Capítulo V

2136 Words
Una semana más de tensión s****l en la oficina, y empiezo a sentirme adicta. Lo que no me gusta son las amistades de Arturo, cuando no anda con los buenos para nada de Oliver, Andrés o Tomás, anda con las putas pasantes, Xander, Luisa y Macarena, de quien por cierto dicen las malas lenguas, que la han visto vomitando en el baño y bastante descompensada, ¿Será tan bruta para haberse dejado preñar por Iker? o ¿Lo habrá hecho adrede para amarrarlo? pienso, ella debería saber qué hijo no amarra hombre, pero bueno, es joven y se ve bastante estúpida así que, no lo dudo. Son las 7:30 de la mañana, es temprano, y extraño mi café, porque Arturo no ha llegado, pude comprarlo al subir, pero quiero que él me lo de. Salgo de mi oficina y viene entrando Arturo, chocamos y trae mi café en sus manos, que derrama por el impacto de nuestros cuerpos, él se sobresalta y yo quedo inmovilizada, el café ha caído sobre mi blusa de seda color melón y marca mis generosos pechos y la camisa de él, es un desastre de nuevo, me salpica la cara y algo sobre mi falda color n***o.  —¡Perdón Claudia! Lo siento, ha llegado usted más temprano, no sabía que ya estaba en su oficina. —¡Quede hecha un desastre! ¡Qué torpeza Arturo! ¿Y ahora? —pregunto. —¡Déjame limpiar su blusa, buscarle algo!  —¡Esto es seda! Se acerca a mí y  trata de secar mi blusa con una servilleta que traía, siento el peso de su mano a través de la servilleta sobre mis pechos y no puedo creerlo, él se da cuenta de lo que está haciendo y se separa alzando las manos. —¡Voy a esperar que abran la tienda y le buscaré algo! El secador, ya lo busco —dice y sale corriendo de mi oficina. Entro a mi baño y me encierro, me quito la blusa y debo mojarla toda, porque es de seda y el café está sobre ella. Estoy molesta y mi rostro está rojo, trato de respirar profundo, me doy cuenta de que también debo sacarme el brasier. ¡Genial! Pienso. Lo oigo entrar y me toca la puerta para pasarme el secador, abro con cautela y lo tomo. Comienzo a secar mis piezas de ropa allí mientras estoy desnuda de la cintura para arriba, limpio mis pechos en el lavabo y los seco con la toalla que tengo allí. —¡Lo siento mucho Claudia! —dice a través de la puerta. —¡Olvídalo Arturo! Limpia tu camisa. —¡Desde el accidente de la otra vez! Mantengo una muda extra aquí, se la ofrezco, le quedará grande, pero así nos ocupamos bien de su blusa y esperamos a que abra la tienda. Me tienta la idea de ponerme su camisa, y claro que acepto. —¡Pásamela!  El toca y me doy cuenta de que ya le tenía con él, se la recibo, cierro la puerta de nuevo. La aspiro acercándola a mi rostro, huele al perfume que él usa, es blanca de algodón sencilla, huele a hombre, huele a él, me la coloco sin brasier porque se está secando también, me queda grande, pero la amarro en mi estómago y arremango las mangas para que quede hasta debajo de mis codos. Salgo y lo veo en medio de mi oficina mirándome con curiosidad y algo de diversión en su rostro, al pervertido debe ponerlo que me ponga su camisa, además mis pechos están al aire y debe notarse. —¡Está usted preciosa Claudia! Una genia de la moda, parece una blusa que ha traído de su casa, se ve bien —dice con picardía. —¡Si Arturo! Puedo aguantar hasta que abran la tienda. —¡Pero yo no voy a aguantar! —dice. Lo miro sorprendida sin saber a qué se refiere, me mira con deseo y trata de evitar mirarme los pechos, aspira profundo. —¿Cómo? —pregunto. —¡Digo! Mi ropa es un desastre de nuevo —dice rápidamente. Un espíritu loco se apodera de mí y decido que quiero jugar con el muchacho, ponerlo nervioso, llevarlo al límite solo para mi diversión, él es muy profesional, entiende mis reglas así que sé que no se va a confundir. Me acerco mucho a él hasta quedar muy cerca de su rostro y veo cómo su respiración se agita y casi puedo escuchar su corazón latir más rápido, sus ojos color verde aceituna están expectantes recorriendo mis ojos y mi rostro, no se atreve a