Capítulo 13

2822 Words
Ya había pasado dos días desde la gran noticia, y los cuchicheos y miradas no habían disminuido en absoluto. Aunque Ian parecía llevarlo mejor que ella, como ignoraba a todo el mundo, nadie se atrevía a decirle nada. Ella, por otro lado, recibió preguntas de todo el mundo. Sus compañeras, las chicas del comité de Eventos, e incluso de una profesora, que la detuvo en un recreo para preguntarle si el rumor era cierto. Hernán bromeaba sobre el tema de vez en cuando, pero Joaquín y Camila no hablaban al respecto. Eso era tranquilizador porque podía manejar las bromas, y no necesitaba mentirles a sus amigos. —Ahora que es tu novio, ¿No debería almorzar con nosotros? —Sugirió Hernán. —¿Te volviste loco? —Preguntó Camila. —No va a venir acá —. Admitió Pupi. No había forma que Ian se siente en la misma mesa que sus amigos, y no lo iba a obligar a eso. —No lo queremos acá. —Sentenció Joaquín y Camila asintió. —Por mí no hay problema. —Dijo Mei. —Por mí tampoco. —Estuvo de acuerdo Hernán. —Me genera curiosidad saber cómo consiguió a la chica que está catalogada como imposible, incluso para Joaquín. —Joaco lo fulminó con la mirada. Pero Hernán lo ignoró. —Creo que deberías invitarlo, es tu novio y sos mi amiga. —¿Qué te pasa hoy? —le reprochó Camila. —Es el novio de tu amiga, te guste o no. —No se va a sentar acá, ¿cuánto crees que va a durar? —Así duren un día o un año, es el novio de Pupi. —Sí el becado se sienta acá, yo me voy. —dictaminó Joaquín. No opinaba porque sabía que Ian no se iba a sentar con sus amigos, aunque ellos estuvieran de acuerdo, era estúpido entrar en esta discusión. Hernán le dedicó una mirada de disculpas. —Estás siendo egoísta con tu amiga. —Estoy siendo realista, el becado no pertenece a esta mesa. —Te juro, a veces no te soporto. Camila y Hernán comenzaban una de sus habituales peleas, no tenía ganas de presenciar eso, cuando ella era el motivo está vez. Se puso de pie, sujetó su táper para volver al aula. —Espera. —Joaquín la alcanzó. — Me rechazaste por años, no entiendo, Pupi. —No creo que haya nada para entender. Las cosas se dieron así. —era la respuesta más evasiva y la que más parecía dejar conforme a la gente. Siguieron caminando rumbo a las aulas. —¿Por qué él? —ya le había hecho esa pregunta mil veces. —En estos días no vi ninguna actitud diferente entre ustedes, apenas lo mirás. Joaquín estaba dudando y no tenía nada para decirle, no se comportaban como novios porque no lo eran. —No podemos hacer nada dentro del colegio. —fue lo primero que se le ocurrió, y era lo que mantenía en pie la mentira. —No es tu problema. —Ian habló detrás de ella, se giró para mirarlo con sorpresa. —No estaba hablando con vos. —Le advirtió Joaquín de forma violenta, pero Ian no pareció alterarse. —Vamos. —La sujetó de la muñeca y empezó a caminar. —Estamos haciendo una escena. —le susurró a Ian, que la ignoró por completo. —Ey. —gritó Joaquín. —No te olvides tu lugar, becado. Ese comentario la enojó, había dicho “becado” con tal asco que la hizo frenarse en seco. Lo único que tenían para insultar a Ian era su condición de becado. Se soltó del agarre y dio media vuelta para enfrentar a Joaquín. —El ser becado no tiene nada de malo. —se fue acercando a Joaquín, que la miraba confundido. Sí, estaba muy enojada. — No lo conoces, no tenes idea del esfuerzo que hace. Trabaja hasta muy tarde, logra mantener sus notas, y nunca se queja. La próxima vez que te quieras reír de él, pensá en eso, y si serías capaz de soportar todo sin lloriquear como un nene. —se giró para enfrentar a Ian nuevamente que la observaba sorprendido. —Vamos. Lo sujetó de la mano y