VANESSA Llegamos a Grand Amarilo por la tarde. Habíamos perdido el tren por el inconveniente de mi ejército de pelícanos. No me arrepentía de nada. Fue bastante divertido ver a esas mujeres gritar mientras las puertas se cerraban. Tuvimos que tomar otro que salió dos horas más tarde de lo previsto. El viaje me había cansado. El embarazo algunas veces me comenzaba a sacar factura, y eso que tenía ya diecinueve semanas. No quería pensar cuando tuviera siete u ocho meses. Por dentro estaba ansiosa de poder ver me enorme panza de embarazo. A pesar de la precariedad de mi situación, sentía que mi bebé estaba siendo una bendición en mi vida. Algunas veces soñaba con poder cargarlo o cargarla, o comenzar a sentir esas pataditas en el estómago que tanta ilusión me hacían. Tener a Adulfa a mi