6. Traición

1339 Words
—Chao, mi niño —se despidió Alessia del pequeño Scotty, que venía corriendo de vuelta a donde su tía, pues al ver a sus padres todo se le había olvidado por ir con ellos. —Chao, tía Ale —contestó él y le dio un beso húmedo en la mejilla. —Hola, preciosa —la saludó Gia y la abrazó con fuerza—. ¿Cómo se portaron mis pequeños? Annie y Tommy se rieron por la forma en la que su madre los llamaba, definitivamente, nunca dejarían de ser los pequeños de mamá. —Ellos muy bien, pero espero que ustedes se hayan portado mal —comentó Alessia con picardía, mientras miraba a su hermana y cuñado a los ojos. Gia se sonrojó y Stephen sonrió. —Oh, sí, de eso me aseguré —contestó él, haciéndola reír. —¡Papá! —gritaron al mismo tiempo Annie y Tommy, pues no deseaban saber detalles de lo que sus padres hicieran los fines de semana solos. —A mí no me dejan portarme mal —renegó Scotty y ahora los que se rieron fueron los hermanos mayores, mientras que sus padres se miraron sin saber qué decir. —No es verdad que tus papitos se hayan portado mal, mi niño, solo es una broma, pero estoy segura de que disfrutaron su tiempo juntos de forma responsable —dijo Ale, explicándole al pequeño, pero más fue por ayudar a su hermana y cuñado. —¿Haciendo cosas de esposos? —preguntó el pequeño y los demás asintieron. —Así es, hermanito —dijo Annie y lo tomó en brazos. Con esa explicación el pequeño quedó tranquilo, él no sabía lo que significaba qué eran “cosas de esposos”, pero sí sabía que eran cosas que sus papis hacían al estar solos, cuando ellos se quedaban con sus tíos o abuelos. Debían ser cosas divertidas, porque llegaban alegres, así como él también volvía a la casa. Todos se despidieron, las mellizas se abrazaron y quedaron de verse en el transcurso de la semana, para ver algunas de las cosas del hotel-casino, pues, aunque Gia no trabajara allá, sí era parte de los dueños. Al volver al interior de su apartamento, Ale no tuvo tiempo de pensar en nada, pues por más que su sobrina le hubiera ayudado a recoger el desorden, la cocina tenía una pequeña montaña de loza y algunos juguetes de su pequeño sobrino. Al terminar de organizar, ya era hora de ir a la cama, pues al otro día se volvía a las labores en la dirección del Orion. La alarma sonó temprano, despertando a Alessia de su profundo sueño. Con un suspiro, se levantó y se preparó para el día. Sabía que le esperaban muchas responsabilidades en el hotel-casino Orion. Una vez lista, salió de su apartamento y se dirigió al trabajo, sin imaginar que ese lunes no sería un día cualquiera. Al bajar a las oficinas del Orion, Alessia fue recibida por el bullicio típico del lugar. Saludó a algunos empleados y se dirigió a su oficina. Apenas había tenido tiempo de sentarse cuando su asistente, Corina, apareció en la puerta. —Buenos días, señorita Alessia. Aquí tiene los informes de la semana pasada —dijo Corina, dejándolos sobre el escritorio. —Gracias, Corina. ¿Hay algo más en la agenda de hoy? —preguntó Alessia, hojeando los documentos. —No, eso es todo por ahora. Le avisaré si surge algo. Alessia asintió y se sumergió en su trabajo. Sin embargo, su concentración fue interrumpida una hora más tarde por una llamada telefónica. —Señorita Alessia, soy Brandon. Necesito hablar con usted de inmediato. Es algo urgente —dijo una voz seria al otro lado de la línea. —Claro, Brandon —le dijo ella a su jefe de vigilancia, extrañada con su llamada a la línea directa. —Le estoy enviando unas imágenes a su correo, por favor, véalas —le pidió el hombre, manteniendo la conversación por teléfono. Alessia sintió como su corazón se aceleraba en su pecho, algo grave estaba pasando y no se le ocurría qué. Los segundos que su correo