Capítulo 12

3483 Words
Junio llegó con mucho frío. Odiaba tener que salir a la calle con mil abrigos, o tener las manos frías. Llevaban tres meses y medio conviviendo con Ian, creía que la convivencia iba mejorando, el Ian hostil aparecía con menos frecuencia, sólo cuando consultaba sobre su familia. Ella solía hablar de sus padres, sobretodo cuando los extrañaba, o cuando algún recuerdo aparecía en su cabeza, e Ian escuchaba con atención, y varias veces le había seguido la conversación, pero nunca compartía nada de si mismo. Era una línea que nadie tenía permitido atravesar. No sabía nada de sus padres, o si tenía más familia o amigos. Su vida era un total misterio, y no lo podía negar, la volvía loca no saber, pero no cruzaba la línea, cuando él establecía el límite. Esperaba que en algún momento elija compartirlo con ella. Los preparativos de la kermese, que se iba a llevar a cabo antes a del receso de invierno, iban bien, teniendo en cuenta que no estaba su madre para ayudarla. Por primera vez, desde que toda esta aventura empezó, las cosas parecían marchar bien. Tal vez el tiempo de adaptación ya se había superado y ahora sólo vendrían tiempos mejores. Se encontraba en su asiento aguardando que la clase de historia comenzara, estaba evitando a sus amigos, porque estaban planeando sus vacaciones de invierno. No estaba celosa, sólo le recordaba que tan lejos estaban sus padres, aunque su mamá la llamaba todos los días, no era lo mismo. Para esta época, su padre solía pedirse unos días en el trabajo, y los tres se iban de vacaciones a Brasil, buscando calor, pero esto no sucedería este año. Pasaría sus vacaciones en Buenos Aires, lejos de ellos. Estaba con los brazos cruzados sobre el banco, y la cabeza descansando sobre ellos. —Guadalupe Levantó la cabeza de golpe. Reconoció la voz de inmediato, Ian estaba en la puerta de su aula. Todos la miraron sorprendidos. La misma sorpresa que ella sentía. ¿Ahora le hablaba en público? ¿Qué bicho le había picado? ¿Estaba drogado? —Guadalupe, podrías venir con tu libro de Historia, por favor. —Dijo desde la puerta, con el tono más severo y frío que le había escuchado. ¿Qué le pasaba? Sintió que su rostro ardía, Mei la miró divertida desde la otra esquina del aula, ella no encontraba lo divertido, era raro. Sacó su libro de la mochila y lo apoyó sobre su banco mientras volvía a acomodar todo. —¿Por qué tenes un libro de quinto? ¿Es de él? —Casi gritó Camila que se había acercado en algún momento. El pánico se apoderó de ella. — Guadalupe. —el gélido tono la obligó a obedecer. Ignoró la pregunta de Camila y se apresuró hacia él. Ayer habían estado estudiando, y los libros eran de la misma editorial, la portada era la misma, salvo que este tenía un 5, y el de ella un 4. Debió guardarlo por error. La sujetó por la muñeca en cuanto se acercó y la arrastró unos cuantos metros lejos de su aula. Al darse vuelta vio a todos sus compañeros observando como Ian la arrastraba por el pasillo, así que plantó los pies y lo obligó a detenerse. Tampoco era necesario hacer una escena. —¿Qué te pasa? Me equivoqué... Y se dio cuenta que no había forma de explicar cómo se había producido el cruce de libros sin caer en el dato que habían estado juntos en una misma habitación. —¿Cómo lo vas a explicar? Porque... —susurró. —¡Ya lo sé! — gritó. Respiró hondo, no podía gritar en mitad del pasillo. —Voy a pensar en algo. No te preocupes. —susurró esto último. —Estoy preocupado. Dame mi libro. —Confía en mí. Yo tampoco quiero que se sepa. Realizaron el intercambio de libros, y se aferró al suyo mientras caminaba de regreso al aula, con todas esas miradas entrometidas. Observó a sus compañeros que pedían, en gritos silenciosos, que explicara que había pasado. Buscó la mirada de Mei suplicando por ayuda, se encontraba muy nerviosa. —¿Por qué ese idiota tenía tu libro y vos el de él? —Camila fue la primera en preguntar cuando llegó a su asiento. Miró a su amiga, no quería mentirle, pero no podía decirle la verdad tampoco. No creía que ella tuviese la misma capacidad de Mei para aceptar esto, conocía a Camila. —Hay una muy buena explicación para esto... —se quedó pensando. Dios, no servía para mentir—. Lo que pasa es que... Su maldito cerebro estaba en blanco, y estaba muy nerviosa y esto no la ayudaba a tener pensamientos coherentes. Levantó la mirada hacia Joaquín, él también estaba esperando una respuesta. ¡TODO EL MALDITO SALÓN QUERÍA SABER! El tema era que le dolía tener que ocultar o mentirle a sus amigos, el resto se podía ir a la mierda, no les debía nada. —Están saliendo. Hace un par de días. —Dijo Mei de repente. Se giró para mirarla sorprendida. Al mismo tiempo que todo el aula gritaba un «¡¿Qué!?» que ella se moría por gritar también. Camila la sujetó de los hombros y la obligó a mirarla de nuevo. —¿Es joda? ¿Por qué? —No... es que... —No tenía idea que decir. Nadie creería que ellos dos estaban saliendo. —No es nada serio. —agregó Mei desde el fondo. Quería matar a su mejor amiga, la había metido en un lío aún peor. —Estudian juntos. —La