caminaron hasta uno de los ingresos al sector de aulas. Ella seguía refunfuñando en voz baja. Había tolerado que lo insulten durante estos meses, y había tenido que reprimir la necesidad de explicar el gran esfuerzo que hacía día a día. Pero en su enojo, no se dio cuenta que lo había expuesto en mitad del patio, ahora todos sabrían que además trabajaba. —Pupi. —la llamó Ian. ¿La había llamado por su apodo? Se giró para enfrentarlo, sus manos seguían unidas, de un suave tirón la atrajo y la besó. —Gracias. —Susurró sobre sus labios, le sonrió y se fue. ¿La besó? Ian la había besado, ¿Por qué? Se llevó la mano a los labios. Su primer beso. Se giró para buscarlo, y se encontró con todo el colegio mirándola. La había besado, delante de todos. Mei se acercó lentamente con diversión en sus ojos. —Linda demostración de afecto. Muy pública. —bromeó —Me besó. —susurró. —Sí, lo vi, todos lo vimos. —¿Por qué me besó? No tiene sentido. —hablaba en susurros cuando sentía ganas de gritar. Debía contenerse o llamaría aún más la atención. —Lo acabas de defender en mitad del patio, hasta yo sentí el impulso de besarte. —comenzó a reír. — Vamos, va a sonar el timbre. Pupi no logró concentrarse el resto de la tarde. Ese beso se reproducía en su cabeza una y otra vez. La había alterado, no podía negar eso, su primer beso había sido delante de todo el colegio. De Ian. No había lógica para esto. —¡Algo se está quemando! El grito de Ian la arrancó de sus pensamientos. Mierda. Intentó apagar la hornalla, pero Ian la empujó hacia atrás. Había quemado el pollo que estaba salteando en el wok. —¿En qué estabas pensando? —Le preguntó mientras ponía todo bajo el agua. «En tu beso». —Perdón. —Presta atención cuando estás cocinando, Guadalupe. —Lo sé, perdón. —Llenaste el departamento de humo, otra vez. Ian se alejó para abrir la ventana que daba al balcón. Actuaba normal, el beso no había alterado la forma en que se dirigía a ella. Y la llamó Guadalupe, no Pupi. Sin embargo, ella no podía mirarlo a los ojos. —Perdón. —Tené un poco más de cuidado. —Acabo de arruinar la cena y el almuerzo de mañana. Perdón. Sintió como una lágrima rodaba por su mejilla. La limpió rápidamente y corrió a su habitación, no necesitaba seguir humillándose. Escuchó que Ian la llamaba, pero lo ignoró. Cerró la puerta y se metió en la cama. ¿Por qué lloraba? Había quemado la comida pero no era la primera vez. Las lágrimas caían sin cesar por sus mejillas. Era una idiota. Ian había actuado de forma normal. Lloraba porque ese beso no había significado nada para él, mientras que para ella significaba todo. Había sido su primer beso, lo recordaría el resto de su vida. En algún momento debió quedarse dormida porque se despertó con la alarma del celular. 6Am. Anoche no se había bañado. Ian no se despertaba hasta las 7Am. Tenía tiempo de una ducha rápida y de inventar algo para el almuerzo. Se duchó y se cambió en quince minutos. Abrió la heladera sin mucha esperanza, ayer había notado que hacía falta una visita al supermercado en carácter de urgente. Se sorprendió al ver los dos taper dentro. Sacó el suyo y lo abrió. Fideos con salsa. Abrió el de Ian y tenía lo mismo. —Anoche te llamé para cenar pero te quedaste dormida. Ian estaba en mitad de la sala llevando sólo un pantalón pijama, dejando a la vista su marcado abdomen. Sintió como sus mejillas elevaban temperatura. No era la primera vez que lo veía con el torso desnudo, pero era la primera vez que le daba vergüenza. Le dio la espalda de inmediato. —Gra... gracias. —Vos cocinas todos los días, no pasa nada. Escuchó la puerta del baño, aprovechó para irse a su habitación a secarse el