La verdad sea dicha, el matrimonio funcionó hasta que nació el niño: no era ideal, pero había sido soportable. Pero enseguida se disgustó, aunque fuera levemente: al volver de la luna de miel le llovieron requerimientos de p**o a nombre de Liliana. Los pagó todos él, fuera porque estaba enamoradísimo o porque ella insistió entre lágrimas que había sido huérfana y pobre pero a pesar de ello había tenido la suerte de encontrar a un chico, gracias a Dios, magnífico como él: ella nunca hubiera podido vivir sin el ambiente de Enrico y con su modesto sueldo, ni siquiera ahorrando, hubiera podido llegar por encima de sus posibilidades. La espontaneidad le conmovió: ¡Ay, mi querida Liliana! Querido estúpido. Lo que realmente le dolió fue que transcurridos unos meses su fe se acrecentó ligerame