CHANTAL Él tuvo razón. Lo probé y vi su cara al llegar al org**asmo. No tenía por qué enterarse y tampoco quería imaginar lo que pasaba por su cabeza al comprarme tal regalo. Era bastante osado, algo que odiaba admitir, pero me encantaba de él. Me había alistado para ir a la oficina muy temprano, después de regresar de mi clase de pilates, cuando en la entrada de mi departamento me encontré con alguien a quien no había visto en mucho tiempo, Margareta. Alenté el paso con la esperanza de dar la media vuelta e irme de ahí, pero era demasiado tarde porque ella ya estaba mirando en mi dirección. — Margareta —. La saludé sin ánimo de nada. — Chantal. No creí que fueras a regresar algún día. — Pero aquí estoy, ¿qué se te ofrece? — Que te vayas de la empresa. Le estás causando muchos prob