CHANTAL
— ¡No te puedes casar con esta mujer! ¡Es la hija de una prostituta! —Gritó la mamá de mi prometido en plena ceremonia.
Franco, mi prometido, me vio a los ojos con el rostro contraído por la sorpresa porque no estaba entendiendo nada. De nuevo mi pasado me estaba persiguiendo y esta vez lo hacía frente a todos mis conocidos, unos conocidos que me había costado mucho trabajo forjarme.
Todos en la iglesia contuvieron la respiración, observando el espectáculo de mi humillación porque eran una bola de chismosos que no perderían detalle alguno. La mayoría de ellos sacaron sus celulares para grabar lo que estaba pasando en ese momento.
— Mamá, ¿podrías bajar la voz? —Le dijo Franco a su mamá. Estaba apenado y quería esconder la cabeza en otro lado—. Es mi boda. Habíamos hablado de esto, Chantal va a ser mi esposa.
— Iba a dejar en paz el asunto, pero Dios es grande y me enteré a tiempo de que esta mujer de aquí es una embustera —. Me dio una bofetada.
Me llevé una mano a la mejilla para calmar el ardor que estaba sintiendo. Estaba demasiado nerviosa como para hablar porque de nuevo el peso de la profesión de mi mamá estaba haciendo estragos en mi vida. Mi madre había sido la prosti*tuta ¿Por qué me estaban condenando a mí?
— Dile la verdad, maldita perra —. Quiso darme otra bofetada, pero Franco la paró en seco.
A mí las palabras me habían abandonado porque por más que estaba huyendo de esa vida, siempre me perseguía.
— Basta, mamá. Estás arruinando mi ceremonia —. Le mostró los dientes, amenazantes.
— Lo único que estás haciendo es arruinar tu futuro con esta mujersuela que seguramente tu engatusó por tu dinero ¡Qué se puede esperar de la hija de una prostituta!
— ¿Es verdad lo que está diciendo? ¿Eres la hija de una prostituta? —Se volvió a mirarme y entonces lo supe, al interrogarme con el miedo de que lo que su mamá estaba diciendo fuera real.
Para ese entonces mi menor preocupación era que el maquillaje se me corriera por las lágrimas, porque dos de ellas se deslizaron por mis mejillas.
— Sí, mi mamá fue una prostituta, pero eso no tiene nada que ver conmigo. . .
Me interrumpí al ver la pesadilla que me había perseguido durante todos estos años. Vi el horror y el asco reflejados en su rostro, algo que me pegó como un cuchillo largo en el fondo de mis entrañas paralizando también mi corazón. Lo amaba, en verdad lo amaba y me dolía que todo se estuviera yendo a la mierda.
El silencio hizo un ruido mortal en mis oídos, y el aire me faltó. A pesar de los cuchicheos de asombro por parte de los invitados que nos estaban rodeando, sentí que el silencio que él me estaba dedicando a mí era sepulcral.
Me miró a los ojos con una mezca de lástima, dolor, desprecio y asco.
— No me puedo casar con la hija de una prostituta —. Dijo Franco contrayendo la cara con la voz más aspera e insensible que le había escuchado.
No me vio a los ojos al dar la media vuelta y dejarme abandonada en el altar, frente a todos, frente a las cámaras de las red**es soc**iales inundando el internet.
Me dejó sola pagando un pecado que no era mío.
Me dejé caer en el suelo y me llevé las manos a la cara para cubrir una vergüenza que no debía ser mía. No puede evitar llorar y de nuevo me estaba preguntando que por qué tenía que arrastrar con una mala imagen, si mi mamá era la prostituta, no yo. Yo había luchado para forjarme una vida, pero todo se había ido a la mierda porque pesaba más ser la hija de una mujer de la vida galante, que la hija bastarda de un hombre poderoso como mi papá.
Fue ese mi punto de quiebre, donde me limpié las lágrimas diciéndome a mí misma que no quería que nadie más me humillara. No era yo la prostituta, no había pedido nacer como una aventura de put**ero, no quería llorar más.
A partir de ese momento mis deseos de venganza empezaron a alimentarse.
Era el principio de mi nacimiento como la reina de la venganza.