demoró en abrirse, le parecieron eternos, hasta que, vio algunas imágenes adjuntas, que descargó con un solo clic. —¿Qué ocurre, Brandon? —preguntó ella, preocupada. —Revise eso, por favor. Lo encontramos en las grabaciones de las cámaras de seguridad —dijo Brandon, con seriedad. Alessia empezó a revisar las fotos, en ellas, se veía claramente a Corina, su asistente, hablando con alguien de la competencia en la salida del servicio de la parte trasera del Orion. La conversación parecía intensa y, en algunas fotos, se veía a Corina entregando documentos. —No puede ser… —murmuró Alessia, sintiendo la furia crecer en su interior. —También tenemos la grabación de video si desea verla —añadió Brandon. —Sí, deseo verla. Ya mismo voy para allá —dijo Alessia, controlando su enojo. Ale agradeció que Corina no se encontrara en su puesto de trabajo, porque no estaba segura de haber podido pasar por su lado sin decirle nada. Caminó con prisa hasta el Cuarto de cámaras, que quedaba dentro del casino. Iba tan concentrada en sus pensamientos, que ignoró a todos los que se cruzaron en su camino, aunque nadie se habría atrevido a saludarla, pues en su rostro y actitud, era evidente la molestia que la embargaba. Bruce la recibió y antes de volver a tocar el tema, le pidió al hombre de vigilancia que lo acompañaba, que saliera y los dejara solos. Era mejor manejar las cosas con precaución. Bruce buscó los videos en el sistema. En el video se veía claramente a Corina pasándole una carpeta a Antoine, el asistente personal de Rudolph McEntire, el dueño reciente de uno de los casinos cercanos, quien desde el principio había llegado con una actitud poco agradable hacia ella y su dirección del Orion. —Hay más, porque ese video no nos asegura nada, aunque por la actitud, era obvio que estaba intentando ocultarse, entonces me fui hacia atrás en la grabación, siguiendo los pasos que la señorita Corina había seguido y acá está. El nuevo video mostraba a Corina llegar al cuarto de archivo, en sus manos no llevaba nada, pero al momento de salir tras varios minutos, en sus manos llevaba la misma carpeta que más adelante le había entregado a Antoine. Alessia no podía creer lo que estaba viendo. Se levantó de su silla con determinación y recibió el sobre que Brandon le tendía, donde sin necesidad de revisar, sabía que estaba las fotos y un CD con las grabaciones. —Gracias, Brandon. Yo me encargaré de esto —dijo, apretando los puños. Salió del cuarto de cámaras, caminó de vuelta a su oficina y fue directamente al escritorio de Corina. Sin mediar palabra, le hizo un gesto para que la siguiera. Corina, sorprendida, la siguió hasta la oficina. —¿Qué sucede, Alessia? —preguntó, confundida. —Esto sucede —dijo Alessia, arrojando las fotos sobre el escritorio—. ¿Cómo pudiste traicionarnos de esta manera? Corina se quedó pálida al ver las fotos. Intentó balbucear una excusa, pero Alessia no la dejó hablar. —Estás despedida. Quiero que recojas tus cosas y te vayas inmediatamente. No hay lugar para la deslealtad en este equipo —dijo Alessia, con firmeza—, y, agradece que no llamaré a la policía, porque si lo hiciera, saldrías derecho para la cárcel. Corina lloró, intentó pedirle una nueva oportunidad, pero Alessia no la dejó. Ella era muy buena jefa, pero como bien lo había dicho, no permitía la deslealtad y la traición, por lo que, la mujer no tuvo más, que salir de la oficina y recoger sus pertenencias, siendo escoltada por uno de los hombres de vigilancia. Ale agarró su celular y llamó a su hermano, quien no demoró en contestarle. —Hola, Ale. ¿Todo bien? —saludó Paul. —¡Necesito una asistente nueva! —dijo con rabia y frustración.
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