Apática, siniestra y sombría, perdí la cuenta de mis sobrenombres, y no es que me interese recordarlos, porque aquellos que los dicen en voz alta, ya sea por manos de mi madre, de mi hermana o mías, terminarán de rodillas suplicando por su vida.
De una forma que no puedo describir, mi familia es diferente, aunque no físicamente, mi madre, la reina María Anastasia Delattre tiene el cabello castaño y ondulado, los ojos azules y la piel muy clara, mis hermanos Carolina, Robert y yo heredamos su cabello y los ojos ámbar de mi padre, el rey Harold Daemonium.
Nada en nosotros es inusual y muchas veces me he parado frente al espejo de mi habitación y mirado por largos minutos intentando encontrar aquello que es diferente, pero sin importar cuánto mire, sigo pensando que soy una persona común, nada en mí es especial, nada sobresale y, sin embargo, al igual que el resto de mi familia, soy extraña, yo soy Violeta Daemonium la princesa que produce pánico.
– Alteza, ella es mi sobrina, Casiopea Delattre, quería conocerla, cariño, saluda a tu prima.
– Es un placer conocerla, ¡alteza!
Es pequeña, con el cabello peinado en rulos y un vestido azul índigo con demasiados holanes, hay mucho maquillaje en su rostro, inadecuado para su corta edad y los aretes son tan pesados que tiran de los lóbulos de sus orejas, es algo muy obvio, pero se supone que debo dar un cumplido, todos lo esperan, sobre esta jovencita, Casiopea, debo decir algo amable, sus ojos están muy separados, no me gusta su cabello, el tiempo pasa, debo encontrar algo.
¡Oh!
Su cuello, tiene un cuello largo con la piel blanca y exquisita, quisiera sujetarlo con mis manos, pocas personas me inspiran ese sentimiento – señora Delattre – sonreír hará que el impacto de mi halago sea más grande – su hija tiene un cuello hermoso, quisiera tomar un cuchillo y cortar su garganta.
– Muchas…, muchas gracias alteza.
Lo hice de nuevo, todos están asustados, incluso sonreí, ¿qué fue lo que hice mal esta vez?
Supongo que es inútil halagar a las personas.
– Mi amor, ¡aquí estás!, el baile ya comenzó y Carolina no soporta sus pies, tienes que bailar con tu hermano, amor.
Mi familia me ama, es extraño que yo lo diga, porque en realidad comprendo muy poco sobre esa emoción y cuando pregunté, mi nana me lo explicó de esta forma.
El amor es destructivo: un pintor amaba tanto a su musa que era el tema de todas sus pinturas y pese a estar en banca rota, jamás vendió una sola de ellas, porque no resistía la idea de que alguien más pudiera poseerla, su amor llegó a ser tan grande que tras descubrir que moría, la asesinó para que estuvieran juntos en el jardín de otoño.
El amor es comprensivo: un comerciante acumuló fracasos durante toda su vida y siendo incapaz de mantener a su familia trató de asesinarse, su esposa lo detuvo a tiempo e intentó devolverle el ánimo con lo que mejor hacía, cocinando, el comerciante se dio cuenta de que su esposa era una gran cocinera e inició un nuevo negocio enfocado en ella, años después se convirtió en una marca reconocida y juntos sacaron adelante a su familia.
El amor es ciego: por cincuenta años, una mujer supo que su esposo le era infiel y tras su fallecimiento, cedió una de sus propiedades para que la amante y sus hijos pudieran vivir, en ese día, ella le agradeció por amar a su esposo tanto como ella lo amó.
¡El amor es estúpido!
Todo lo que necesito entender sobre ese sentimiento es que mi familia me ama, sin importar lo que diga o la forma en que me comporte, jamás han puesto esa expresión de pánico y de todos ellos, el amor de mi madre es abrumador y el de mi hermana, es ruidoso.
– ¡Repítelo!, ¡di lo que dijiste sobre mi hermana!
A mamá le molesta, pero Carolina es de esa forma, efusiva, ruidosa, siempre que alguien dice algo sobre mí los señala y alza la voz para que todos sepan que ofendieron a una princesa y que no merecen estar en el castillo.
