Cuando dejaron a Gor en un callejón, cerca del mercado municipal, al principio, la tarea del Juego parecía ridículamente fácil. En el bolsillo del pantalón había un dólar y el botón, para activar “Salida del juego”. Todo estaba muy claro. Pero al comprar una botella del agua, Gor entendió su grave error, un dólar se vaporizo con el agua sin dejar rastro.
Necesitaba inventar algo, para conseguir dinero para el resto del día, o aún mejor, cincuenta dólares y ganar el Juego. Él fue al mercado, con la esperanza de encontrar allí algunos centavos, o encontrar algún trabajo de carga. Pero entonces estaba a punto de fracasar por completo. Innumerables veces fue enviado al infierno por los vendedores por su aspecto desagradable y el trabajo estaba ya asignado a otra gente, como él y que le amenazaban con matarlo, si aparecía por allí otra vez.
De repente en un contenedor de basura vio un juguete roto con forma de caballo. Una idea iluminó su mente: “tengo que arreglarlo y venderlo”. Gor lo cogió, lavó bajo el agua de la fuente pública, lo arregló y se quedó satisfecho. Ahora solo necesitaba encontrar un comprador.
Como buen estudiante de Harvard, Gor hizo un análisis del mercado y decidió vender el juguete a las mamas con niños. Pero en la universidad más prestigiosa y cara del mundo no enseñan la vida de unos muertos de hambre. Fue un fracaso, incluso, una vez, apenas logró evitar una pelea con un marido de una mamá. Y solo por la noche, después de haber superado el fracaso, se dio cuenta de que lo mejor era ofrecer su “articulo” a las mujeres solteras.
Cuando la corriente de tías solitarias, que iban a casa del trabajo se secaba y las ganas de salir de este maldito Juego crecían, apareció esta mujer de ojos verdes, como la de una gata, con sus cincuenta dólares. El juego estaba terminado.
Lo único que confundió a Gor fue que, al parecer, el billete desafortunadamente era el último de la chica. Vio con sus propios ojos el interior vacío de una billetera de cuero sintético. Era difícil de creer. Por supuesto, Celin no vivía en una nube. Veía las noticias y leía los periódicos. Sabía lo bajos que pueden ser los salarios, pero los únicos cincuenta dólares en una billetera de cuero sintético y ella se los dio a él.
De repente se sintió atraído por la chica. No tenía un plan de acción claro. Por ejemplo, podría devolverle su dinero, o darle a la niña el premio que iba a ganar con el Juego, o ayudar con algo más significativo. Aún no había decidido qué iba a hacer mejor, cuando escuchó el grito. Parece que alguien ofendía a su “Gatita”.
Corrió hacia la voz y vio a la chica apretada entre dos hombres de un aspecto fuerte.
— Chicos, dejen ir a la chica, por favor, — dijo Gor educadamente.
— ¿Quién está parloteando aquí? — Preguntó el que sostenía a la chica.
— ¿Qué dijiste, idiota? — siseó el que estaba detrás de ellos.
— ¡Estate quieta! ¡No muevas el barco! – gritó el hombre a la niña y Celin vio la hoja del cuchillo cerca del cuello de ella.
— ¿Ustedes probablemente no entienden el habla normal? – dijo y se acercó. Las botellas vacías traquetearon.
— ¡Eres tú, idiota, no entiendes, que no es asunto tuyo! ¡Ella es mi chica!
— ¡Seguro! A mí no me parece, que ella esté de acuerdo con eso.
— ¡Todo! ¡Mi paciencia se acabó! ¡Te lo advertimos, hombre! – salió el otro, que estaba detrás.
Gor defendió el honor de la dama: se deshizo de los idiotas. ¡Como en el cine de acción, gracias a las clases de Aikido! En un par de segundos la niña estaba liberada, aunque tirada en el suelo. Fue una oportunidad maravillosa para conocer mejor a la “Gatita”, como un héroe salvador, por así decirlo.
La chica hizo contacto con evidente desgana. En esta etapa del encuentro, ella parecía más interesada en sus propios vaqueros rotos, que en su modesta persona. “Aquí está, el enfrentamiento de las clases sociales, — Gor se rió por dentro, — estas solo durante unas horas en la piel de un elemento desclasado, y ya comienzas a odiar a alguien que está un escalón más alto en la escala social.” Celin tuvo que mostrar cierta insolencia y cierta perseverancia ante la chica.