CAPÍTULO ONCE Scarlet sintió cómo la empujaban por el oscuro pasillo de piedra de la cárcel, mientras descendían más y más hacia el interior de la tierra. Tenía las manos fuertemente agarradas con cadenas de plata detrás de la espalda, mientras que Ruth iba a su lado con un bozal en el hocico. Scarlet estaba aterrorizado al oír los gritos lejanos de los presos que se sentían más y más cerca. Sonaban como personas maliciosas, y sentía que la estaban llevando a las profundidades del infierno, hacia un manicomio. Cuando la empujaron de nuevo con fuerza en la espalda, Scarlet alcanzó a ver su guardián: era un hombre enorme, con una gran barriga llena de grasa, sin afeitar, y le faltaban varios dientes. Su aliento era horrible, incluso desde donde estaba. “¡Sigue moviéndote, pequeña mocosa!"