Narra Artur
—Artur, levántate —escuché a Meik mientras me sacudía; no lo he escuchado entrar a mi cuarto—. Despabila, Artur, tengo que hablarte de algo —me senté adormilado, restregándome los ojos aún con sueño.
—¿Qué sucede? —bostecé intentando mantenerme despierto.
Tu padre se llevó a Isaac. Dijo que si no le cumplía ésta vez se lo llevará al campo nuevamente —me alteré al instante al escuchar esto, él solo soltó un pequeño suspiro—, que me llamaría para ser testigo de que el niño no servía y debían matarlo.
Pegué un respingo al escuchar esto último. Pensé rápidamente en Noah, en cuanto podría sufrir.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunté con la mente completamente en blanco —. Ve a buscarlo Meik, por favor —él asintió con una mueca que no supe identificar.
—Me pueden mandar al frente de batalla si me atrapan, pero haré lo posible porque no lo hagan.
Me dio un corto beso, para luego salir de mi cuarto. Prendí la luz y me senté en la cama dedicándome a esperar que nada sucediera ni con Meik ni con Isaac. Solté un suspiro pesado; si algo pasaba, mi hermano quedará destruido, mis abuelos y mi madre también lo estarán. Meik tampoco podrá aguantar no haber podido hacer nada siendo un soldado. Parecía que había pasado una eternidad hasta que vi a mi hermano y a Meik entrar por la puerta.
—¿Aún no te han llamado?
—No, pero no creo que tarden mucho en llamarme —se acercó a mí—. Haré lo que pueda para traerlo sin que se enteren.
—Será mejor que te vayas, Meik, o mi padre va a sacarte de la casa si descubre que tienes cercanía con nosotros, te enviará al campo con los demás o algo peor —mentí ahora que estaba frente a mi hermano. Meik asintió, me dio un corto beso y salió de mi cuarto—. Ven, Noah, estás pálido, parece que te estás por desmayar —rodeé sus hombros con mi brazo, lo llevé a mi cama y lo senté—. ¿Quieres quedarte a dormir aquí? Podemos hablar de lo que quieras hasta que te duermas.
—¿Podemos intentar dormir? —preguntó mi hermano de manera fría.
Me preocupaba verlo así, casi parecía catatónico. Me sentí un poco nervioso por no saber que debía hacer o cómo podía calmarlo.
-Acuéstate.
Apagué la luz, me acosté al lado de mi hermanito y lo arropé, me dio la espalda como si estuviera enojado conmigo o algo así, acerqué mi mano un poco a su cabello con la intención de acariciarlo, pero me arrepentí antes de llegar a tocar siquiera un pelo.
—Meik lo traerá —solté desviando mi mirada al techo—. Lo hará sabiendo que se juega la cabeza en esto —sentí que me largaría a llorar en cualquier momento—. Tengo miedo de que lo descubran y lo manden a combatir —comencé a parpadear intentando no llorar frente a mi hermano—. Se lo pedí por ti, ¿sabes? No quiero ser el único feliz.
Mierda, no puedo evitar que mi voz tiemble; no quiero llorar frente a Noah, no quiero que me vea como alguien débil.
—Me sentiré culpable si algo le pasa —su voz también tembló—. De todas maneras, gracias por intentar sacarlo de allí.
—Cuando nos vayamos no lo veré de todas maneras, así que no te sientas culpable —no debí haber dicho eso, no tenía que enterarse de que me metí en su cuarto cuando él y Isaac se fueron—. Ya duérmete, ¿sí? Es tarde y Meik nos despertará una vez que vuelva con Isaac.
Asintió. Cerré los ojos esperando que, por el bien de Noah, a mi padre no se le ocurra matarlo. quedará destruido si a Isaac le pasa algo.
Desperté sintiendo un sollozo. Abrí los ojos con pesadez, mi hermano no se encontraba a mi lado, me senté rápidamente y lo busqué con la mirada, él se encontraba sentado a los pies de la cama. Se cubría la cara con las manos, me acerqué a él y comencé a acariciar su cabello suavemente.
—¿Qué sucede, hermanito? —me senté a su lado y seguí acariciando su cabello—. Sé que estás preocupado, Noah, lo entiendo, pero esperemos un poco, Meik lo sacará de donde sea que esté —le rodeé los hombros con mi brazo y lo acerqué a mí para abrazarlo—. Ya no llores, a Isaac no le gustaría verte así.
Mi hermano me abrazó aferrándose a mí; era como cuando éramos niños y mi padre lo regañaba. De repente, sonaron en la puerta unos toques y luego ésta se abrió, Meik entró rápidamente a mi cuarto y cerró la puerta, tanto mi hermano como yo lo miramos.