– Lo siento mucho, alteza.
Carolina tiene esa expresión, esa sonrisa que forma con la comisura de sus labios, Casiopea, no tendrá una noche fácil.
– No fue a mí a quien insultaste, sí de verdad lo sientes, ponte de rodillas y baja la cabeza hasta que puedas lamer los zapatos de mi hermana y discúlpate.
Mi madre resopla – ¿qué voy a hacer con ustedes dos?
– ¡Alteza!, de verdad lo siento – dice Casiopea con lágrimas en los ojos.
– ¿Eres sorda?, mi hija te dio una orden, ¿qué esperas para disculparte?
La mirada de mi madre dice: ¡obedéceme o muere!
Casiopea es una mezcla de lágrimas y mocos, es muy desagradable de ver, balbucea y mira a su alrededor esperando que alguien le diga que no debe inclinarse y después me mira, con las manos está cubriendo su cuello, realmente no lo entiendo, le hice un halago.
– Alteza, lo siento mucho – lo dice rápidamente y corre a refugiarse detrás de mi abuela, la duquesa Marcela Chevalier, esposa del duque Simon Delattre.
Todos me miran, pero en esta ocasión no es solo a mí, es a mi madre y mi hermana.
El amor es ciego, no les deja ver que los raros somos nosotros, es comprensivo porque siempre me ayudan y es destructivo, cada vez que las veo enfadarse por mi causa me doy cuenta de ello, también lo disfrutan, mi familia me ama, de una manera muy retorcida.
– Violeta – me llama Carolina – ¿viste eso?, ¡soy grandiosa!, ¿cierto?, dilo, tienes que decir que soy grandiosa.
– Eres ruidosa.
El amor altera los sentidos, porque cada vez que yo digo esa frase, mi hermana sonríe y responde de esa manera.
– También te quiero.
Nunca dije que la quería, y no creo hacerlo, mi hermana está cubierta de imperfecciones, su cabello es corto, no me apetece sujetarlo y tirar hasta arrancarlo, tampoco me gusta su piel, si tomara un cuchillo no sabría en dónde colocarlo, por eso sé, que no quiero a mi hermana, pero ella sigue pensando que yo la amo.
Las campanas suenan.
Esta noche se anunciará el compromiso de mi hermana mayor, la princesa Carolina Daemonium de dieciséis años con el hijo del virrey de Darlack, Drake Bossel de diecinueve.
Mi madre sujeta mis hombros para apartarme de la pista y caminar hacia mi lugar en una silla de cojines rojos, en un par de años yo también me comprometeré, y las dos estaremos casadas en otros reinos para dejar el camino libre a mi hermano menor, el príncipe heredero Robert Daemonium.
La embajada de Darlack ingresa al salón, los caballeros se apartan hacia los costados y el virrey camina para presentar a su hijo, luce común, mi hermana baja a verlo y mi padre une sus manos en un lazo.
La música comienza y todos bailan y sonríen mientras fingen que son felices, es en este punto cuando la fiesta se vuelve aburrida.
– Hacen una hermosa pareja, ¿no te parece?, y él se ve tan nervioso – mi madre suspira – estoy segura que lograrán formar un matrimonio estable, ¿no te parece?
– No me interesa.
Y ella sonríe – también me siento feliz por ellos.
De nuevo malinterpretan mis palabras, esto es algo común, ya me acostumbré, así que me quedo callada, aunque sea mentira porque no me siento feliz, lo único que siento, es sueño.
¡Quisiera irme!
Recargo la cabeza sobre mi mano y cruzo las piernas, el baile continúa por un largo tiempo hasta que mi hermano menor de once años se queda dormido y sir Thomas, el jefe de la guardia lo carga para llevarlo a su habitación.
Mi hermano es astuto.
Mis ojos se cierran, mi cabeza baja y mi cuerpo se acomoda, pasan varios minutos hasta que siento unas manos sujetando mis brazos, mi espalda y mis piernas, soy levantada en el aire con cuidado, finalmente podré dejar este salón y descansar un poco.
