Capítulo 12

2301 Words
Narra Artur Era bastante temprano, ni siquiera Meik se había despertado aún. Me acerqué a su rostro, besé su mejilla con sumo cuidado, para luego levantarme de la cama con el mismo cuidado que había tenido antes para no despertarlo. Salí de su cuarto, me metí en el mio, tomé algo de ropa, después me metí en el baño. —Espero que nadie más se levante ahora —pensé mientras ponía a llenar la bañera, me desvestí rápidamente y me metí sin esperar a que la bañera se llenase por completo—. Ahora entiendo por qué mi hermano odia tanto a mi padre, es realmente un idiota. Pasé un rato metido en la bañera, sin pensar en absolutamente nada, poco a poco comencé a escuchar pasos en el pasillo, supuse que serían las criadas o mi madre que ya se había levantado. Decidí salir de la bañera, me cambié rápidamente y salí del baño, justo al tiempo que Meik salía al pasillo, levanté la mirada hacia su rostro, él me sonrió, pero luego desvió la mirada hacia la habitación de mis padres, intuí que había escuchado a mi padre. De repente, escuché la puerta del cuarto principal abrirse bruscamente y los pasos firmes de mi padre. Rápidamente se acercó a mí, tomó mi brazo y, apretándolo un poco, me apartó de la puerta. —Sal de una vez de aquí —me empujó hacia Meik, quien me tomó entre sus brazos—. Recuerda que ahora eres propiedad de Fellner, sirve de algo y atiéndelo —nos dirigió una sonrisa repulsiva y cerró de un portazo. —¿E-es verdad lo que dijo? —me sobresalté al escuchar la voz de mi madre—. ¿Ese maldito infeliz ha regalado a mi hijo? Levanté la mirada a Meik, él aún me tenía entre sus brazos abrazándome con algo de fuerza. —Sí, es verdad. Me regaló a Artur para que lo use como quisiera —respondió en voz baja, me volví hacia mi madre, su mirada se enfrió de repente—. Pero no lo haré, no lo usaré como si no fuera más que un juguete, como lo ve Henlein —me soltó—, solo intentaré cuidar del niño. No se preocupe —Meik se acercó más a ella—. No le haré daño a su hijo, señora, de verdad no se preocupe. —Se lo encargo si es así... —mi madre me miró y pasó su mano por mi mejilla—. Le encargo mucho a mi hijo —acarició mi mejilla con su pulgar—. No deje que le pase nada, se lo ruego. Me besó en la frente y bajó las escaleras. Solté un pequeño suspiro y me giré hacia Meik, él dio un corto beso para luego mostrarme una pequeña sonrisa. —Ve a vestirte, luego bajaremos —asentí, me besó en la mejilla—. Ve. Me dirigí a mi cuarto, me cambié y me quedé un rato sentado en mi cama, mirando la ventana desde donde me encontraba. Pronto, escuché unos toques en la puerta, no contesté, los golpes insistieron un poco y luego la puerta se abrió, dejándome ver el rostro de Meik —¿Bajarás conmigo? Negué con la cabeza haciéndole un ademán para que se acercara a mí, y así lo hizo, cerró la puerta tras su espalda, se acercó y se puso en cuclillas frente a mí, sonreí acercándome a su rostro. —Ahora serás mi guardián ante mi madre —sonreí, él negó con la cabeza. —Ya era tu guardián antes de que tu madre se enterase —dicho esto, me dio un corto beso—. Ahora bajemos, quiero desayunar algo. Volvió a besarme, se levantó y salió de mi cuarto, imité sus acciones siguiéndolo, pero me detuve en el pasillo, frente al cuarto de mi hermano, toqué la puerta un par de veces, pero nadie contestó. Decidí entrar al cuarto, ellos se encontraban durmiendo aún, desvié la mirada hacia el escritorio de Noah. Nunca me había enterado de nada de mi hermano, tal vez pueda saber algo de él, después de todo, vivíamos bajo el mismo techo, pero éramos completos desconocidos. Revisé el escritorio intentando no hacer ruido para no despertarlos. No pasó mucho hasta que encontré unas cartas, eran de mis abuelos, al parecer se los llevarían tanto a él, como al judío a Holanda; solté un suspiro pesado y volví a dejar todo como estaba cuando entré. Volví a salir al pasillo, bajé