Hasta que la muerte nos separe

2288 Words
ADVERTENCIA: Esta historia contiene personajes violentos, maltrato explicito, maltrato físico y psicológico, abuso en todas sus formas y temas que podrán lastimar la sensibilidad de algunas personas. Historia ++21 El mundo rompe a cualquiera. Muchos se hacen fuertes en los sitios rotos. Pero los que no se rompen, mueren. (Ernest Hemingway) —¿Aceptas a Ramses Olsen como tu esposo para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe? La iglesia se quedó en silencio. Miró hacia las bancas, sus hermanos la miraban sin tener la mínima idea de lo que estaba ocurriendo realmente. Su padre se encontraba en la banca mas cercana a los novios listo para saltar si ella tenia la absurda idea de salir corriendo. Su prometido frente a ella le sostenía las manos con tanta fuerza que estaba perdiendo la sensación en los dedos. El padre esperó pacientemente a que ella respondiera. “No, no quiero ¡No quiero! Sáquenme de aquí maldita sea, no quiero esto. Por favor alguien sáqueme de aquí!” —Aceptó— dijo con voz firme pero carente de cualquier alegría. Si los demás invitados lo notaron no le importó. Se tragó las ganas de hecharle a llorar mientras el novio le quitaba el velo blanco del rostro y tiraba de ella para besarla. Ada quiso escupirle cuando sus labios se encontraron pero se obligó a quedarse quieta. El apestaba a una colonia demasiado dulce y sus labios estaban resecos y rasposos. Solo pudo respirar correctamente cuando él se alejó de ella. —Por el poder que me concede Dios los declaró marido y mujer. La sala se llenó de aplausos de alegría, Ada pudo ver que el único que no aplaudía era su hermano Azael, era el mayor de sus hermanos varones y la miraba con esa expresión analítica que le había heredado a su madre. Él sabía que algo no iba bien pero no parecía tener la intención de hacer nada al respeto. Como siempre ella estaba sola. Se tenia solo a si misma para salvarse. La fiesta después de la boda fue un momento aún mas miserable que la boda. Ramses no le soltó la mano en ningún momento, la mano había pasado de dolerle a no sentir nada en absoluto y cada vez que quería soltarse él la apretaba mas fuerte. Ella sentía como si su nuevo esposo estuviera tirando de una correa que le impedía irse. Tenía que someterse a todas las felicitaciones y buenos deseos de personas que ni siquiera le importaban. Finalmente su padre se acercó a la mesa de los novios y ella quizo salir corriendo mas que nunca pero levantó la cabeza y le plantó cara sin dejarle ver su temor ni su desesperación. Sabía que su padre disfrutaba de verla débil y sumisa. No le iba a dar ese gusto. —Felicidades por su matrimonio— dijo refiriéndose a su esposo.— espero que sea un matrimonio que dure toda la vida. Ada entendió la implicación en las palabras de su padre. Si ella hacía cualquier cosa para intentar romper ese compromiso él destruiría lo que ella mas amaba. Ramses apretó aún mas su mano al responder. —Así será, señor Walk. Yo cuidaré bien de Ada. Llegaron por la noche a su nueva casa, era una impresionante mansión perfectamente colocada en la parte mas comercial de la ciudad donde cualquier servicio les quedaría al alcance pero al mismo tiempo estaba lo suficientemente apartada del mundo como para que Ada no pudiera escapar sin que Ramses la encontrara primero. Lo que él y su padre no sabían es que ella no iba a escapar, su padre tenía algo demasiado valioso para ella y mientras así fuera ella besaría el suelo donde su padre pisaba si él así se lo pedía. Ramses no la cargó para cruzar el umbral de la casa pero la abrazó desde atrás y comenzó a besarle el hombro en cuanto cerraron la puerta. —Vamos a la cama mejor— le dijo ella tratando de tragarse el asco y el rechazo que él le provocaba. —Sube entonces y prepárate para mi.— la susurró al oído antes de finalmente dejarla sola mientras se dirija al baño del primer piso. Ada entró en su habitación de casados y cerró la puerta tras ella. En cuanto se quedó sola se aflojó el corsé del vestido para poder respirar correctamente. Las lagrimas de desesperación se le acumularon en los ojos pero las obligó a retroceder. —No— se dijo.