– No está acostumbra a estas fiestas, ponla sobre la cama – es la voz de mi madre.
– Alteza, ¿necesita algo más?
– No hace falta, aguarda, dile a Olivia que venga, Violeta tiene que tomar su medicamento.
Se suponía que estaba fingiendo, no me di cuenta que en verdad tenía sueño, con tantas personas a mi alrededor solo quiero dormir.
– Alteza.
– Pasa, Violeta tiene que tomar su medicamento.
– Si, alteza.
No tengo ganas de tomarlo, mamá y su doncella Olivia Selian están junto a la mesa, ella vierte agua caliente sobre una taza y mi madre toma un frasco y vierte una cucharada en el agua caliente.
– Hoy la vi sonreír mientras Carolina bailaba, hay que duplicar la dosis.
¿Qué?
– Si, alteza.
El borde de la cama se hunde y siento el tacto de mi madre sobre mi frente – cariño, despierta, es hora de tu medicamento.
– Hoy no quiero tomarlo.
– No digas eso, recuerda lo que el médico dijo, tienes que tomarlo todos los días, es importante.
Mis labios están sellados y ella frunce el ceño – Olivia, ven aquí y sujétala.
Realmente no quiero beberlo, pero las manos de Olivia son pesadas y sujetan mi barbilla obligando a que mi boca se abra, mamá vierte el medicamento a la fuerza.
– No haría esto si no fuera por tu salud, sabes lo mucho que te amo.
El sabor es muy amargo y una parte se vierte sobre mi vestido, pero lo tomé todo y ella me mira preocupada, solo con verla sé que no quiere que algo malo me pase, ella me quiere, en esta vida, solo mi familia me ama.
– Olivia te traerá un pijama, lo siento mucho – me abraza – te juro que no te haría esto sí no fuera necesario.
– Si – de repente, siento que no importa, respirar, comer, dormir, ¿acaso vivimos por otra razón?, me siento enferma – mamá, quiero ir al baño.
– Claro cariño.
Mis dedos se deslizan por mi lengua hasta mi garganta y saboreo el sabor amargo del medicamento mezclado con el dulce de los bocadillos de la tarde y de la gelatina de frambuesa, es asqueroso, el sabor ácido hace que quiera seguir vomitando y comienzo a toser.
*****
Ignoro la cantidad de veces que caminé por el jardín y seguí mi camino, porque no era importante, una vez que has visto una flor, las has visto todas, nada sobresaliente, o digno de elogio, sin embargo, hoy las flores son hermosas, tan brillantes y llenas de vida, no sé cómo describirlo, sé que hay una palabra, pero quizá nunca me interesó aprenderla, me siento…
¿Qué palabra estoy buscando?
– Aline.
Solía cambiar de doncellas cada mes hasta que Aline Selian llegó, ella es la nieta de Olivia y tiene mi edad, catorce años.
– Diga, alteza.
– ¿Cambiaron algo en el jardín?, hoy se ve radiante – creo que esa es la palabra, tal vez.
Aline me mira fijamente – alteza, ¿tomó su medicamento anoche?
¿Por qué pregunta eso? – no es de tu incumbencia.
– Lo siento mucho, alteza, el jardín es el mismo de siempre.
Durante la hora de la comida Carolina habla sin cesar.
– Estaba tan nervioso, me pisó dos veces y se disculpó unas veinte, seguía repitiendo que era un buen bailarín y que eso jamás le había pasado – sonríe – Violeta, ¿qué piensas de mi prometido.
Cualquier otro día estaría pensando que mi hermana es ruidosa, hoy es diferente, lamento haber pensado que ella era común, es lo opuesto, mi hermana – brillabas y te veías muy feliz.
Su sonrisa es extraña – hermana, ¿tomaste tu medicamento?
– Sí.
Al llegar la noche Olivia me sujeta con sus gruesos brazos y mi madre empuja el líquido amargo y asqueroso, es más concentrado que anoche, apenas puedo soportarlo antes de correr al baño para vomitar.
Mi familia me ama, solo ellos toleran mi personalidad retorcida, entonces, ¿qué está pasando?, ¿qué es lo que me están dando?