Capítulo 13

2033 Words
Narra Meik Luego de la charla con Amelie sobre la relación entre Artur y yo, estábamos un poco más tranquilos, ella nos apoyaba. Acerqué más a Artur sintiendo como colocaba su cabeza en mi hombro. Recordé de repente lo que Henlein me había dicho en la tarde, separé rápidamente a Artur de mi e hice que me mirara. —Tu padre los llevará al campo de trabajo mañana a ti y a tu hermano. Les quiere mostrar su trabajo, diciendo que los hará hombres. No pude evitar hacer una mueca de desagrado al decir esto último, él posó su mano en mi mejilla y la acarició con delicadeza. —Está bien, mañana pasaremos el día con mi hermano y mi padre —me mostró una pequeña sonrisa—. No será el lugar más bonito del mundo, pero al menos no pasaré todo el día pensando en ti. —Está bien, pero nos tendremos que comportar —asintió aun acariciando mi mejilla—. Por ahora descansemos —lo senté en la cama—, quiero desestresarme un poco, quedé un poco tensionado de la charla con tu madre. Me levanté desabotonando mi camisa, sentí la mirada de Artur fija en mí. Cuando me saqué la prenda, me volví hacia él, logrando que desviase la mirada con un sonrojo en sus mejillas, sonreí al instante. —Eres realmente lindo cuando te sonrojas —me acerqué a él, Artur tomó mi mano y tiró un poco de ella, haciendo que me acercara más—. Ya entendí que quieres que te preste atención. Sonreí, coloqué mis manos en sus mejillas para luego besarlo, él correspondió al instante. Unos minutos después, nos separamos, Artur me sonrió levantándose de mi cama. —Voy a cambiarme. Salió de mi cuarto. Aproveché para cambiarme y esperarlo acostado. Pronto, Artur volvió conmigo ya con su pijama, apagó la luz y se acostó a mi lado, rodeé con mi brazo su cintura acercándolo más a mí. Lo miré en silencio, pensando en lo que tendrá que presenciar mañana por caprichos de su padre, solté un pequeño suspiro; al menos estaré ahí para sacarlos si la locura de Henlein sobrepasa el límite que ya había enseñado. —¿Sucede algo, Meik? —reaccioné con su voz, negué rápidamente con la cabeza—. ¿Por qué estás tan serio? No debes estarlo, ahora estará todo bien, no tendremos que ocultarnos tanto. Sonrió y me beso en la mejilla. Él tenía razón en parte, pero no me podía sacar de la mente lo que tendrán que ver mañana. Prendí el velador que se encontraba en mi mesa de luz, la luz era bastante tenue, permitiéndonos vernos. Me dio un beso rápido, aprovechando la cercanía, lo tomé de la cintura acercándolo más a mí. De repente escuché algunas gotas que comenzaban a golpear contra el vidrio de la ventana, pronto los golpecitos comenzaron a hacerse más fuertes y seguidos; nuevamente estaba lloviendo. Me volví a Artur, él me devolvió la mirada con un sonrojo en las mejillas; seguramente por el recuerdo de la última noche de tormenta que pasó en mi cuarto. Esbocé una sonrisa sin que pudiera evitarlo, pero negué con la cabeza, sabiendo lo que estaba pensando. —¿No? —preguntó para luego sonrojarse aún más, volví a negar con la cabeza. —Quiero pasar un rato tranquilo contigo, mañana tendremos un día bastante complicado, no será fácil estar allí. -—Meik, ¿no fuiste entrenado para ver cosas así? —asentí soltando un pequeño suspiro—. Lo siento, estoy acostumbrado a ver soldados como mi padre —acarició mi mejilla—. Tu eres considerado con todos; eres bueno realmente —sonrió de manera cariñosa, le correspondí con una pequeña sonrisa antes de besarlo. Pasé un tiempo mirándolo mientras él se quedaba dormido lentamente. Cuando noté que se encontraba profundamente dormido, apagué mi velador, arropé un poco mejor a Artur y me levanté. Me acerqué a la ventana al tiempo que prendía un cigarrillo. Miré hacia afuera, cada vez llovía más