rápidamente, Meik se encontraba al pie de la escalera esperándome, nos dirigimos al comedor juntos, donde nos sentamos. Mi madre junto a una de las criadas se dirigieron al sótano, dónde se encontraba el cuarto de ellas; seguramente les preguntará si necesitan algo. Pronto bajaron mi hermano y el judío a desayunar, ambos miramos al judío, quien se quedó unos pasos detrás de Noah. Luego de desayunar, Meik fue con mi padre a trabajar, dijo que pasaría toda la tarde con él, por lo que decidí salir con mi hermano y el judío. Pensé en llevarlos al lago donde me había llevado antes Meik. Atravesamos el bosque hasta llegar al lago y nos sentamos en la orilla. —¿Qué te ha pasado en el cuello? —preguntó mi hermano bajando el cuello de mi camisa; nadie había notado las marcas que me había dejado Meik hasta ahora, me alegra que haya sido solo él quien las notase. —¿Él tiene que estar escuchando? Prefiero contarte si no está. Ahora me parece tan asqueroso el tono que me pegó mi padre por pasar tanto tiempo con él. Noah se giró hacia el judío. —Ven, Isaac, siéntate conmigo —se acercó lentamente y se sentó junto a mi hermano—. No actúes como un sirviente, no lo eres —lo tomó de la mano, luego me miró nuevamente—. Él no dirá nada. Solté un suspiro pesado; no sé cuánto pueda confiar en ese niño, mi padre lo tortura y puede que, para librarse de eso, abra la boca. —Éstas marcas las hizo Fellner —sentí mi cara arder un poco—. Las hizo hace un par de días en mi cuarto. Fruncí un poco el ceño, no quería que se entere de que tan frecuente estamos juntos, ni que paso la noche en el cuarto de Meik, no tienen por qué saber tantos detalles. —¿Por qué te las hizo? Me giré rápidamente hacia él topándome con el rostro inocente de mi hermano. Me dio un poco de gracia verlo así. —Eres un niño aún —le sonreí de manera burlona—. ¿No lo entiendes? Él me marcó porque soy suyo, hermano —volví a sonreír; suyo, solo suyo, no podía esperar a que la guerra termine para estar con él el resto de nuestras vidas—. Meik me quiere solo para él. —Nunca te había visto así —la sonrisa en mi rostro se amplió un poco más. —Lo mismo digo —lo miré—. Mírate con él, no le has soltado la mano desde que se sentó contigo —me incliné dirigiendo la mirada al judío—. Cuida al idiota de mi hermano, ¿sí? y no dejes que algún soldado te aparte de él, jud... —Se llama Isaac, creo que lo he dicho muchas veces —me interrumpió, le dirigí una mirada rápida a mi hermano y volví a mirar a Isaac. —Bien, Isaac, no dejes que algún soldado te aparte de él y te mate. Le sonreí olvidando un poco ese odio que mi padre me ha hecho tenerle a los judíos. —Te estás comportando raro Artur. —Lo siento, es que encontré las cartas que te envían nuestros abuelos. Solo quería hacer las paces antes de que te vayas. Siempre fuimos un poco distantes; siempre estuve con papá y pretendía ser cómo él, pero creo que no es lo mio ser tan despiadado; no quiero ser así. Me era extraño ser tan sincero con mi hermano, normalmente no le digo nada de lo que pienso. De repente sentí como Noah me rodeaba los hombros con su brazo. —No eres tan idiotas como creía, hermano. Le di un pequeño codazo, él soltó una pequeña risa. Pasamos la tarde allí solo los tres, decidí darme una vuelta cada vez que escuchara los vehículos de las SS para evitar que los soldados vengan a buscar a Isaac. No dejaré que lo alejen de Noah ahora, además, prefiero que pasen una tarde tranquila lejos de todos esos idiotas. Luego de un par de horas, nuevamente tuve que ir a dar la vuelta por haber escuchado esos dichosos vehículos. —Artur, ¿a dónde vas? —me giré rápidamente al escuchar la voz de Meik—. ¿A dónde te diriges? Comienza a atardecer, he venido a buscarte —sonreí—. ¿Tu hermano y el otro niño se encuentran contigo? —Sí, vamos a buscarlos —tomé su mano y lo llevé hasta donde se encontraban ellos—. Noah, Isaac, vámonos a casa —ambos