Narra Artur
Cuando llegamos a casa tomé mi bolso y me dirigí rápidamente a mi cuarto. Me encerré, tiré el bolso dentro del armario y me acosté. Me siento extraño desde que estoy tan cerca de él. Cerré los ojos, solté un pequeño suspiro intentando relajarme un poco. Me tomé unos minutos para intentar despejar mi mente y luego desempacar la ropa que había llevado.
Una hora después de tirarme en mi cama decidí desempacar. Casi no presté atención a lo que hacía, solo me dediqué a pensar en lo que había sucedido en apenas dos días, deteniéndome a pensar únicamente en la noche que dormimos juntos. Era la primera vez que dormía con alguien que no sea mi hermano, sin contar que, desde que Noah dejó de usar pañales, no hemos dormido juntos. Realmente me sentí distinto cuando estuve entre sus brazos, me sentí seguro con él, más allá de que era un soldado y su trabajo, entre otras cosas, era protegernos. Luego me detuve a pensar en la vuelta a casa, en cómo me sujetaba cuando intentaba dormir en el auto y cuando tomó mi mano, miré mi mano sintiendo como si aún lo estuviera haciendo.
—Me gustaría que lo volviese a hacer.
Sentí mi cara arder al instante. Me estaba comportando como un idiota y ni siquiera entendía mucho de lo que me estaba pasando. Solté un suspiro pesado, me levanté dejando lo que estaba haciendo, me quedaban un par de prendas por guardar pero aun así decidí dejarlo estar. Salí de mi cuarto, miré el cuarto vacío de mi hermano. Desde que llegué no había visto a Noah, seguramente se había levantado temprano como de costumbre y se habrá metido en el pequeño bosque cercano a la casa.
Bajé sin mucho que hacer, mi padre se encontraba en su despacho junto con Fellner. Mi madre seguramente estaba en la biblioteca, pero no me apetecía ir con ella, me parecía aburrida. Me senté en el sofá a esperar a mi padre y su mano derecha para poder hacer otra cosa que no sea mirar el techo. No pasó mucho hasta que los escuché salir del despacho y acercarse hablando de un viaje, mantuve mi cabeza baja mientras ellos se acercaban por el pasillo junto a la escalera.
—Artur —me llamó mi padre—, ven aquí —me levanté rápidamente y me acerqué a él—. Quiero que le avises a tu madre que nos iremos ella y yo en unos días, luego hablaré con ella sobre los detalles.
Asentí, subí las escaleras prácticamente corriendo y me dirigí a la biblioteca. Ella me miró y me sonrió. Le dije lo que mi padre me había mandado, ella me dejó solo en la biblioteca, seguramente, para hablar con mi padre. Por mi parte, salí de la biblioteca y me dirigí a mi cuarto caminando lentamente, arrastrando los pies sin mucho ánimo.
—Ya han vuelto —levanté la mirada encontrándome con mi hermano—. Mamá me ha dicho que ya no puedo salir hasta mañana, ¿quieres hacer algo?
Nunca creí que querría hacer algo con mi hermanito, pero, en vista de que Fellner estará ocupado con mi padre y mi madre, decidí hacerle caso a Noah.
—Claro, ¿por qué no? —él se dio media vuelta y se dirigió hacia la escalera, lo seguí con el mismo paso que antes.
Pasamos la tarde jugando cartas y hablando sobre lo que había pasado en la gala. Noah no parecía muy interesado en la charla, pero era todo lo que teníamos para hablar. Pronto, mi madre nos llamó para cenar. Como antes, Fellner se sentó frente a mí, logrando que me centrara solo en él y mi padre terminase regañándome por no comer.
Una vez que terminamos de cenar, Noah se encerró en su cuarto y mi madre se dedicó a limpiar junto con una criada. En cuanto a mi padre, él fue a su despacho junto a Fellner. Me quedé dando vueltas por la sala esperando a que terminasen de trabajar para estar con Fellner. No tenía mucho más que hacer y me moría de ganas por estar con él.
