Pero me llamó solo para decirme que mi horóscopo del día prometía grandes cambios. Estoy lejos de ser tan creyente en el esoterismo como mi amiga, pero ayer me vi obligado a aceptar que la predicción era correcta, o, al menos, yo pensaba que era correcta, hasta ahora. Camino hacia el fondo de la amplia planta baja, donde se encuentran los mostradores de recepción y unos torniquetes que dan acceso a los ascensores. Me acerco al mostrador con una sonrisa amistosa en mi rostro, pero la recepcionista me mira de arriba abajo con desdén antes de que pueda siquiera saludarla.
La actitud me molesta, pero no es como si pudiera culparla. Viste un uniforme delgado de color gris oscuro, su rostro está muy bien maquillado y sus labios están pintados de rojo. Lleva el pelo recogido en una cola de cabal
