Llegó a la oficina, donde estaba su madre esperando por ella, mientras Gabriel y Linda estaban trabajando.
-Señorita, déjenos – tan pronto vio a su hija entrar, Violeta habló con prepotencia, haciendo que Linda saliera de inmediato. -¿Qué es lo que está sucediendo realmente? –Le preguntó con molestia.
-Green no está del todo equivocado, pronto estaremos en bancarrota, porque alguien está desviando recursos – reveló con enfado.
-¡¿Qué?! –Se escucharon los dos casi al unísono, con estupefacción.
-Dime Gabriel, ¿no sabías nada? –Ángela clavó su mirada en él, queriendo observar su reacción, si había algo que lo delatara.
-¿Me estás acusando de algo? –Gabriel no apartó sus ojos de ella.
-¡Por Dios Ángela! ¡Es tu hermano! –Se escuchó la voz de Violeta casi con la de Gabriel; pero Ángela necesitaba rodearse de personas de su confianza, y eso incluía confrontar a su hermano, para que no tuviera duda de su inocencia y de su apoyo incondicional hacia ella.
-Sólo quiero que me digas que no estás inmiscuido en este asunto, porque cuando llegue a la verdad, si resulta que estabas enterado, no voy a tentarme el corazón Gabriel –Ángela advirtió.
-No vas a encontrar nada en mi contra, porque no sé nada – estaban en una pelea de miradas: Ángela penetrándolo, intentando leer hasta su pensamiento; y Gabriel molesto, ¿cómo era posible que desconfiara incluso de él?
-Eso espero – le dijo con frialdad y cambió el tema. –Esta vez necesitas actuar como un vicepresidente – el comentario provocó que Gabriel hiciera una mueca – necesito más ojos y oídos, que estés atento a todo, y lo más importante, que uses el cerebro. –
-¡Ángela, deja de denigrar a tu hermano! –Violeta trató de reprenderla.
Pero la ignoró por completo. -Gabriel, ella está totalmente desentendida – hizo referencia a su madre; – y yo, no estaré siempre para arreglar tus faltas de atención. Está vez al parecer llegué a tiempo, pero no sé si la próxima vez lo haga. –
-¿Vas a dejarme la presidencia de nuevo? –Escuchar sus palabras, provocaron que Gabriel hablara un poco más calmado.
-No lo sé. Los gemelos tienen 6 años Gabriel, aún me necesitan; Miguel y Max… - hizo una pausa, él pudo notar cómo se le quebró la voz. -Quiero pasar tiempo con ellos – esa faceta de su hermana, la descubrió cuando se casó y tuvo a Max. Su lado maternal, le hizo descubrir su vulnerabilidad.
-Está bien, sólo dime qué es necesario hacer – su hermano cedió, haciendo que Violeta sonriera: sus hijos se unían de nuevo.
Se cubrió el rostro con ambas manos, estaba frustrada. –Hay que descubrir dónde está el dinero. –
Violeta vio las cajas. -Hay que revisar los libros contables – dijo en voz baja, dándose cuenta que Ángela iba muchos pasos adelante. Se puso de pie y tomó una caja, se puso los lentes y comenzó a revisar las carpetas.
Ángela llamó a Linda, y entre las tres repasaron las carpetas, una y otra vez. Pero el resultado fue el mismo, tuvo ese sentimiento de que toda la tarde había sido una pérdida de tiempo, porque no parecía haber nada en los libros.
Llegó a casa poco más de las 10, sólo que Magda no la había esperado, le dejó la cena lista en el horno. Observó a sus hijos, a cada uno desde la puerta de sus respectivas habitaciones, sintiéndose culpable por dejarlos de manera abrupta; pero convencida, que de eso dependía el poder ofrecerles una buena vida, libre de carencias y con un futuro mejor que el de muchos. Con eso en mente, se fue a dormir.
La mañana siguiente, Magda le tenía el desayuno de nuevo listo, y salió temprano, sin querer ver a los niños. Encendió el auto, pero se quedó sentada, pensando. Necesitaba tiempo; no obstante, el dinero se estaba yendo, ¿acaso necesitaría una auditoría externa? ¡No! Definitivamente no quería un escándalo. ¿Cuánto estaba dispuesta a sacrificar?
Arrancó el auto, para llegar al bufete de Abogados Foster S.C. Tuvo que esperar hasta que abrieran, para poder preguntar por su amigo Luke Foster, que la recibió con amabilidad, alegría y obviamente, sorpresa.
-¿Hace cuánto no nos veíamos Ángela? –Foster preguntó con entusiasmo, mientras se acercaba a saludarla con afecto.
-Desde tu boda –Ángela respondió en medio del abrazo.
-Ya van prácticamente 10 años de eso – él se separó para verla con cierto asombro.
-Y eso que tardaste en casarte Luke – ambos se rieron.
–Siéntate por favor –Foster extendió su mano hacia el lugar ofrecido. -Me encantaría que me visitaras por placer, pero ambos sabemos que no es así, ¿qué puedo hacer por ti? –Cuestionó sin rodeos.
-Necesito que evalúes todas mis propiedades y los autos – de ser necesario, haría uso de los bienes con los que contaba.
-¿Tan mal está la situación? –Foster había escuchado las noticias.