pelo. Y luego preparó el desayuno para ambos. —Estas muy callada. ¿Tengo que asustarme? —No tengo nada para decir. —No lo miró. Generalmente era ella quien intentaba sacar temas de conversación. —Es raro no escucharte parlotear sobre tus mangas. — No leí ninguno anoche, me quedé dormida. Ian no le prestaba atención, estaba ojeando el libro de biología. El beso realmente no había significado nada para él. —¿Vamos? —¿Qué? ¿A dónde? —Al colegio, Guadalupe. Ya es hora. ¿Le estaba diciendo de ir juntos al colegio? Normalmente él se iba sin siquiera saludar. —¿Qué te pasa? —le preguntó desde la puerta algo impaciente, ella no se había movido. —¿Vamos a ir juntos al colegio? —Sí. Ya es tarde. Vamos. —Pero... —A esta altura nadie se va a sorprender. Como quieras, yo me voy. Salió del departamento. Guadalupe corrió a su habitación a buscar la mochila y lo alcanzó en el ascensor mientras se terminaba de abrigar. Hicieron todo el recorrido en absoluto silencio, y por primera vez Ian se equivocó. El colegio entero se detuvo cuando los vieron entrar juntos. Había sido una mala idea. Sin embargo, siguieron caminando hacia el sector de aulas. —Buen día. —La saludó antes de ingresar a su aula. —¿Eh? Ah, buen día. — siguió caminando hacia la suya. Mei ya estaba sentada en su lugar, dejó la mochila y la saludó. Camila llegó unos segundos después y las ignoró por completo. Miró a Mei en busca de una explicación, pero se encogió de hombros. Joaquín hizo lo mismo. Las ignoró. De él era entendible, había sido muy dura con él ayer. —Voy a disculparme con Joaquín. No estuvo bien lo que hice. —Había querido decir cada palabra, pero no había estado bien la forma en que lo había hecho. —Sos una hipócrita, Pupi. —Dijo Camila. —¿Perdón? — la miró, y se encontró con una mirada llena de odio, esa no era su amiga. —Le dijiste todo eso a Joaquín, y vos sos peor. Te sentís en un escalón más arriba como para ir señalando a los demás. Si vas a elegir a un becado por sobre tus amigos, no me interesa que sigas siendo mi amiga. —Me estás reprochando que salgo con un becado, y ¿yo señalo a los demás? Ni siquiera lo conoces. —Es becado. —dijo con asco, y eso la terminó de enojar. Todos sus compañeros las observaban discutir, estaba dando un show de nuevo, pero no se la iba a dejar pasar. —Me importa una mierda si es becado. Si no te dije nada es porque te conozco. Y desde ahora tu opinión también me importa una mierda, no busco ni necesito tu aprobación. No esperó una respuesta. Se volvió a sentar en su asiento, Mei le sujetó el hombro en señal de apoyo. No le gustaba confrontar a la gente, pero hasta ella tenía un límite. Se ignoraron el resto del día y no encontró el momento para hablar con Joaquín y cada vez que lo miraba él desviaba la mirada. Dejaría pasar unos días y lo volvería a intentar. Para el almuerzo decidió quedarse en el comedor, no tenía sentido ir al patio con la mitad de su grupo odiándola. Mei se le unió después que retiró su bandeja. —Supongo que seremos vos y yo desde ahora. —Perdón, anda al patio, puedo comer sola, no soy tan dependiente. Mei revoleo los ojos. —Estoy donde quiero estar. Y si sos dependiente. —Mucho. —Acotó Ian cuando se unió a la mesa. Ambas lo miraron sorprendidas. —Camila vino a mí salón insultándote. —Y me cortó. —agregó Hernán mientras se sentaba. Se ganó otra mirada de sorpresa. —Hace frío para almorzar en el patio. Nunca entendí porque nos juntamos ahí. Hernán e Ian en una misma mesa no estaba segura que sea una buena idea. Los observó a ambos pero se ignoraban. —¿Puedo comer tranquila o tengo que estar alerta a que se tiren con comida o algo así? —Mei fue directa, pero ninguno dijo nada.