—Perdón… Honey —susurró Haarón, estando inconsciente. Lágrimas, emergieron de sus ojos. Honey estuvo viéndolo por un rato más. Entonces salió a la sala de estar y se quedó escribiendo durante mucho tiempo, hasta que el sueño le ganó y volvió a la recámara, donde se acostó al lado de Haarón; no le había gustado en lo más mínimo lo que había hecho. Pero, en su pequeña y escasa gracia, le otorgaría el indulto, solo por esta vez, porque si ocurría de nuevo, acabaría todo entre los dos, sin titubear y sin darle largas al asunto. Haarón se despertó con resaca; le dolía la cabeza, como si le hubieran dado un fuerte golpe. La luz del sol, lo molestaban en los ojos, como si se los estuviera quemando. Apenas y podía moverse, porque percibía que tenía un hueco en el cráneo, como si le hubieran est