bajar la mirada porque se encontrará con mis redondos, grandes y blancos pechos, lo tomo por las manos con delicadeza, recorriendo con mi vista desde sus ojos hasta sus labios y hasta su paquete. —¡Ven! Vamos al baño a quitarte eso y a asearte —le digo casi susurrando. Él continúa examinando mis ojos sin hablar pero asiente, me sigue con sus manos entre las mías, mientras camino más adelante, casi puedo adivinar que está chequeando mi culo, entramos al baño cierro la puerta, me volteo hacia él y le sonrió mientras comienzo a desabotonar su camisa, comienzo por él botón de arriba, él está paralizado, suda y traga grueso, voy dejando al descubierto su torso perfecto, no disimulo y lo miro con descaro, termino con el último botón, saco la camisa de dentro de su pantalón de vestir y meto mis manos debajo de su camisa a la altura de sus hombros para retirársela, él se deja pero me doy cuenta de lo afectado que está, bajo mis manos por sus brazos fuertes y musculosos repitiendo el recorrido de su camisa, cuando lo ayudo a liberarse de ella, mis pechos quedan muy juntos de su torso desnudo, lo quiero ver vuelto loco por mí, así que me inclino hacia adelante y los pego de su pecho, escucho que suelta un leve y casi imperceptible gemido y me toma por las muñecas con sus fuertes manos, quedo sorprendida con los ojos abiertos de forma dramática mirándolo a los ojos. —¡Claudia! —dice con dificultad —. Puedo seguir solo.  Aún me mantiene inmovilizada y por alguna razón eso me excita mucho, nos miramos sin decir nada, este muchacho no va a dejar que yo juegue con él, muevo mis brazos para pedirle que me liberare, pero no lo hace, me mantiene atrapadas las muñecas con sus manos en el aire y comienza a bajarlas mientras me sostiene la mirada, tiene las pupilas dilatadas y puedo ver cada detalle de sus ojos y de su rostro, baja mis manos lo suficiente y con un movimiento sutil me las coloca detrás de mi espalda, mi corazón se desboca, y mi respiración se agita, trago grueso y me humedezco los labios, no sé qué va a hacer, aún nos miramos a los ojos, no sé qué quiero hacer, o que el haga, estoy muy excitada en la posición que él me tiene.  —¿Me vas a soltar? Para poder dejarte continuar solo —digo con dificultad en voz muy baja. —¿Me quiere dejar solo? Niego con la cabeza y él debió tomarlo como un permiso concedido. Baja su cabeza hasta mis pechos y su boca atrapa uno de mis pechos por encima de la tela, echo la cabeza hacia atrás y gimo, no me importa soltar ese gemido que había estado reprimiendo, su olor masculino me tiene loca y ahora la sensación de su boca húmeda en mi pecho. Humedece la camisa con su saliva justo encima de mi pecho, encuentra mi pezón y juguetea con su boca hermosa con él, su lengua está causando estragos sobre mi pecho, me aprieta más a él y siento su m*****o erecto contra mi vientre, y siento también el calor que emana de allí, estoy tan perdida que se me olvida dónde estoy y quién es él y quién soy yo. —¡Besame! —le ordeno, porque no me gusta que él tenga el control de la situación. Levanta su rostro agitado y su boca va sobre la mía, sigue sin soltarme así que no puedo acariciarlo y colgarme de su cuello como quiero pero recibo su boca sensual y hambrienta sobre la mía, vuelvo a gemir cuando siento su lengua explorando dentro de mí boca con experticia y sensualidad, me tiene vuelta loca, está desnudo de la cintura para arriba, me tiene atrapada contra él y no me deja acariciarlo. —¡Eres muy cruel! —gimo en su boca, él se ríe. —¡No Claudia! Usted es cruel —responde. Continúa el vaivén de su lengua dentro de mi boca, acaricia la mía con la suya y nuestras bocas no pueden estar más fundidas la una a la otra. De pronto separa nuestras bocas y mordisquea mi labio inferior, lo atrapa con sus labios y lo estira, vuelve a besarme con intensidad y me vuelve a hacer gemir. Escucho la puerta. ¡Maldita sea! Debe ser el idiota de César. Él se separa de mí con cara de aún estar muy excitado y me libera, se vuelve a colocar la camisa sucia de café, se acomoda el cabello y el bulto en su pantalón y sale. Yo me repaso y me acomodo y noto la humedad de su saliva sobre mi pecho, tomo el secador y lo enciendo sobre esa zona, se seca en unos instantes.  