5. Fin de semana en familia

1609 Words
Noah no demoró en llegar a la casa de Oscar, agradeció que la luz de la sala todavía estuviera encendida, lo que significaba que su amigo había llegado hace poco de su turno del trabajo, así que, solo dio algunos golpecitos en la puerta y Oscar no demoró en abrir la puerta. —Veo que la noche estuvo interesante —comentó Oscar con diversión, mientras escrutaba a Noah y una sonrisa se le marcó en su rostro—. Tienes cara de haber conocido a una mujer. —Cállate —contestó Noah y pasó por el lado de su amigo, para entrar al apartamento—. ¿Acabas de llegar? Ni siquiera sé qué hora es —comentó. —Son las tres de la madrugada —le informó Oscar y Noah abrió los ojos con sorpresa. —Será mejor que vayamos a descansar. Voy a ver a Charlie —se excusó Noah y Oscar asintió. —Descansa, yo iré con Nadia y mi pequeña —dijo Oscar en despedida y le dio una palmada suave en la espalda a su amigo—. Me alegra que te haya ido bien en tu salida de esta noche, así ya no me siento culpable por no haberte podido acompañar —bromeó, haciéndolo reír. —Gracias por habernos recibido en su casa —dijo Noah una vez más y su amigo negó. —Ha sido un placer tenerlos acá. Charlie se robó el corazón de mi esposa en cuestión de segundo y ni hablar, de Oly. Noah asintió agradecido y se alejó hacia la habitación que compartía con su hijo, alcanzó a escuchar como Oscar apagaba la luz y caminaba hacia su habitación. Se sentía avergonzado por llegar a ocupar una parte del espacio de esa pequeña familia, pero también estaba muy agradecido de contar con la ayuda de la familia Rincón. Charlie estaba profundamente dormido en la cama, con un brazo por fuera de las cobijas y metido debajo de su cabeza, lo que, extrañamente, lo había ver cómodo e incómodo al mismo tiempo. Con prisa se quitó la ropa, buscó su pijama y entró al baño antes de meterse a la cama con su hijo y poder descansar las pocas horas que quedaban de sueño. Sin embargo, a su mente recurrió al recuerdo de Alessia y un suspiro profundo salió de su pecho. ¿Cómo era que había terminado con ella en un hotel? Todavía no lograba comprender lo que había sentido al empezar a hablar con ella, pero fue como si hubiese caído en un embrujo, que lo mantuvo ajeno a su realidad y le dio una libertad que no tenía hace mucho tiempo. Hizo un esfuerzo sobrehumano, para alejar el vívido recuerdo de los sensuales gemidos y jadeos de Alessia, sacudió su cabeza y miró a su hijo dormir, logrando la tranquilidad suficiente, para caer dormido. El roce de los rayos del sol sobre la espalda desnuda de Alessia, la hizo despertar con un sentimiento de calidez, se giró en la cama, con los ojos aún cerrados y se estiró, reactivando cada músculo de su cuerpo. Con lentitud empezó a abrir los ojos y, por un momento, se sintió desubicada, perdida. Se incorporó con prisa sobre la cama y la claridad volvió a su mente. Ese no era su apartamento y el hombre con el que había pasado un muy agradable momento, no se encontraba por ahí. Torció la boca y se destapó con fuerza, dejando visible su desnudez. Sabía que no podía exigirle, ni esperar alguna atención especial de Noah, pero imaginó al menos, que se despidiera de ella, no que la dejara sola en una habitación de un hotel de carretera. Miró a su alrededor y no vio nada que diera indicios de Noah, se apresuró al baño para adecentarse un poco y en menos de diez minutos ya estaba lista para salir de la habitación y volver a su penthouse en el Hotel Orion. Dio una última mirada a la habitación, asegurándose de no dejar nada y salió. En el recorrido hacia el Orion, Alessia quiso alejar de su mente los recuerdos de la noche, pero era difícil, pues su piel reaccionaba ante el recuerdo de los labios de Noah contra su piel. Cerró los ojos y se mordió el labio, al final, había logrado lo que deseaba, se sintió sexy, atractiva, poderosa y deseada, pero eso no podía ocultar la rabia y decepción en el fondo, pues jamás se imaginó ser dejada a su suerte, por parte del hombre con el que había tenido tanta química. —Hemos llegado —anunció el taxista al detenerse frente al elegante hotel. —Gracias —contestó ella y sacó el dinero para pagar la carrera. El vigilante en la entrada a saludó, al igual que los botones que encontró en el camino. Ella