—Henlein lo ha llevado a un calabozo y lo ha violado —desvié la mirada a mi hermano, su rostro se encontraba aún más llena de lágrimas—. Escúchame, Artur, tú tienes que ir en la mañana a explicarle a tu madre todo lo que sucede, Noah está muy afligido y no quiero que tenga que hablar de esto, le hará aún peor —asentí, miré hacia la ventana; ni siquiera se había hecho de día aún—. Noah, intenta descansar, por favor, haré lo posible, pero por ahora intenta descansar un poco, aún es de noche. Él estará bien, ¿sí? Se quedará en el calabozo, pero tu padre está en la casa ya, no le hará más daño —Meik se acercó a mí y me besó en la frente—. Ayuda a que tu hermano descanse un poco.
Volvió a besarme y luego se fue. Hice que mi hermano se acostara nuevamente, me acosté a su lado y lo arropé.
—Duerme, Noah, necesitas descansar; ambos lo necesitamos. Sé que todo esto te supera, pero estaré aquí para cuidar de ambos, por algo soy tu hermano mayor —lo abracé—. Ya descansa, te estarás durmiendo todo el día sino.
Me dio la espalda, acaricié su cabello suavemente intentando que se tranquilizara para que pudiera descansar. Pronto, el sueño comenzó a vencerme, mis ojos se cerraron instantáneamente.
Ni bien desperté, miré a mi hermano, él se encontraba profundamente dormido, desvié la mirada hacia mi reloj despertador, éste marcaba las diez y cuarto de la mañana; había dormido bastante más de lo que estoy acostumbrado y Noah seguramente seguirá durmiendo por unas horas más. Anoche nos desvelamos bastante, sin contar que él estuvo llorando bastante. Me levanté con sumo cuidado de no despertarlo, salí de mi cuarto y me alisté rápidamente para bajar. Una vez al pie de la escalera, pude ver algo de luz por debajo de la puerta del despacho de mi padre; seguramente no ha ido al cuarto con mi madre anoche, solo se ha quedado allí pensando en que lo que ha hecho está bien. Me encaminaba al comedor cuando escuché la puerta del despacho abrirse de un golpe.
—Señor, escúcheme, no debería estar haciendo esto —los pasos firmes de mi padre y Meik resonaron por el pasillo.
—Se lo merece —mi padre se detuvo—. Si no lo quieres usar es tu problema, pero yo le daré un uso productivo al menos hasta que decida llevarlo a las cámaras.
Salió rápidamente de la casa, miré a Meik, él soltó un suspiro. Me quedé observándolo sin decir nada, se veía pálido y ojeroso. Él tampoco la estaba pasando bien.
—Habla con tu madre de una vez, no pasará mucho hasta que se aburra de usar a Isaac como un juguete —dijo sin mirarme, para luego salir prácticamente corriendo.
Me dirigía al comedor, donde mi madre se encargaba de poner todo en la mesa, cuando me vio entrar, me sonrió.
—Buenos días, hijo, has dormido mucho hoy —sirvió un poco de leche en un vaso—. ¿Noah y Isaac no se han levantado?
No sabía que decirle, ella no tenía idea de que Isaac ni siquiera estaba en la casa. No tenía idea de todo lo que están sufriendo mi hermano y él.
—Mamá… —bajé la mirada—. Papá se ha llevado a Isaac al campo de trabajo, Mei… —me corregí rápidamente por si mi hermano se encontraba cerca y no lo había escuchado—… el señor Fellner, me ha dicho que se lo llevó anoche, Noah y yo apenas pudimos dormir. Mi hermano está realmente cansado, por eso sigue durmiendo
En el rostro de mi madre apareció una expresión que vacilaba entre la preocupación y el enojo. Se desplomó en su lugar llevándose las manos a la frente.
—¿Qué más te dijo? —tenía la voz temblorosa.
—Dijo que lo violó…
Mi madre se levantó rápidamente y salió del comedor, solté un suspiro pesado; mi padre se enojará, se enojará de verdad cuando mi madre hable con él para que libere a Isaac. De repente, escuché pasos acercarse al comedor, levanté la vista encontrándome con mi hermano, tenía cara de cansado, los ojos hinchados y el rostro pálido. Se sentó a mi lado, cruzó sus brazos sobre la mesa y recostó su cabeza en estos, ambos nos miramos en silencio, le acerqué el vaso que me había servido mi madre.
—Desayuna un poco, hermanito —suspiró levantándose—. Anda, toma un poco.
Tomó el vaso y bebió todo de un trago, le dediqué una pequeña sonrisa.
—Tranquilo, mamá y Meik lo traerán contigo.