—¿Y ahora porque te cortó Camila? —Porque estoy a favor de la relación Pupi-Ian. —Eso ganó la atención de Ian, pero Hernán sólo miraba a Pupi. —Sos mi amiga, si esto te hace feliz entonces estoy con vos. Joaco tiene el ego herido, el fin de semana ya va a estar recuperado. Camila por otro lado, tiene mucho odio. Espero que lo resuelva pronto. —Gracias. —Ey, becado. —Ahora si miraba a Ian, y lo apuntaba con el tenedor, él le sostuvo la mirada—. Cuida a Pupi, y no la hagas llorar. —No es tu problema. —Le respondió con tono frío. Hernán le dedicó una mirada de asombro a cada una. —Lo acabo de defender ante mi ahora, ex novia, ¿así me paga? —Él es así. —Susurró Pupi. El silencio invadió la mesa. —Ya que nadie saca tema de conversación, y odio los silencios incómodos, terminé de leer El Túnel de Sábato. —Es material de lectura de quinto año. —Dijo Ian con asombro. —Sí, no somos tontas. ¡Sorpresa! —se burló Mei. —Todos vivimos en un túnel, sólo que algunos son más oscuros que otros. —comentó de forma casual. —Creo lo mismo. —estuvo de acuerdo Ian. Pupi los observó. Mei tenía mucho más cosas en común con Ian que ella. A Mei le gustaba Ian, e Ian podía gustar de Mei si la conocía lo suficiente. Por primera vez Mei había encontrado un chico que le gustaba y ella se metía en medio. —Yo todavía no empecé a leerlo. Mei, ¿Podrías darme clases particulares? —Hernán, a pesar de estar de novio con Camila, siempre le había gustado Mei, algún día lo admitiría. Mientras tanto hacia uso del humor. —No. —Fue la respuesta concisa de Mei, y le robó una risa a Ian. Pupi perdió el apetito. No podía soportar ser la piedra en el camino entre su mejor amiga y el chico que le gustaba. Cerró el táper con los fideos casi sin tocar. —¿No vas a comer? —Preguntó Hernán. —No. ¿Lo queres? Hernán estaba por agarrar el táper pero Ian se lo sacó antes. —Misma comida, tápers iguales pero de diferente color, ¿Se ponen de acuerdo el día anterior? Hernán era más observador de lo que parecía. —Casualidad. —contestó Ian. —¿Van a volver con Camila? —Pupi cambió el tema de conversación. —Supongo que sí. Siempre volvemos. —Tienen la relación más toxica que conozco. —Mei bebió de su botella de agua. —Si me das bola, pateo a todas las chicas que me persiguen. Mei observó el comedor detenidamente. —No veo a las chicas. —Es que le tienen miedo a Camila. Pero cuando ella no está, puedo decir que las chicas son muy atrevidas. En especial Soledad de tercero. Muy traviesa en su vocabulario. Hernán sonrió satisfecho como si recordara algo. —No podría salir con alguien que no me gusta. —confesó Ian. Hernán lo volvió a apuntar con el tenedor. —Tenes a la chica imposible, no te quejes. —No me quejé, dije que no podría salir con alguien que no me gusta. Y a pesar de eso, estaba metido en toda esta situación de tener que simular ser su novio. Si hubiese un sorteo para ganarse el odio de Ian, ella tenía todos los números. —¿Hoy a la tarde tienen planeado alguna cita o algo así? —preguntó Mei de repente. ¿Qué pregunta era esa? Ella sabía que la relación era una farsa. —Tengo que trabajar hoy. —respondió Ian rápidamente. —Entonces, Pupi, ¿hoy puedo ir a tu casa? —Ian iba a responder a eso, pero se dio cuenta que Hernán estaba presente. —¿Me prestas a mi amiga por hoy? Mei le sonrió de forma inocente. —Supongo que sí. —respondió Ian clavando esos ojos grises en su amiga. Pecó de inocente, y cayó en la trampa. Mei le guiñó un ojo, había sido una jugada sucia. Intentó sonreír a su amiga, pero si no solucionaba toda esta mentira lo antes posible, se ganaría el odio de Mei.
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