El whisky me desgarra el paladar, el fuerte sabor domina mi boca, pero mi mente aún está completamente ocupada por la imagen de una Malena llorando, avergonzada y menospreciada. Entrecierro los ojos y llevo mis dedos al puente de mi nariz, tratando de controlar el flujo de sentimientos que me recorren. Quiero matar al maldito arrendador que lo hizo de esta manera, pero también quiero matar a todos los vecinos que hicieron el maldito chisme. Quiero matar a cualquiera que se acerque a dejarla en ese estado nuevamente. ¿Pero por qué? ¿Por qué carajos me molesta tanto la fragilidad de la chica que me siento homicida? No sé, no tengo idea. Pero es un hecho indiscutible. El bienestar de Malena me está volviendo loco. Me preocupa que esto esté pasando ahora, cuando solo nos conocemos desde hac