Me peino y me miro en el espejo, tengo mi rostro usualmente pálido muy rojo, me dirijo a mi escritorio y allí me siento, respiro profundo negándome a analizar lo que acaba de pasar, mi asistente personal me metió la lengua, jugó con mi pecho, y más nada, no hicimos más. Trato de recomponerme y ver que voy a hacer con la situación, yo quise jugar y el chico resultó orgulloso. Quizás lo mejor sea pretender que no paso, concluyó. Suena mi teléfono. —¡Si! —contesto esperando no oírme agitada. —¡Claudia! Miranda quiere saber si la puede recibir para una entrevista que necesita completar para su tesis de grado —pregunta Arturo con su voz firme. ¡Miranda! La maldita Barbie puta está ahora mismo tras la puerta con Arturo que estaba todo excitado. Me molesta la imagen de ellos dos si quiera conversando, sé que acabo de decir que me voy a hacer la loca con lo que paso con Arturo pero no quiero que otra en la corporación lo toque, ¡Es mío!, me digo. Me levanto hacia la puerta y la abro apenas, los miro y la muy puta le está acariciando el cabello y sonriendo tontamente, él está sentado y le sonríe de vuelta con expresión risueña, regreso a mi asiento. —¡Arturo! Si la voy a recibir pero no hoy, mañana en la tarde y ven enseguida por favor, dejaste un desastre aquí con él café, aún tienes que resolver eso —le digo con fingido tono de molestia. —¡Entendido Claudia! Ya le digo y voy enseguida para allá. Disculpe —dice con tono de nervios, que me doy cuenta de que es fingido, también quiere deshacerse de la rubiecita. Sonrío para mí. Ser la jefa tiene sus ventajas. Arturo vuelve a mi oficina, trae un trapo, se agacha a limpiar el piso sin decir nada. —¡Podrías decirle a la señora de limpieza! —¡No se preocupe! Voy a asear mi camisa, así que voy a tomar el secador para hacerlo, me dice señalando al baño. —¡Toma mi tarjeta de crédito, compra mi ropa, y compra una camisa para ti! Anda así mismo, ve. Él afirma con la cabeza, toma mi tarjeta y me mira con intensidad pero no menciona lo que hicimos en el baño, yo tampoco lo menciono. —¡Talla de brasier! —pide él.  Sonrío sin poder evitarlo. —¿Qué crees tú? —le pregunto coqueta, y me regaño por puta, porque pude decirle la talla y ya pero no, mi puta interior quería salir a dar un paseo, estaba desatada. —¡Tendría que tantear con la mano para hacerme una mejor idea, con la boca me puedo confundir! —dice como si me estuviera diciendo que el día está soleado. Me turbó de nuevo y estoy segura de querer seguir este juego con él, así que avanzo. —¡Ven! Tócame y dime, para que no te vayas confundido. —¡Usted la que manda! Dice y se acerca mi escritorio, giro la silla hacia mi derecha y él se acerca, se inclina sobre mí. —¡Pero mi vista es más aguda aún! Mejor los veo —dice sonriendo con malicia con su rostro muy cerca del mío. Entiendo que el maldito muchacho, sabe jugar, no se va a dejar manipular por mí. Acepto, afirmo con la cabeza y comienzo a desabotonar la camisa, lentamente mientras lo miro a los ojos, su expresión de diversión muta a una de expectación y deseo, siento que puede pasar cualquier cosa, y yo dejaría que pasara cualquier cosa, cuando termino, abro la blusa, y dejo al aire mis pechos, no le quito la mirada de los ojos, que están hipnotizados, regresa la vista a mis ojos, se humedece los labios, vuelve la vista a ellos con deseo. —¿Y? —pregunto. —¡Sé que traer! —dice y se gira sin más. ¡Dios mío! Qué chico. Llego a la conclusión de que estoy perdida, me percato de que llegamos a un punto en el que no podremos volver a ser los mismos, todo cambio, ¿o sí podría? Quizás sí, pienso, pero solo si dejo los tontos juegos de lado, pero no quiero hacerlo.
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