CAPÍTULO OCHO Scarlet vagaba por las calles estrechas de Jerusalén junto a Ruth, con una sensación que nunca antes había tenido. Era como si algo en su interior se hubiera desatado, algo que no entendía, y que no podía contener. Se sentía más animal que humana. Estaba al acecho de su próxima presa, y no confiaba en sí misma. El sabor y el olor de la sangre llenaba cada poro de Scarlet. Su primera cacería había sido indescriptible, más allá de lo que nunca pudo haber imaginado. La sensación de la sangre de ese hombre llenando sus venas le provocó algo que no podía explicar: se sentía llena de poder y fuerza al mismo tiempo. Como si hubiera nacido de nuevo. Sin embargo, también le había abierto el apetito. Le encendió un interruptor en su interior, le hizo darse cuenta de lo bien que se s