pensaba seguir derecho, pero un carraspeo la hizo detener. —Señorita Alessia, buenos días. Sus sobrinos ya llegaron y están esperándola en el penthouse —le anunció Bruce. —¡Mierda! ¡Gracias! —contestó, pues no imaginaba que ya hubiesen llegado. Corrió al ascensor y este parecía estar esperándola. Las puertas se abrieron en el último piso, al que se accedía solo con clave, abrió la puerta y un pequeño terremoto de cinco años, con cabello rubio y ojos brillantes llegó corriendo hacia ella. —¡Tía! —gritó Scotty, alertando a sus hermanos de la llegada de Ale. —¡Mi principito hermoso! ¡Estás muy grande! —lo saludó, abrazándolo con fuerza y lo llenó de besos, que hicieron al pequeño estallar en carcajadas. —Tía, ¡qué bueno que llegaste! —la saludó Annie y la besó en las mejillas. —Definitivamente, vas a romper corazones en la universidad —contestó Ale con melancolía, pues esas serían sus últimas vacaciones juntas, antes de que Annie se fuera al otro lado del país a estudiar actuación y canto en la Escuela Juilliard. —No seré como mi hermano, tía, puedes estar tranquila —bromeó Annie, mientras Tommy estaba detrás de ella—. Él sí es un rompecorazones. —¡Oye! No es mi culpa que se interesen en mí —se defendió. —¡Cariño! —gritó Ale emocionada, pues hace meses no veía a su guapo sobrino en persona—. Cada día estás más guapo, ya veo que tu hermana tiene razón —le dijo, mientras lo abrazaba y su cabeza quedaba en el pecho de su sobrino—. Por favor, deja de crecer, ya me llevas una cabeza de ventaja. —Según dicen, todavía sigo creciendo un año —contestó Tommy con picardía. —No lo hagas más o no vas a caber por la puerta —le pidió Alessia, con un tono tragicómico, que los hizo reír. —Tía, tía —la llamó Scotty, jalando la manga de su pantalón, captando su atención y haciendo que cambiaran el tema de conversación. —¿Qué pasó, amor? —¿En dónde estabas? —le preguntó el pequeño con seriedad, ante lo que sus hermanos soltaron una carcajada. —Creo que Scotty te controla más que mis abuelos —bromeó Tommy. —No lo dudes —contestó Ale con una sonrisa amplia en su rostro. —¿Dónde estabas? —insistió el pequeño. —Salí anoche y perdí la noción del tiempo, perdón por no estar cuando llegaron, pero ya estoy acá y vamos a divertirnos los cuatro, ¿te parece? —le dijo a Scotty, que no entendió la primera parte de la disculpa, pero sí se alegró de saber que se divertirían en casa de su tía. —Si quieres, ve a bañarte y yo preparo el desayuno —le sugirió Annie, confidente y Ale le sonrió. —No me demoro, están en su casa —dijo y desapareció en su habitación. ¿En qué momento la vida se había pasado? Tommy ya era un chico de veinte años, que practicaba deportes y estaba estudiando hace dos años, Medicina en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore y ahora Annie estaba pronta a irse; solo se quedaría Scotty como el príncipe de la familia. Si a ella le daba duro la ida de sus sobrinos, no se imaginaba como se sentiría su hermana, pues son sus hijos, aunque le alegraba saber que Georgia contaba con Stephen a su lado, quien no dudaba en hacer todo con tal de hacer feliz a su esposa e hijos. Alessia no demoró en volver junto a sus sobrinos, todos desayunaron alegres, ella amaba compartir tiempo con ellos, además, porque sabía que era un tiempo valioso en el que su hermana y Stephen avivaban la llama de su matrimonio. Scotty tenía muy claras las formas en las que se quería divertir con sus hermanos y tía ese fin de semana y sí que se los hizo saber. Fue el que impartió órdenes para jugar y también escogió las películas que verían. Annie se acercó a su tía, aprovechando que Scotty estaba sentado en las piernas de su hermano y miraban la pantalla del televisor con atención. —¿Pasaste la noche con alguien? —le preguntó en un susurro, sorprendiendo a Alessia. —Sí —susurró. Ellas dos eran confidentes desde siempre, entonces no era raro hablar del tema, aunque nunca entraban en detalles excesivos. —¿Es guapo? ¿Cómo se llama? —insistió Annie, pues moría de curiosidad, ya que, durante su vida, solo le había conocido dos novios a su tía. —Será mejor que no hablemos de eso —murmuró, pero no pudo ocultar su incomodidad al recordar a Noah, algo que Annie notó y prefirió callar.
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