Claudicar o morir

1227 Words
Sentado en el rincón más oscuro de su casa, derrotado, sin fuerzas, comenzó a divagar en su pasado y lo que es su presente. Se limpió una y otra vez las lágrimas que ruedan por su rostro, preguntándose, si ese sería el final de su vida, el final de todo lo que le importaba. Deseando tener un poco de poder para exprimir el sol y poder calentarse una última vez antes de dar la pelea. Miró las fotos de Emilia junto a Vivían y su hijo que vive en el vientre de la mujer que ama, aquella foto era lo más valioso que guardaba en su teléfono móvil. Pensó en su padre; si estuviese vivo, de seguro el lo ayudaría sin importar las consecuencias, luego recordó algo que solía decir Eduardo; cuando seas presa de la oscuridad, cuando las tinieblas te rodeen, cuando toda luz desaparezca, no olvides que hasta la noche más oscura se doblega ante la luz de un amanecer. Ningún habitante en Campanario, apuesta a detener el mal que los envuelve y que se instaló en 1891. ¿Acaso aquello sería tan solo una excusa para lograr realizar el deseo y la voluntad de Isabel?, sin embargo, Ariel se ha dispuesto a desnudar el secreto que ha modelado la vida de los habitantes de Campanario. Salió dejando la puerta abierta, caminó a la cascada atravesando el bosque. Dejó atrás el miedo, iba en busca de Isabel, dispuesto a enfrentarla, para luego salir de ahí y poder acompañar a Vivían en el nacimiento de su hijo. Recorrió el bosque, y cada lugar donde pudiera estar Isabel y no encontró ni rastros de ella. Confundido, y ofuscado, iba de regreso cuando recordó un lugar donde se escondía cuando era niño. Caminó de regreso a la cascada, se introdujo debajo de ella por un costado, presionó una piedra y se abrió una puerta, entró y presionó por dentro una palanca y la puerta se cerró, estaba oscuro, no para él, que podía ver en la noche. Siguió un pasadizo para ver hasta dónde lo conducía, lo hizo de manera silenciosa, no quería llamar la atención de Isabel por si se encontraba por ahí. La imperiosa necesidad de Isabel, radica en su deseo codicioso que siente por la inmortalidad. Se sumergió en la oscura magia para lograr obtener una porción extra de vida, convirtiéndola en un ser egoísta y mezquino por convertir a Campanario en un pueblo triste y desolado al privarlo de contemplar la maravillosa luz que irradia del cielo, tanto de día como de noche. Ellos olvidaron como se ve una estrella en el firmamento, como se siente el sol en el rostro al contemplarlo, como se siente su calor en verano, o como se siente la lluvia cayendo en su cara. Perdieron la noción del tiempo y por ende olvidaron sus edades las que dejaron de contar cuando la espesa nubosidad se instaló en el lugar. Sus nombres apenas lo recuerdan. Guardan para si, una necia fe, aguardando el momento, cuando de inicio a la pelea entre el guardián y el nacido del enemigo. En tanto en Concepción, Vivían se pregunta el porque no ha regresado Ariel. Emilia y Ángel se la pasan encerrado estudiando música, tocando piano y guitarra. Emilia calla todo lo que siente por no tener a Ariel cerca. Ángel se esfuerza por mantener en calma a su prima, tené a que le pase algo al bebé que espera. —Bueno, debes ir con tu padre, llegaré en un momento— mencionó Ángel bajando la tapa del piano. —Cuidas a mi hermanito y a mi mamá— le dijo en forma de orden. —Tranquila, lo haré, si ella está bien, tu hermanito también lo estará. Tomó su mochila y caminó a la sala donde se encuentran sus padres. —Te veo pronto mamá, cuida de mi hermanito— dijo dando un beso en la panza de su madre, luego le dio un abrazo a ella. Vivian sonrió, luego respondió. —Lo haré, tú y él son mis más grandes tesoro. —Vamos— dijo Andrés, interrumpiendo de forma grotesca la comunicación de Emilia con su madre. Luego apareció Ángel en la sala. Solo hubo un cruce de miradas entre ellos. Ninguno de los dos se tolera, se evitan como si estuviesen la peste. —Imagino que te dijo alguna pesadez, es experto en querer hacer sentir mal a los demás. —Lo mismo de siempre. Está vez se burló, asegurando que Ariel nuevamente nos ha abandonado. —¿Haz hablado con tu hija?, sobre Ariel. Ella siente, no es que crea o piense, siente que Ariel está en peligro y que lo tienen contra su voluntad. He estado pensando ir al psiquiátrico. —No lo encontrarás ahí, él fue a Campanario. Le pedí que no lo hiciera, pero la desesperación por ayudar a su hermano, hizo que hiciera oído sordo a mi petición. Se quedaron en silencio reflexionando en lo dicho por Ángel, respecto al sentir de Emilia. En Campanario, el tiempo es más lento que en el exterior. El conjuro que envuelve al pueblito, hizo detener el tiempo, lo que no sabía Isabel, era que al entrar y salir Ariel del lugar, hacia que el tiempo comenzara a correr, igual que la manecillas del reloj al darle cuerda. Será que Ariel al fin se está despertando del letargo silencioso en el que se encuentra y que no es favorable para Isabel. Solo debe escarbar un poco más en el pasado y sacar a la superficie cada pieza para completar la historia y hacerle frente a su Bisabuela. A medida que avanza por el pasadizo, en Ariel se produce una catarsis impensada, que el mismo no logra entender, aquel acto catártico, lo siente fluir en sus venas, desde su memoria pasando por el corazón, eliminando todo mal recuerdo que le hacen dudar de su cordura. Continua caminando, siente fluir en el, una especie de poder, el cual le renueva la esperanza, y a la vez le hace sentir que pronto acabará su pesadilla. Sonrió el pensar en su hijo, y cuan dichoso estará de poder cargarlo en sus brazos. Se detuvo de golpe al sentir unas pisadas, no sabía si venía de detrás de él o sobre él. De pronto giró con rapidez, y ahí estaba frente a él Isabel y su lobo. Aquella noche, la luna atravesó con sus rayos, alumbrando a todo Campanario. Los habitantes se escondieron en sus casas. Por primera vez, luego de cientos de años, podían ver la luna brillar, podían ver como la oscuridad se retiraba dando paso a la luz lunar. —¿Es hoy?,— preguntó Ariel con tristeza. —Si— fue toda la respuesta de Isabel. —Entonces que esperamos, una vez convertido, debo pelear por la posición, pero antes, ¿puedo saber contra quién lo debo hacer? —Si, no tiene sentido dilatarlo más. Tendrás que enfrentarte a Eduardo. —¡Debe ser una broma!, él murió, yo lo vi morir. —Es cierto, a él se le paralizó el corazón, luego se le reactivó. Nunca haz creído en la magia, tampoco en lo sobrenatural. Ariel enmudeció al oír la confesión de Isabel. ¿Cómo podría enfrentarse al hombre que más ama, cómo podría enfrentarse a su padre, cómo podría enfrentarse al hombre que daría la vida por él?.

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