fuerte, casi no se podía ver a través de la cortina de agua. Aspiré el humo, para soltarlo unos instantes después de manera lenta; me preocupaba que los niños vieran algo que no deberían, nosotros teníamos años de entrenamiento, ellos son niños de mamá aún. Desvié la mirada hacia Artur, él estaba plácidamente dormido, acurrucado entre las sábanas como si nada de lo que ocurrirá mañana fuera realmente malo. Apagué el cigarrillo y volví a acostarme junto a él, lo miré unos cuantos minutos, apreciando su rostro tranquilo. Desperté temprano, más de lo que debía, me giré hacia la mesa de luz donde se encontraba mi reloj, este marcaba las cinco y media de la mañana, sonaría en unas pocas horas, solté un pequeño suspiro y volvía acomodarme mirando hacia Artur, quien me daba la espalda. Crucé mi brazo alrededor de su cintura, acercándolo más a mí. Miré la parte posterior de su cuello, pasé mi dedo índice lentamente por este, provocando que se moviera apartándose de mí, sonreí al instante, abrazándolo fuertemente. —¿Qué haces, Meik? —dijo de manera somnolienta—. ¿Qué hora es? —Temprano, vuelve a dormir, en un rato sonará el despertador. Comencé a acariciar su cabello, él volvió a dormirse en poco tiempo, esbocé una pequeña sonrisa y le besé en la mejilla con sumo cuidado para no despertarlo. El tiempo pasó y pronto se hicieron las siete de la mañana, hora en la que sonó el reloj despertador. Artur se abrazó más a mí, hundiendo su rostro en mi pecho, sonreí acariciando su cabello lentamente. —Arriba, Artur, ya es hora —murmuró algo que no pude entender dado a que tenía la cara hundida contra mi pecho—. No puedo entenderte si hablas pegado a mi pecho. Levantó la cabeza hacia mí, pero no abrió los ojos para mirarme, tenía una expresión realmente graciosa. Abrió la boca para hablar, pero no lo dejé decir ni una palabra, al instante, lo tomé de las mejillas plantándole un beso, el cual correspondió al instante. Pronto nos separamos, él me dedicó la mirada al fin, me sonrió y volvió a abrazarme. —No me quiero levantar, Meik, me quiero quedar aquí contigo más tiempo. Bien, volví al punto de sonreír como un idiota por culpa de este niño. —Ya es hora, nos tenemos que alistar —negó con la cabeza, comencé a hacerle cosquillas, provocando que empezara a reírse y se apartara de mí—. Es hora de que nos levantemos-le seguí haciendo cosquillas hasta que hizo que me apartase—. Es hora niño. Le di un corto beso para luego levantarme, o al menos intentarlo, porque ni bien hice un ademán de que me levantaría, Artur me tomó del brazo y tiró hacia él en un intento de que volviera a la posición de antes. —Es hora de levantarnos, Artur. No quiero que tu padre se enfade y me termine metiendo en el campo de trabajo o enviando al frente de batalla por no acatar sus órdenes —bufó soltando mi brazo, le sonreí para luego besar su mejilla—. Luego, ¿sí? Asintió de mala gana, me levanté, tomé mis cosas y me dirigí rápidamente al baño. Cuando estuve listo, volví a mi habitación, tomé mi cajetilla de cigarrillos y mi encendedor y bajé a la sala. Seguramente Artur se tardará porque aún tenía sueño. Cuando entré al comedor, pude ver a Isaac y Noah jugueteando un poco mientras desayunaban, ambos me saludaron cuando me vieron, volviendo a centrarse en su comida. No pasó mucho hasta que todos estuvimos en la mesa desayunando, menos Isaac que, cuando Henlein llegó a la mesa, lo envió al cuarto de las sirvientas. Luego de desayunar, Henlein, los niños y yo nos levantamos, la señora Amelie nos dio algo de comer y luego nos despidió cuando salimos hacia el campo de trabajo. Henlein comenzó a explicarle a sus hijos como trabajaban y cada parte del lugar, les presentaba a los soldados y denigraba a los