-No, pero quiero estar preparada – era verdad, además de que necesitaba comprar más tiempo.
-Entiendo. Necesito una lista de las propiedades y las ubicaciones – le requirió la información indispensable.
-Te lo enviaré por correo - se puso de pie, pensando en que tendría que recolectar los datos que le solicitó.
-Me alegra haberte visto, y cuenta conmigo para cualquier cosa –Foster extendió la mano para despedirse. Había utilizado un tono que para Ángela fue de consideración, el cual no le gustó.
-Voy a responder honestamente, Foster – él sonrió, tan solo escuchar que lo llamó por su apellido, le hizo saber que no se contendría. –Solo haz tu trabajo, no vayas a olvidar enviarme el costo de tus honorarios – soltó su mano, la que había apretado más de lo acostumbrado.
-Nunca vas a dejar tu orgullo de lado, ¿cierto? –Le dijo mientras la veía caminar hacia la puerta.
-Tan bien me conoces, que no deberías siquiera preguntarlo – con ese comentario, salió de la oficina del abogado.
Se dirigió hacia el corporativo, rogando porque tuviera el dinero suficiente para poder comprar el tiempo que necesitaba, y que pudiera descubrir la desviación del dinero, antes de que se consumiera todo de manera irremediable.
-Buenos días, Bella – saludó tan pronto llegó a la oficina.
-Buenos días Señora Vietz. Quiero pedirle una disculpa, ayer el licenciado Wood, llamó por teléfono prácticamente a la hora de la salida, para pedirle más tiempo, ya que no ha encontrado el documento que le solicitó – Ángela pensó mal, pero a esas alturas sospechaba de cualquier cosa.
-Llámalo, dile que es prioridad entre todas sus actividades – el hecho de que no estuviera disponible el documento, la hizo fijar su atención ante ese detalle.
-Sí señora. –
-¿Ya llegó Gabriel? –Iba a comenzar a controlar todo, incluyendo a su hermano.
-Sí, le entregué los documentos del día y Linda está revisando las carpetas – informó de manera inmediata.
-Gracias Bella – entró, viendo a Gabriel sentado en la silla detrás del escritorio, trabajando.
Carraspeó llamando la atención de ambos, levantó una ceja sin apartar la mirada de Gabriel.
-¿Qué? ¿Piensas quitarme mi oficina? –Fue como si le leyera los pensamientos.
-¿Disculpa? Ésta es la oficina de la presidencia, ¿eres tú el presidente? –Fue sarcástica con su comentario.
Gabriel se levantó, tomó sus cosas y comenzó a caminar hacia la salida, pero se detuvo. -¿También me vas a quitar a mi secretaria? –
-¿Ella es la secretaria de presidencia o de Gabriel Wright? –Volvió a utilizar el sarcasmo.
Lo hizo resoplar con frustración. –Quédatela. –
Ángela sonrió victoriosa, en ocasiones le gustaba molestarlo, después de todo era su hermano menor.
Llamó a su ahora secretaria. -Bella, enlace el teléfono de la vicepresidencia a su línea, estará por el momento apoyándome a mí y a mi hermano. –
-Está bien – la pobre secretaria no tenía otra opción.
Pasó la mañana revisando documentos diarios, correos; después de la comida, estudio el proyecto de la nueva ruta que estaba por abrirse, donde un par de inversionistas participaban para la adquisición de las unidades. Todos se despidieron a la hora de la salida; pero ella, decidió quedarse para darle una revisión a las carpetas de nueva cuenta.
Llegó a casa después de las 10, otra vez. Lo único que le agradó, fue que al día siguiente no tendría que levantarse temprano para trabajar, pero si para pasar el tiempo con sus hijos, porque era sábado.
Los recibió en la cocina, con sus platillos favoritos para desayunar.
-¡Mamá! –Gritaron al unísono, corriendo en su dirección; a excepción de Max, que se quedó un poco atrás, esperando a que sus hermanos menores dejaran de acapararla.
Se sintió tan bien, tan amada, que cada cosa que hacía valía la pena por ellos. Se sentaron los gemelos y Miguel en la barra, fue cuando Ángela abrazó a Max, quien la apretó con fuerza, era la señal suficiente para que supiera que la había extrañado.
-Niños, voy a tener que regresar a trabajar por un tiempo –Ángela suspiró con pesadez.
-Magda nos los dijo, vas a estar un poco ocupada y ya no podrás acompañarnos en todas nuestras actividades –Miguel sonrió, comprensivo.
-¿Vas a ir a nuestro recital mamá? –Preguntó Mario.
-Por supuesto – respondió apresurada.
-¿Por cuánto tiempo vas a estar trabajando? –Fue el turno de Max de interrogarla.
-Aún no lo sé; pero el que no me vean, no significa que no estoy enterada de sus cosas – se quedó viendo a Miguel por un instante, quien sonrió con culpabilidad, él era el que más trabajo le daba a Magda.
El resto del día lo pasaron juntos, jugando. El domingo fueron a comer a casa de Violeta, y la familia de Gabriel también estuvo ahí.
El lunes llegó, y antes de entrar al corporativo, pasó saliva, deseando que esa semana tuviera mejor suerte.