanto tiempo. Marcus volteó a ver al herido con una sonrisa cínica en su rostro. ─Tú eres la única escoria aquí, no te hagas la víctima. Si te dejo vivir ahora es para no causarle un daño mayor a Bell, sé que ella te quiere a pesar de toda la mierda que la has hecho vivir, pero a mí me perdiste hace años─ fue lo que comentó el castaño antes de salir por la misma cortina del local. Faltaría aún un buen tiempo para que encontraran a aquel mal hombre desangrándose ahí, pero ese no era su problema, bien sabía que hierba mala nunca muere. Vio que al salir estaban sus hombres escondidos detrás de algunos autos, como si él fuera tonto, así que tomó un camino diferente al principal, no se dejaría atrapar por unos novatos como esos. Lo único bueno era que ahora sabía que podía reunirse de nuevo con Bell, algo que seguro alegraría el corazón de esta, tanto como lo hacía con el suyo. No quería morir y dejar abandonada a la chica, pero bien sabía que juntos también debían salvar a Jayce de las garras de ese hombre, hasta que no hiciera aquello, no podría descansar libremente donde fuera que las almas llegaran después de la muerte si dejara las cosas tal cual estaban. En cuanto vio la oportunidad, la hizo suya, buscó uno de los autos que tenía una agencia famosa para la renta, por supuesto sin que estos se dieran cuenta, no le dolería a nadie, ya que eso solo lo alquilaban las personas con gran poder adquisitivo. Una familia humilde como de la que él procedía jamás se podría permitir aquellos lujos. Se adentró en el automóvil y comenzó a conducir sin un lugar claro en mente, solo quería salir de allí a como diera lugar, contactaría a su querida niña y le encontraría un sitio más seguro para poder quedarse sin ser descubierta por su padre. Continuó el camino mientras escuchaba un poco de música para no sentirse tan culpable y distraer la mente, queriendo convencerse de que él solo era un tipo malo más de los que había reducido a cenizas, pero por alguna razón, una espina quedaba en su corazón al dejar al hombre malherido. Quiso pensar lo peor de él, todo lo malo que había hecho en el mundo, sin embargo, la tensión que sentía su cuerpo era inmensa. Llamó al número que le diera Hanibell, y cuando escuchó el cuarto pitido, ella habló. Solo así pudo volver a la realidad. Ahora más que nunca debían mantenerse unidos.
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