— no me voy a romper. Se quitó sola el esponjoso e incomodo vestido y lo lanzó a un lado en la habitación. El cuarto era mas grande que un departamento promedio, la cama era tres veces una cama individual, tenia un diseño antiguado y elegante con colores cafés y verdes oscuros. Era un cuarto sacado de los años cincuenta y el buró y los muebles de madera barnizada con articulados diseños solo lo hacia mas evidente. Ella se sentía como anticuada esposa de los años cincuenta en un matrimonio arreglado por su padre con un hombre que se sentía su dueño. Las ganas de llorar se hicieron mas fuerte pero las agarró y las lanzó fuera de la habitación. Aún no, se dijo. Aguanta otro poco, aún falta lo peor. Ramses apareció poco después en la habitación, ella se había puesto una bata blanca y se había metido en la cama, de igual manera tendría que desnudarse y no quería las manos de él sobre su cuerpo mas de lo necesario. “Solo acaba con esto, maldita sea” Le gritó mentalmente al hombre en la puerta que la contemplaba con horrorosa calma. Ella se sentía como carroña apunto de ser devorada por buitres. Ramses no era un hombre poco atractivo, de hecho era guapo, tenía un elegante rostro simétrico y un cabello café claro perfectamente peinado hacia atrás. Las fosas de su nariz, sin embargo, se abrían enormes como un toro. Él se acercó a la cama e inmediatamente se puso sobre ella aprisionando su cuerpo bajo el suyo. Él solo me movió un poco para acomodarse entre sus piernas y para desabrocharse el pantalón de vestir del traje que aún vestía. —He esperado todo el día para este momento.— dijo y Ada sintió como le abría la bata. La penetró sin ningún juego previo y sin estimularla ni un poco. Ella no era virgen pero le dolió como los mil demonios cuando el entró en su v****a seca y tensa. Cerró los ojos tratando de imaginar que estaba en otro lugar muy lejos de ahí. Su cabeza comenzó a golpear cabecera de la cama mientras él la penetraba con rudeza. Él no estaba en lo más mínimo interesado en el placer de ella. ¿Así se sentía ser una muñeca inflable? ¿Así se sentía ser usada? Afortunadamente él terminó rápido, lo sintió llenando su interior y luego retirándose. Sin decirle otra palabra se dejó caer al lado de ella y en pocos minutos reguló su respiración y se quedó dormido. Cuando ella se aseguró que él no despertaría se levantó al baño de la habitación y cerrando la puerta tras de si finalmente se rompió a llorar. Apretó una mano contra su boca para que su llanto no lo despertara. Se mordió la mano tanto que se dejó marcados los dientes tratando de mantener silenciosos sus sollozos. No supo cuanto tiempo pasó llorando en el baño pero finalmente se acercó al lavabo y se mojo la cara para limpiarse las lagrimas secas en su rostro. Su reflejo en el espejo era lamentable. Pero ella no se iba a romper, había llorado esa noche por última vez. Sobreviviría, sobreviviría a ese infierno y a ese matrimonio arreglado. Y se vengaría. Reiría al último. Ahora la tenían en el suelo con una bota en el cuello pero algún día llegaría su turno. Un día ella los haría pagar. Todos pagarían. —¡Ada!— le gritó Ramses desde la sala de visitas. Llevaban dos días de casados y ya la llamaba como si fuera un perro obediente. Ella apretó los puños sobre el libro en su regazo y lo cerró de golpe para ponerse de pie. “Tranquila, respira” Se dijo luchando por controlarse. “No pierdas el control” Caminó hacía la sala donde su esposo la llamaba. Estaba segura de que si no tuvieran tantos sirvientes a su disposición también la tendría como su sirvienta. —Siéntate, voy a presentarte a alguien. Ada caminó hasta el sillón individual lejos de Ramses acomodándose elegantemente el vestido n***o que caía suelto de su cintura al acomodarse en el sillón. No le pasó desapercibida la asquerosa mirada lasciva con la que Ramses la observaba. Ella fingió no prestarle atención. —Entra— ordenó Ramses y Ada escuchó la puerta exterior abrirse. Ella dejó lentamente la tasa de te que la mujer de servicio le servía al ver al hombre que entró a la casa. Impresionante era decir muy poco. Sin duda era la clase de hombre que las mujeres voltearía a ver en