prisioneros que intentaban sobrevivir haciendo lo que la mayoría de los soldados no quiere hacer. Me mantuve distraído durante el "paseo", mientras Henlein explicaba cosas que a los niños realmente no les importaban y simplemente se mantenían molestándose el uno al otro. Cuando se hizo la hora del almuerzo, el general nos llevó hasta la sala de reuniones, donde almorzamos lo que Amelie nos había dado. Luego, fueron a buscar a mi superior para papeleo, pero antes de salir de la habitación me ordenó que cuidara de sus hijos hasta que volviese. Decidí darle el permiso de dejarlos ir a dar una vuelta por los alrededores, con la única condición de que se cuidaran; sabía que Noah era un niño responsable, más que su hermano mayor, así que, sabía que estarían bien si él se mantenía serio. Pronto Henlein volvió conmigo y me cuestionó por dejar que sus hijos se fueran, pero, mientras me regañaba como si fuera otro de sus hijos, ambos niños aparecieron frente a nosotros. Noah se encontraba mojado y embarrado, mientras que su hermano parecía estarse aguantando la risa. —Papá, mira cómo ha terminado este idiota —dijo Artur haciendo que mi general se volviese hacia ellos. —¿Cómo terminé? Tú me empujaste, idiota —Noah lo empujó recibiendo otro como respuesta por parte de Artur. —¡Quédense quietos! —ambos niños se pusieron firmes ante la orden de su padre—. Noah ve a casa y quédate ahí, no quiero que sigas dando ese aspecto lamentable. Eres una vergüenza. El menor soltó un suspiro y, luego de asentir, se fue. Le dirigí una mirada a Artur que seguía burlándose de su hermano, pero al percatarse de mi mirada, su semblante se volvió serio. ------------------------------------------------------------------------ Luego de volver a la casa, Artur se fue directamente a darse un baño, mientras, yo me dirigía a la cocina a buscar una taza de café y algo para acompañarlo. En la cocina, me encontré con Amelie, quien, sin esperar un segundo, me extendió un plato con galletas. —Tenga, hay suficientes para usted y Artur. —Gracias señora, no tenía que molestarse en hacer para mí también. Puso una taza de café, un vaso con leche y las galletas en una bandeja y me la extendió. —Mi hijo seguro tiene hambre —sonrió—. Cuídelo mucho, ¿sí? —asentí dedicándole una pequeña sonrisa—. Háblele a Artur, no quiero que se sienta más desplazado —la miré sin comprender—. Noah no puede saber que Niklas está al tanto de ustedes y que no le importa, él no tiene ese tipo de apoyo, al menos de parte de su padre. Esta mañana me dijo que le gustaba mucho Isaac. Yo no tengo ningún problema con ello, se ven felices y Noah ha hecho mucho para lograr ponerlo medianamente a salvo, pero a mi esposo no le agrada mucho la idea de que lo tengamos en la casa, le hará menos gracia que su hijo le guste otro niño y, para peor, judío. Mantengan el secreto, ¿sí? No quiero que Noah se sienta mal y le tenga aún más rencor a su padre —asentí, ella sonrió y empujó un poco la bandeja—. Llévate esto antes de que todo se enfríe. Esbocé una sonrisa a modo de agradecimiento y me dirigí rápidamente a mi cuarto. Dejé la bandeja en el escritorio y me senté a esperar a Artur, tomé un sorbo de café y comencé a comer una de las galletas. —¿Mi madre ha hecho galletas? —Cierra la puerta, por favor, debemos hablar. Hizo loque le pedí, luego se acercó a mí y se sentó en mis piernas. Comencé aplaticarle lo que su madre me había pedido, Artur estuvo de acuerdo en todomomento; a pesar de que aún le gusta molestar a su hermano como si fuera unniño pequeño, es considerado con él y en cosas de este tipo parece entender queno debe lastimar a Noah. Solo en esto parece haber madurado lo suficiente.
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