La noche fue la más larga de su vida, Kerem sentía la necesidad de hacerla suya, se recriminaba duramente, no podía creer que le estuviera sucediendo aquello, siempre había sido capaz de controlar sus deseos.
Había estudiado en Estambul, todos los hijos de los jefes de los diferentes clanes lo hacían, tenían que prepararse muy bien por si era necesario que algún día tuvieran que estar al frente de su familia.
En la gran ciudad como la llamaban, tuvo que vencer muchas tentaciones, en ese tiempo estaba comprometido, además de enamorado profundamente.
Asya era una mujer muy bella, desde que lo plantó frente al altar su vida se había convertido en un infierno, le parecía verla en cada mujer que tenía algo parecido a ella, su cabello ondulado, sus ojos color café claro, no entendía porque lo había abandonado.
Él la había tratado como si fuera la flor más preciada y delicada de su jardín, Kerem no estaba de acuerdo con ciertas costumbres de la tribu, por eso cuando su hermano murió y le fue informado que ocuparía su puesto, decidió que cambiaría algunas cosas.
Intentaría empezar por las duras leyes, pero dos meses después fue que Asya lo abandonó, eso acabó con la ilusión que tenía, se sintió muerto por dentro.
A la tierra que fueres, ese dicho lo había escuchado Zeynep muchas veces, en su caso lo intentaba,pero no lo lograba, sentía que no tenía salida.
Había pensado en seguirles el juego y a la primera oportunidad escapar, pero le era imposible tolerarlos.
Siempre había luchado a favor de los derechos de la mujer, en su país había participado en varias campañas, y ahora se hallaba atrapada en un lugar donde los derechos de la mujer eran prácticamente inexistentes.
Hacia donde volteara podía observar como estaban acostumbrados a someter a las mujeres de la peor manera, lo veían completamente normal, y ellas sin tener otra opción tenían que aceptar ser tan solo un objeto en la vida de aquellos hombres.
Por la mañana cuando la chica se despertó, su malvado marido ya no estaba, se dio un relajante baño de agua caliente, en verdad lo necesitaba.
Cerró los ojos mientras repasaba las imágenes de todo lo que había sucedido desde su llegada a Diyat, cuando se encontró a Kerem en el aeropuerto, jamás se imaginó que sería el hombre que haría de su vida un completo infierno.
Aún estaba dentro de la bañera cuando escuchó que la puerta de la recámara se abría.
—¿Zeynep?
Era la voz de Kerem, al escucharlo sumergió la cabeza dentro del agua, él la llamó de nuevo, al no recibir respuesta abrió la puerta del baño, la vio ahí sumergida, se paró a un lado de ella.
—¿Qué quieres? Quizá para ti no sea importante la privacidad, pero podrías dejarme en paz cuando me estoy bañando —dijo cuando se dio cuenta que había entrado, afortunadamente había suficiente espuma en el agua como para ocultar su cuerpo.
—Te espero abajo, saldremos, necesitas vestir con la ropa que te ha comprado mi madre.
—No, contigo no iré a ningún lado, prefiero esperarte.
—Tienes veinte minutos, si no lo haces subiré y te vestiré yo mismo para bajarte a rastras.
Kerem salió inmediatamente después, Zeynep prefirió apurarse para bajar, ese hombre estaba loco y sabía que cumpliría su amenaza, la gran incógnita era, ¿A dónde quería que lo acompañara?
Se puso uno de los vestidos que ahí estaban, era en color rosa pastel, al igual que el anterior que se había puesto tenía flores bordadas, eligió otro par de botas.
Peinó su larga cabellera con mucho cuidado para después cubrirlo con un hermoso pañuelo también bordado, se maquilló ligeramente, puso énfasis en sus hermosos ojos, los delineó de una manera en la que se veían mucho más grandes.
Cuando bajó, uno de los guardias le indico que saliera para abordar el auto, al hacerlo pudo observar que Kerem ya se encontraba dentro, cuando ella subió, él volteó su rostro hacia otro lado.
—No sé para qué quieres que te acompañe, sí sabes que no nos soportamos mutuamente.
Kerem no contestó, solo la volteó a ver con una mirada que no necesitaba palabras, debía callarse, muy a su pesar Zeynep se quedó callada, ese bruto era capaz de cortarle la lengua.
El auto enfiló por calles empedradas, Zeynep observaba el paisaje, la tierra era árida, había polvo por todos lados, las pequeñas construcciones en su mayoría eran rústicas.
Imaginó que las únicas casas elegantes eran las que pertenecían al jefe y su familia-
Se preguntó sí alguna vez volvería a ver los prados verdes de su país, ese pueblo le parecía tan lúgubre.
