La Abogada de la Mafia

No. Salvatore no es mi apellido real. El señor Lucio fue el que decidió qué nombre debería tomar tras mi salida del hospital. Me dejó conservar el nombre de Alicia solo porque sonaba melodioso a sus oídos. Muy considerado, ¿no es cierto? Quizás pueda parecer que me estoy quejando de mis circunstancias. No lo hago. Estoy agradecida por lo que he conseguido. Claro, no estaría aquí de no ser por la familia Piccolomini, pero el trabajo para ellos ha sido extenuante, por decir lo mínimo. Extenuante y peligroso. El señor Lucio nunca reparó en mi educación. Sus hijos mayores, Lucrezia y Rafael, compartieron conmigo sus clases privadas; sus fiestas exclusivas y sus escapadas en medio de la noche. Fue así porque Lucio y su esposa, la señora Ekaterina Ivankov, permitía que sus hijos disfrutaran la ilusión de la libertad, aún cuando un destacamento de seis guardaespaldas nos custodiaba a pocos pasos. Nada podía ser más adecuado para los Lucrezia y Rafael Piccolomini, hijos de la familia de la Mafia más poderoso de Europa, al tener como patriarca al Magnate de la Droga GB54 y a su lado, la mujer conocida como La Emperatriz en todos los círculos rusos vinculados al tráfico de armas. ¿Yo? Alicia Salvatore... Yo no era más que una invitada. Una rescatada y recibidora de la amabilidad de la familia de la mafia más peligrosa de Italia. El objeto de la caridad de la Señora Ekaterina al verme moribunda, luego de sobrevivir a un tiroteo que le costó la vida a mis padres y a mi hermano. Yo no era más que una niña sin recuerdos ni vida anterior, lista para moldear en sus manos como arcilla suave y pagar, con mi intelecto y mis habilidades, los años de colegios privados y placeres caros que había desarrollado bajo la tutela de una familia criminal. ¿Mi profesión? La primera mujer Consigliere de la mafia mundial. ¿Y si era buena en ello? Era la mejor... hasta que lo conocí a él.