Las horas pasaban aburridas y lentamente, me acosté en el sillón mirando el blanco techo. Después de un rato, cerré los ojos e intenté escuchar sus voces, pero todo lo que podía escuchar era a las criadas terminando de limpiar la cocina y el comedor.
Desperté sintiendo que me movían, abrí los ojos encontrándome con el semblante serio de Fellner, él alzó la vista y luego la regresó a mi rostro. Sin perder un segundo, me tomó en brazos presionando ligeramente mi rostro contra su pecho.
—¿Aún duerme? —preguntó mi padre, Fellner asintió—. Llévalo a su cuarto.
Escuché los pasos de mi padre alejarse de nosotros hasta desaparecer. Cuando no lo escuché más, miré a Fellner logrando que mi sangre se agolpara en mi rostro al notar lo cerca que estábamos, él me dedicó una pequeña sonrisa.
—N-no hace falta que me lleve a mi cuarto —tartamudeé como idiota. Desvié la mirada completamente avergonzado.
—Tu padre me lo ordenó, tengo que hacerlo —sin decir más, se dirigió a las escaleras y las subió con sumo cuidado. Luego se dirigió a mi cuarto y me acostó en mi cama, cuando estaba por separarse de mí, sujeté su brazo, pero mis manos comenzaron a temblar al instante—. ¿Qué sucede? —sus ojos claros fijos en mi obligaron a que desviara mi mirada de su rostro.
—N-no es nada —solté lentamente su brazo. Posó su mano en mi cabeza y comenzó a acariciar mi cabello lentamente.
—Eres un niño muy lindo, ¿lo sabes? —sentí mi cara completa arder. No esperaba que dijera algo como eso. Decidí tragar mi vergüenza y sonreírle.
—¿D-de verdad lo cree? —aun tragándome la vergüenza no podía dejar de tartamudear como idiota. Volví a mirarlo, su rostro estaba adornado con una hermosa sonrisa, una que no había visto nunca en ningún otro soldado de las SS.
—Claro que lo creo, de otro modo no lo diría —su sonrisa se amplió un poco—. Bien... es hora de que duermas, tu padre te regañará —solté un pequeño suspiro para luego asentir levantándome de la cama.
—Tengo que cambiarme —saqué mi pijama y lo miré esperando que me dejase cambiarme, pero él no se movió ni un centímetro del borde de la cama donde se encontraba sentado—. Señor, tengo que cambiarme —parpadeó un par de veces para luego asentir. Se levantó rápidamente y se acercó a mí.
—Que descanses —me tomó del mentón y se acercó a mi rostro, nos quedamos mirándonos unos instantes que parecieron eternos. Finalmente, soltó un suspiro y me besó en la frente—. Puedes llamarme si necesitas algo en la noche, sabes que mi habitación es la de junto —asentí, él bajó la mirada unos segundos y pasó su pulgar suavemente por mi labio inferior, se separó de mí y salió del cuarto. ¿Estaba pensando en besarme? No, es un soldado, nunca podría pensar en besar a un niño como yo, menos tratándose del hijo de su superior.
—No, nunca se le cruzaría eso por la mente —solté un suspiro. Me desvestí, me puse mi pijama rápidamente y me acosté tapándome hasta la cabeza intentando alejar los pensamientos que invadían mi mente.
Las horas pasaron lentamente, di un par de vueltas en la cama antes de mirar el reloj y enterarme de que ya eran las tres de la mañana y no podía dormir. Me senté en la cama soltando un pequeño suspiro pesado. ¿Qué puedo hacer ahora sin despertar a los demás? Miré a mi alrededor sin mucha idea. De repente recordé que Fellner me había dicho que podía llamarlo si necesitaba algo, solo esperaba que no me odie por despertarlo. Me levanté de la cama, salí con cuidado de mi habitación, caminé hasta la habitación de Fellner dudando un poco sobre si tocar la puerta o no. Bajé la mirada notando la luz que salía por debajo de la puerta, solté un suspiro y, con nervios, llamé a la puerta. No pasaron ni dos segundos hasta que la puerta se abrió dejándome ver al soldado.