Le acaricié el cabello, él solo asintió. No tengo idea de qué decir para tranquilizarlo, sé que Noah estará tranquilo hasta que lo vea. Pasó un par de horas hasta que mi padre volvió, Noah y yo nos encontrábamos en la sala jugando al ajedrez. Mi padre se encontraba solo, seguramente se había quedado con Isaac, él nos miró, pero rápidamente se dirigió a su despacho, dirigí mi mirada a mi hermano, él no había levantado la mirada del tablero, le revolví el cabello. Luego, me levanté y subí las escaleras, dirigiéndome al cuarto de mis padres.
—Mamá —toqué la puerta—, ¿puedo pasar? —no recibí respuesta del otro lado, abrí la puerta un poco—. Mamá, papá acaba de llegar —me asomé un poco, mi madre se encontraba sentada frente a su tocador.
—Está bien, hijo, lleva a Noah a tu cuarto y quédense allí —se levantó—. Ve.
Asentí; nunca había visto a mi madre tan seria. Ambos bajamos, me acerqué a Noah, mientras ella se dirigía al despacho de mi padre con paso firme, tomé a mi hermano de la mano, hice que se levantara y lo llevé escaleras arriba.
—¿Por qué subimos? —le hice un ademán para que guardara silencio.
—Mamá me lo pidió —le susurré—, pero quiero escuchar que le dice a papá.
Me senté en la escalera, él se sentó a mi lado. Comenzamos a escuchar murmullos, solo eso, ellos estaban encerrados en el despacho de mi padre y desde allí no podíamos escuchar absolutamente nada. Nos quedamos un rato largo ahí sentados intentando entender que era lo que tanto se gritaban el uno al otro; no es que me gustara escucharlos discutir, pero esto si me interesaba saber qué es lo que mi padre decidirá. De repente la puerta se abrió de un golpe.
—¡Ten pantalones y ve a sacar a ese niño del calabozo!
Escuché la voz de mi madre sumamente seria gritarle a mi padre, quien salió rápidamente en dirección a la puerta principal, detrás de él apareció mi madre.
—Me llevarás a dónde está ese niño ahora mismo y lo liberarás frente a mí.
Mi padre no dijo absolutamente nada, simplemente salió de la casa seguido por mi madre. Nos quedamos en silencio ambos, me levanté dirigiéndole la mirada a Noah, él también se levantó y bajó rápidamente, me le quedé mirando unos instantes, para luego ir a mi cuarto; ahora que Isaac va a volver, no pensaba molestarlos por hoy. Pasé un rato largo en mi habitación solo, esperando a que Meik viniera. No tenía muchas ganas de salir, no quería verle la cara a mi padre luego de que mi madre le gritara así, estaba seguro de que su orgullo estaba completamente herido. De repente unos toques en la puerta me hicieron desviar la mirada hacia esta, los golpes insistieron dado que no había contestado, se abrió un poco dejándome ver a Meik que se asomaba con una sonrisa en el rostro, entró a mi cuarto cerrando la puerta tras su espalda, se acercó y se sentó en el borde de la cama.
—Veo que tú también estas feliz de que todo esto haya terminado —negó con la cabeza—. ¿No?
—No ha terminado nada, solo que ahora Isaac está a salvo con tu hermano. Al menos he podido ayudar a ese niño.
Asentí sonriéndole, me senté acercándome a él, para besar su mejilla. Meik estaba tranquilo por fin, todo lo de Isaac lo tenía tensionado, pero ahora parecía un poco más relajado.
—Meik, tengo que decirte algo importante —él me miró rápidamente, su mirada se volvió seria con un dejo de preocupación—. Pronto me iré —bajé la mirada—. Mis abuelos nos llevaran a mi hermano, a Isaac y a mí a Holanda para ponernos a salvo.
Sentí que cruzaba su brazo alrededor de mi cintura, con algo de fuerza me acercó a él y me sentó en su regazo.
—Está bien, Artur, no estés triste por tener que irte, ¿sí? Te enviaré cartas constantemente e intentaré llamarte y pasarme horas hablando contigo —sonreí, él me acarició la mejilla haciendo que desviara la mirada hacia él—. No será lo mismo, lo sé. Te extrañaré muchísimo. Extrañaré besarte y abrazarte y dormir junto a ti —desvió la mirada unos segundos, para luego volver a mirarme—. Hagamos que funcione. Prometo que, al final de la guerra, estaremos juntos; viviremos juntos, conocerás a mi familia —sonrió, aunque en aquella sonrisa había un dejo de tristeza.
—Está bien, te esperaré el tiempo que sea necesario —lo rodeé por el cuello—. Solo intenta renunciar antes de que todo acabe, no quiero que te detengan como seguramente hagan con mi padre —asintió, le sonreí—. Quiero que hagamos todo lo que me acabas de decir —dicho esto lo besé. Será uno de los últimos besos que nos podremos dar antes de que me vaya a Holanda con mi hermano y Isaac; será el último en bastante tiempo.