la calle y no solo por su claro atractivo si no por lo peligroso que lucía. El cabello n***o y largó lo tenía atado a la nuca, por su fuerte y trabajado cuello se veía lo que parecía el inicio de una tatuaje de una cola de dragón que bajaba escondiéndose dentro de su camisa de vestir blanca que desentonaba por completo con su salvaje apariencia. La camisa parecía lista para estallar contra los perfectamente trabajados músculos de su cuerpo, y no parecía un cuerpo ganado en un pomposo gimnasio si no un cuerpo ganado con sangre y sudor. Era tan alto que incluso tuvo que agacharse un poco para no golpearse con el umbral de la puerta. Ada se apresuró a beber de su te para humedecer sus labios que se habían secado de pronto pero se quedó con la tasa a medio camino cuando los oscuros ojos de ese hombre se encontraron con los de ella. A Ada le tembló la mano y la taza se calló al suelo rompiéndose escandalosamente. Finalmente su marido que había mantenido la atención en el hombre se volvió hacía ella. —¿Que haces? ¿Eres estúpida? Ada respiró profundo un par de veces antes de responder. —¿Jamás se te ha caído una taza, cariño?— preguntó inocentemente pero con la acusación implícita en la pregunta. Ramses la miró furioso pero pareció medirse por su invitado. —Siéntate Mason.— le indicó el lugar junto a él y frente a ella.— ella es mi esposa y de quien vas a encargarte. —¿Cómo que va a encargarse de mi?— le preguntó Ada. —¿Quieres algo de beber?— le preguntó al hombre pasando por completo de ella. Ada se estaba dando cuenta que respirar profundo ya no estaba funcionando. —Yo me encargaré de su seguridad— dijo una potente voz cortando el incomodo silencio. Ada se dió cuenta que el hombre es quien le había respondido. Mason. Así es como se llamaba. Su voz ocupaba espacio e intimidaba tanto como él. Y ya no tenía te para ocultar su boca seca. En especial por que Mason había mantenido una penetrante atención en ella desde el momento en que entró en la sala. Dios. Ada sintió como los latidos de su corazón se mantenían fuertes contra su pecho. Ada no pudo evitar notar lo enclenque parecía su esposo en comparación a Mason, aunque la mayoría de los hombres promedió palidecerían junto a Mason. —Será tu chofer y guardaespaldas, se en la clase de negocios que se encuentra tu padre y quiero mantenerte a salvo. “Y controlarte”completó Ada en su mente. —No necesito un guardaespaldas.— le cortó y Ramses levantó las cejas como si estuviera sorprendido por su osadía. Él aún no la conocía, pensaba que solo era la sumisa esposa a la que su padre había obligado a casarse sin que ella opusiera resistencia. Pero ella era Ada Walk y ella miró a su esposo como si no fuese mas que un inmundo gusano. —No te lo estoy preguntando— respondió Ramses. —Yo tampoco te lo estoy preguntando— respondió ella adornando su bonito rostro con una sonrisa tranquila pero retadora. Ada tal vez lo imaginó pero casi parecía como si Mason estuviera satisfecho de escucharla, solo pudo decirlo por el cambio en el brillo de sus ojos por que su expresión estaba tan imperturbable como cuando entró. —Mason, comenzaras a trabajar mañana en lugar de hoy, ¿de acuerdo? Retírate por ahora. Mason asintió a su lado y se puso de pie para salir de la habitación pero se detuvo frente a Ada, ella lo miró atentamente esperando lo que iba a hacer cuando este dió un paso al frente rodeando la mesita que los separaba. —Hasta luego… señora Walk.— Ada abrió los ojos sorprendida cuando el le hizo una leve reverencia antes de finalmente alejarse y salir de la habitación. Tal vez parecía un gesto normal pero el que él la hubiese llamado por su apellido de soltera significaba mucho. Él no la estaba viendo como la esposa de, si no como a un ser individual y eso la hizo sentir sorprendentemente bien. Mason dejó la casa con extraña lentitud, como si no estuviese muy seguro de irse pero finalmente salió. Lo siguiente que Ada registró fue un dolor penetrante que se empezaba en su pómulo y se extendía por toda su cara y su cuerpo derrumbándose sin elegancia en el suelo cuando Ramses se giró hacia ella y la golpeó.
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