—¿Y este lugar? — preguntó Rosa al ver la mansión tan linda. —Mi nuevo hogar — le dijo Milo con una sonrisa. Rosa abrió los ojos de par en par. —¿Y qué hago yo aquí? Si la bruja de Sabira me ve me va a echar a patadas, y hoy no quiero empañar mi felicidad. — Milo abrazó a la anciana. —Sabira no te va a echar, primero porque es mi casa no de ella y segundo porque yo vivo solo aquí — Rosa lo miró sorprendida. —¿Qué has dicho? — no quería hacerse ilusiones. —Ven, quiero que te sientes — Milo la había llevado al hermoso jardín trasero, con vista a la piscina y un pequeño bosque. —Hace casi una semana me separé de Sabira. —Ay gracias al cielo — dijo la anciana interrumpiendolo cosa que lo hizo reír. — Perdón mi niño, pero la verdad lo he deseado siempre. Eso es lo mejor que has hech