Observó a las mujeres que caminaban por las calles, la mayoría con la cabeza cubierta, algunas otras también tenían el rostro cubierto.
Las más modernas lo llevaban al descubierto, pero todas tenían largas calcetas que cubrían hasta la pantorrilla.
Era un pueblo de costumbres arraigadas, donde al parecer las mujeres solo servían para atender a los hombres y ser sometidas por ellos, no pudo evitar que algunas lágrimas resbalaran por sus mejillas.
Kerem la observó por un momento, Zeynep veía aún por la ventana, él no podía negar que era muy hermosa, pero tan difícil de domar como una yegua bronca.
El auto se detuvo frente a una vieja construcción, estaban en la orilla del pueblo.
—¿Qué hacemos aquí? —Zeynep tuvo miedo en ese momento, ¿Acaso Kerem se desharía de ella?
—Baja —ordenó, enseguida bajó del auto.
Zeynep obedeció, no quería contrariarlo, quizás así tendría compasión de ella, se mostraría dócil cuando menos en ese momento.
—Sígueme —ella lo hizo, caminó detrás de él a paso lento.
Cuando estuvieron dentro del lugar, Zeynep pudo ver que había varios pequeños dentro, formados alrededor de un pequeño patio, estaban vestidos de manera humilde, todos saludaron a Kerem de manera alegre.
Habló con varios de los pequeños y con los que parecían ser los maestros, después le pidió a Zeynep que la acompañara a recorrer la pequeña escuela.
—Acompañame, quiero que te fijes en cada detalle de la construcción e instalaciones, como mi esposa, tienes deberes y uno de ellos será encargarte de la remodelación de este lugar, y de la construcción de las nuevas aulas.
A Zeynep se le iluminó el rostro, después de todo ese hombre no era tan neandertal como pensaba, tenía algo de humanidad dentro.
Kerem le dio un lápiz y una libreta, para que ahí anotara lo que ella considerara que hacía falta para que los pequeños estuvieran en un mejor lugar.
—Ahora como jefe puedo empezar a hacer estás cosas, en realidad nadie se preocupa por la educación de los niños del pueblo, la mayoría de los niños son envíados a estudiar fuera, pero las niñas deben de quedarse, y no se les da la oportunidad de estudiar, cómo pudiste ver, algunas de ellas ya acuden a las clases, pero la gran mayoría, sus padres no les dieron la autorización para venir aquí.
—Pero eres el jefe, podrías obligarlos.
—No es tán fácil, quizás podría hacer que las enviaran aquí, pero con el riesgo de que sus padres o hermanos tomarán la decisión de desaparecerlas, serían una vergüenza para la familia al no seguir las antiguas tradiciones.
Zeynep se horrorizó al escuchar aquello.
—No están de acuerdo en que sean maestros los que den clases, mujeres que estén preparadas para dar clases aquí no hay, y traer una de la ciudad no es viable, jamás aceptarían.
—¿Se podría construir una escuela en otro lugar para que vayan solo las niñas?
—Se podría, pero seguimos con el mismo problema, ¿Quién daría las clases para ellas?
—Tengo los estudios suficientes para hacerlo, podrían pedir a mi tía que envíe mis documentos para que así los padres vean que tengo la preparación adecuada.
—¿Estás dispuesta a pasar horas dando clases a las niñas?
—Por supuesto, las niñas del pueblo merecen poder prepararse, aprender y tener un mejor futuro.
—Sabes que la mayoría solo aprenderá lo que les enseñes, sus padres no permitirán que salgan del pueblo para continuar sus estudios.
—Por algo se empieza.
A Kerem le agrado la propuesta, cuando menos su esposa estaba dispuesta a ayudar, eso sería bien visto por la gente del pueblo, aunque sabía que su madre sería un gran problema, era de costumbres arraigadas, y que su nuera trabajara siendo maestra no sería de su agrado.
Un par de horas después, Zeynep tenía la lista de lo necesario, había hecho un croquis de las adecuaciones que podrían hacerse, estaba ilusionada con la idea de ser maestra y poder ayudar a todas esa niñas, además de que era la oportunidad perfecta para salir de esa casa y estar lejos de su suegra.
Regresaron a la casa en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos, Kerem sabía que le esperaba una gran discusión con su madre.
Sería mejor esperar hasta que la escuela estuviera construida para decirle, buscaría la manera de pedir los documentos a su tía sin enterar a sus padres.
Al llegar a la casa, Kerem bajó primero, extendió su mano para tomar la de la chica, pero está vez lo hizo de buena manera, ella accedió, estaba claro que estaban en medio de una tregua.
A Kerem le agradaba que ella hiciera planes a futuro en el pueblo, eso significaba que se estaba haciendo a la idea y no pensaba en huir de ahí.