CAPÍTULO 5

1298 Words
Madison no podía creer lo que estaba viendo, ese hombre era más que hermoso, su piel oscura estaba casi segura que contrataba con la de ella, su cabello era n***o, casi igual que sus ojos, tenía unos labios gruesos y muy apatecibles.  Ninguno podía dejar de verse a los ojos, era como si una gran y extraña conexión hubiera empezado a existir entre ellos.  Milo por un momento miró hacia atrás ¿había bajado en el piso correcto? Estaba seguro de que sí, pero con sólo mirar a su alrededor sabía que era su piso, ¿estaba muerto? Sacudió su cabeza al ver por donde se estaban yendo sus pensamientos.  Madison observó cómo él miraba todo confundido, por lo que armándose de valor se aclaró la garganta para llamar la atención del hombre cosa que consigo, con mucho nerviosismo sonrió y extendió su mano.  —Hola, soy Madison O'Neill, un gusto conocerlo. Supongo que usted es el señor Milo Bianchi. — Milo la miró de pies a cabeza ¿Esa mujer tenía algún defecto? Aparte de hermosa su voz era increíblemente dulce. ¿O'Neill?  —Hola, eres la nieta de Rosa — Madison asintió con la cabeza. — ¡Vaya! mucho gusto — dijo a fin extendiendo su mano, no sabía porqué pero sintió una sensación muy intensa por todo su cuerpo.  —Veo que ya se conocieron — dijo Rosita llegando con varios papeles. Milo se soltó de Madison y se giró hacia su secretaria.  —Buenos días Rosa. — abrazó a la anciana y besó su cabeza.  —Buenos días, creo que ha llegado algo tarde — dijo mirando los ojos de su niño, y de inmediato se dio cuenta de que había llorado.  —Sí, estaba resolviendo unos problemas — se soltó de ella y volvió a mirar al hermoso ángel de ojos celestes. — pensé que tú nieta entraría en estos días no hoy. — Maddie pensó que él estaba enojado por su presencia.  —Necesito ir enseñándole cómo tiene que manejar las cosas en la oficina, y como le gustan a usted. — Milo sonrió.  —Bueno, me parece perfecto, ahora, ¿podrías traerme un café? De verdad lo necesito.  —Claro que sí cariño, ya te lo traigo. — dijo colocando los papeles en el escritorio, mientras que Milo seguía observando a Madison.  —Bienvenida Madison, ojalá le guste el trabajo.  —Gracias señor — Milo solo asintió y entró a su oficina, con su corazón latiendo muy deprisa.  Madison también se encontraba igual, no podía dejar de temblar, se sentía extraña.  —Ven cariño, quiero enseñarte como le gusta el café a Milo, le gusta tomar mucho café, por lo que tendrás que llevarle una taza cada hora.  —Eso es mucha cafeína, abu, no es bueno para la salud. — Rosa se echó a reír al escuchar a su nieta.  —Lo sé, pero nunca me ha hecho caso, se lo he dicho millones de veces. —Rosa le enseñó cómo le gusta a Milo el café, y Madison se lo aprendió de memoria, de verdad quería ser tan buena como su abuela, ella era increíble.  —¿Puedo llevar el café? — Rosa asintió.  —Claro, ve, tengo mucho que enseñarte. — Madi tomó la bandeja y tocó la puerta.  — Adelante — Milo se extrañó de que Rosa tocara la puerta, seguro quería que su hermosa nieta tuviera los modales que ella había perdido en cuanto su padre se había jubilado.  —Aquí está su café señor — Milo al oír esa dulce voz levantó de inmediato su cabeza de la computadora.  —Muchas gracias señorita O'Neill — Milo la observaba de pies a cabeza y no pudo evitar excitarse y se maldijo, eso no debía estar pasando. Madison solamente sonrió.  —¿Necesita algo más? — Milo miró sus labios y luego volvió a mirar sus increíbles ojos, eran casi transparentes.  —Tienes unos ojos increíblemente hermosos. — Maddie se sorprendió mucho al oírlo, pero esta vez le sonrió más sincera.  —Gracias, me lo han dicho mucho, creo que fue lo único bueno que heredé de mi padre. — Milo notó algo en su voz y su mirada, pero no creía conveniente preguntar. — Ahora me retiro, tengo mucho que aprender. — ella volvió a sonreír y salió de ahí, Milo solo pudo soltar un gruñido, ¿Qué mierda le pasaba? Estaba malditamente excitado como nunca lo había estado. La señorita O'Neill no estaba vestida vulgar, pero mierda se veía preciosa, profesional y sexy así como andaba.  —Voy a volverme loco — dijo llevando sus manos al rostro.  —Creo que ya lo estás — Milo levantó su rostro al oír la voz de Rosita. —¿Qué? ¿Crees que no me di cuenta que has llorado? — Milo seguía observando a su viejita en silencio. — ¿Qué pasó con Sabira? — él hombre suspiró y le pidió con una mano que tomará asiento y ella así lo hizo.  —Quiero el divorcio, mi relación no va para ningún lado, pero tampoco quiero que digan que fui un mal esposo — Rosa bufó al oírlo.  —Ves, ya estás loco — dijo la anciana — ¿Quién podría decir algo así cuando todos saben por lo que has pasado?  —Rosa es difícil, Sabira se ha vuelto una alcohólica y una adicta, estoy casi seguro que por sus adicciones ha perdido a mis hijos — en ese momento sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas — ¿Sabes cuanto deseo un hijo? ¿Una familia? Y la vida siempre me arrebata esa felicidad. — A Rosa le dolía ver a su niño así, por lo que se levantó y lo abrazó.  —No es la vida la que te quita esa felicidad, es esa maldita bruja, no sé qué haces aún casado con ella Milo, debes divorciarte.  —Le he dado un ultimátum, y está vez pienso cumplirlo — dijo aún abrazado a esa mujer que era como una segunda madre para él.  —Espero y así sea, ya verás que muy pronto la vida te volverá a sonreír y te dará esa felicidad que tanto anhelas.  —Dios te oiga Rosita. — Milo se quedó viendo a la anciana con preguntas en sus ojos.  —¿Qué quieres decirme mi niño? — Milo sonrió, Rosa lo conocía muy bien.  —Antes de preguntar, quiero serte muy sincero Rosa. — se quedó callado por unos segundos antes de continuar hablando — Tu nieta es… — Rosa lo miró con una sonrisa.  —¿Hermosa? — terminó por él y aunque ya era un adulto, por primera vez después de mucho años se sonrojó, cosa que hizo reír a la mujer. — Pues la verdad sí, mis nietas son muy hermosas ambas, Maddie, tiene los ojos de su padre, pero todo lo demás es igual a mí hija, y Tara, ah mi pequeña, sacó los ojos de mi hija, y lo demás de su padre, ellas son una combinación perfecta.  —Ya veo. ¿Por qué nunca las había conocido?  —Usted sabe que no vengo a las fiestas, no me gustan además que siempre he querido cuidar bien de mis niñas, y ellas, bueno, han sido niñas muy caseras, solo han querido sacar adelante sus estudios. — Milo vio tristeza en los ojos de Rosa.  —¿Qué pasa?  —Me preocupan y lo seguirán haciendo hasta el día en que yo muera, ojalá Dios me permita verlas al lado de un hombre bueno y que realmente las ame, porque se lo merecen.  —Va a ver que así será Rosita.  —Eso espero mi niño, porque Madison al parecer piensa seguir con ese tipo, y sé que él le hará daño. 
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