se giraron hacia mí—. Meik ha venido a buscarnos. Noah asintió, ambos se levantaron. Mi hermano tomó a Isaac de la mano y se acercó a nosotros. Miré a Meik de reojo, noté esa expresión de asco que fingía cada vez que estaba frente a ellos, le di un pequeño golpe en el brazo, logrando que desviara la mirada hacia mí. Una vez en casa, Noah y Isaac se metieron a bañarse, mientras Meik y yo subimos las escaleras con la intención de encerrarnos en su cuarto, pero una vez que estuvimos en el primer piso, mi madre nos detuvo. —Señor Fellner, ¿podría hablar con usted? —Meik asintió, me aparté de ellos con la intención de dirigirme a mi cuarto—. Contigo también quiero hablar Artur —me detuve en seco—. Sé que no es correcto que entre en su habitación, pero ¿podríamos hablar en su cuarto? Meik asintió dejándola pasar, luego me dejó pasar a mí. Una vez que los tres estuvimos dentro de la habitación, mi madre se sentó en la silla del escritorio e hizo que me acercara a ella —No crean que soy tonta —desvié la mirada rápidamente hacia Meik completamente nervioso. —¿A qué se refiere? —preguntó Meik; no me está gustando esto, no me está gustando nada de esto. —A ustedes —sí, definitivamente esto no iba a terminar bien. Mi madre tomó mi mano, desvié la mirada hacia ella—. Artur ya casi es un adulto, es completamente normal... bueno no de esta manera, pero no me meteré en las relaciones de mi hombrecito. Sentí mis mejillas arder al escuchar cómo me había llamado mi madre. Siempre me llamaba así cuando estábamos en presencia de alguien más, sabía que le encantaba ese sobrenombre, pero a mí me daban gana de que me tragara la tierra cada vez que lo escuchaba. —S-señora, no sé qué está pensando, pero Artur y yo... Mi madre levantó la mirada hacia él haciendo que Meik guarde silencio. —Señor Fellner, no me mienta en la cara, tengo la suficiente edad para darme cuenta de las cosas —sonrió, se levantó de la silla y se acercó a él llevándome con ella—. Solo le pido que lo cuide muy bien y que acepte el consejo que le di antes, les hará bien a los dos —se giró hacia mí, noté que sus ojos estaban llenos de lágrimas—. Tu hermano y tú ya no son mis pequeños bebés, ya se han convertido en hombres. Ten cuidado con tu padre, ya hablaré con tu hermano o hazlo tú, si puedes —asentí—. Tengan cuidado con los demás, no todos entenderán esto —volví a asentir—. Puedes dormir con el señor Fellner, pero no todos los días. Mi madre nos miró a ambos, para luego salir del cuarto dejándonos solos, miré a Meik sin poder creer lo que acababa de ocurrir. —Supongo que ha aceptado que será mi suegra, al menos secretamente —sentí mi rostro arder—. Tu madre acepta tanto a tu hermano con el niño judío, como a nosotros. —¿Cómo se ha dado cuenta? No hemos hecho nada delante de ella —se encogió de hombros, sacándose el saco de su uniforme. —Las madres se dan cuenta de todo —aflojó el nudo de su corbata y desabrochó el cuello de la camisa—. Mi madre también se entera de todo con solo mirarme —dicho esto soltó un pequeño suspiro, lo tomé de la mano y lo llevé hasta la cama donde hice que se sentara. —¿Tu madre me aceptará? —se me quedó mirando unos instantes sin decir ni una palabra—. ¿Lo hará? —Estoy seguro de que te querrá mucho-sonrió, me tomó de la cintura y me sentó en sus piernas—. Cuando tenía tu edad me dijo que, mientras amara a alguien y sea feliz, ella también lo sería, sea quien sea —sonreí—. Le encantará saber que serás parte de nuestra familia. Me tomó del mentón y me besó, correspondí al instante. Me sentía más tranquilo sabiendo que mi madre nos cubrirá de ser necesario y que ya no tendremos que fingir delante de ella. Además, ya no tenía que preocuparme de que nos encuentren en este cuarto, después de todo, mi padre creía que era el juguete de Meik y mi madre sabía que él y yo estábamos juntos.
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