—¿Necesitas algo? —preguntó con una voz tan dulce que desentonaba completamente con su rostro serio.
—N-no puedo dormir —empecé diciendo, pero me sentía idiota tartamudeando al hablar, así que me quedé callado unos instantes jugueteando con mis manos.
—¿Quieres pasar? —asentí con la cabeza rápidamente, él se apartó de la puerta permitiéndome el paso, en cuanto entré noté su escritorio completamente repleto de papeles y carpetas—. Puedes sentarte en mi cama si quieres, tengo algo de trabajo, pero intentaré terminar pronto.
Me senté en la cama, mientras él se sentaba frente a su escritorio y abría una de las carpetas. Poco después de unos cuantos minutos, soltó un suspiro y se estiró en su silla.
—Creo que es suficiente —se giró a mirarme—. Dime, ¿por qué no podías dormir? ¿Has tenido una pesadilla? —negué con la cabeza. No estaba muy seguro de decir lo que sucedía.
—No es nada —dije sorprendiéndome por no haber tartamudeado como un idiota como lo venía haciendo cada vez que le hablaba—. Señor Fellner, ¿puedo dormir con usted esta noche? —bajó la mirada, luego la desvió a hacia la puerta, soltó un pequeño suspiro asintiendo.
—Está bien, acuéstate —se levantó del escritorio, tomó algo de ropa y comenzó a desvestirse. Desvié rápidamente la mirada de él sintiendo mi cara arder un poco.
—G-gracias.
Me acosté dando la espalda a Fellner, me arropé y cerré los ojos, él apagó la luz y se acostó a mi lado, bastante más cerca de lo que esperaba. Me mordí el labio un poco nervioso. Se encontraba más cerca de lo que imaginé que se acostaría.
—Te caerás si te quedas tan en el borde —lo escuché decir—. Acércate un poco, la cama es pequeña y no quiero que te lastimes —no me moví ni un milímetro esperando que pensara que estoy dormido—. ¿Ya estas dormido? —ésta vez susurró, cruzó sus brazos alrededor de mi cintura y me acercó a su cuerpo, pegándome a él con un abrazo.
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Desperté sintiendo como acariciaban mi cabello, solté un suspiro pesado, abrí los ojos y, con el ceño fruncido, levanté la mirada, creyendo que era mi madre, pero me encontré con el rostro de Fellner, él aún tenía los ojos cerrados, pero no parecía estar dormido. Me percaté de que me encontraba acostado sobre su pecho, mientras él me rodeaba con uno de sus brazos. Tomé su mano con la intención de apartarla, pero ni bien lo tomé, él entrelazó sus dedos con los míos rápidamente.
—Ya despertaste —dijo con voz ronca y adormilada, abrió los ojos con cierta pesadez—. Es temprano, seguramente ni tu padre está despierto ahora.
Desvié la mirada hacia la mesa de luz que se encontraba del lado da la cama en el que estaba yo. En esta estaba el despertador de Fellner, el cual marcaba las seis y media de la mañana, al instante, solté un bostezo por lo temprano que era.
—Puedo despertarte cuando sea un poco más tarde —negué con la cabeza.
—¿Tiene que seguir con el tema de los papeles? —él asintió, solté un pequeño suspiro e intenté levantarme, pero él me lo impidió.
—Seguiré con los papeles con tu padre, así que ahora puedes hacerme compañía, si quieres —sentí cómo me acercaba un poco a él, me acurruqué contra su pecho.
¿Por qué de nuevo me siento como un idiota estando con él? No entiendo por qué me hace sentir de ésta manera siempre. No entiendo por qué solo con Fellner sentía esto, aun así, cuando se encuentra ocupado, no podía evitar acercarme a él en la más mínima oportunidad.