cólera en la voz de Joaquín la sobresaltó. —Es un cerebrito, es su idea de cita. —Mei seguía añadiendo mentiras. ¡Oh por Dios! Ian iba a matarla cuando se enterara. La iba a descuartizar. Le había pedido que confíe en ella y lo había metido en un lío peor. Era más de lo que podía manejar. Salió corriendo del aula directo al hueco de la escalera. Una decisión muy cobarde, pero no quería mentirles a sus amigos. No tenía las agallas para llevar a adelante una mentira así, e involucrar a Ian, cuando le había pedido que confíe en ella. Ian en cuanto se enterara desmentiría todo y quedaría como mentirosa delante de sus amigos. Se metió bajo la escalera, nadie la encontraría ahí, y esperaba que sea así los siguientes diez años. Mei apareció unos segundos después. Mierda, duró poco. —Me va a matar. ¿Qué hiciste? Cuanto tiempo va a durar está mentira. Se va a venir abajo antes de que termine el día. ¿Por qué dijiste algo así? Fue estúpido. Le dije que confiara en mí. —sentía las lágrimas en sus ojos, era miedo. No tenía idea como afrontar esta situación, si alguien se enteraba que estaban viviendo juntos, era el final. Al salir corriendo se olvidó el bléiser del uniforme en el respaldo de su silla. Se abrazó a sí misma para darse calor y tranquilizarse. Debía pensar en algo. —Fue efectiva. Ya nadie piensa en el libro. Llevó sus manos hacia el cuello de Mei y simuló ahorcarla. No estaba ayudando en absoluto. —Ian me va a matar. —No seas tan dramática. Sostienen la mentira unos días. Después cortan y listo. No funcionó. Qué lástima, ya no estamos juntos... bla, bla. Somos adolescentes, nos enamoramos y desenamoramos todo el tiempo. Nadie va a sospechar. —Claro. Que genial idea. —ironizó.— vos le vas a contar a Ian tu magnífico plan. Yo no. Me da miedo. Mei puso los ojos en blanco. —Exagerada. Voy a buscarlo. ¿Exagerada? Eso lo dice porque ella nunca se topó con esa fría y cruel mirada gris. El tipo realmente daba miedo cuando estaba enojado. La había mirado así muchas veces. Había logrado mantener una relación cordial y la convivencia se había hecho soportable. ¿Con todo esto volverían al plan de guerra del comienzo? Sentía ganas de golpear algo, estaba enojada, triste y con miedo. Había arruinado todo. Intentó relajarse. Respiró hondo y exhaló lentamente. El corazón le latía a mil por segundo. Si el universo estaba a su favor, tal vez, moriría de un paro cardiaco antes de que llegue Ian. —No voy a hacer nada raro con vos en ese agujero. —se escuchó a Ian a lo lejos. Dadas las normas medievales del colegio, era un secreto a voces que el hueco de la escalera servía de escondite para las parejitas que buscaban un poco de intimidad. —No vamos a hacer nada raro. Y no se llama raro, se llama sexo. ¿Cuántos años tenes? ¿Diez? —y ahí estaba Mei, la que decía ser su amiga. Aparecieron en el campo de visión y vio la sorpresa en los ojos de Ian. ¿Esperaba estar solo con Mei? Una sensación rara la invadió por unos segundos, pero no tenía tiempo ni concentración para detenerse en ello. Mei no le había dicho nada, y por Dios que no iba a ser ella quien le diera la noticia. El asombro se convirtió en sospecha rápidamente. —¿Qué pasó? ¿Qué hiciste? Que tipo irritante, ni un solo voto de confianza a su favor. Y probablemente estaba en lo correcto. La primera vez que decide confiar en ella, termina generando un caos peor. —La idea es que permanezca en secreto lo que ya sabemos.—comenzó Mercedes, dedicó una mirada a cada uno. — Para justificar porque hubo una cruza de libros, dije que estaban saliendo. Dijo algo tan aterrador de una forma tan natural. No sabía si salir corriendo o aplaudir por tanta valentía. —¡¿Qué?! —Miró a Pupi. —Me dijiste que confíe en vos. Ahí estaba esa mirada acusadora. Y con derecho. Le había fallado y se sentía fatal. Bajó la mirada. —Perdón. —susurró. Aunque ella no había sido la de la idea, era su responsabilidad resolver esto. —No dramaticen. Dejen pasar uno o dos días, después cortan. Nadie se va a acordar en una semana. —¿Así de fácil? —Ian no terminaba de creer, y estaba enojado. No lo sería, el colegio no pasaría por alto algo así. ¡Se habían alterado por un táper! Esto no iba a ser fácil, en absoluto. —Así de fácil. —respondió con seguridad. —Somos adolescentes, nuestras relaciones no duran mucho, y nadie espera una respuesta lógica de por qué se terminan. —ironizó. —¿A quién le importa lo que siente un adolescente? Pupi observó cómo Ian comenzaba a considerar lo que decía Mei. —No va a funcionar. Nadie realmente va a creer que salimos. Algo en la mirada de Ian cambió de un segundo a otro. —Tiene razón, nadie va a creer que la princesa, sale conmigo. Hacía tiempo que no escuchaba el tono pedante en su voz. —No es lo que quise decir. —No había querido lastimarlo. Buscó su mirada, pero la esquivó. — Somos opuestos... —Y los opuestos se atraen. —interrumpió Mercedes. —Sólo debemos inventar una historia creíble de como empezó. —Pensé que nadie esperaba una historia. —ironizó Ian. —Algo para llenar el hueco de cómo se generó. Lo importante es que nadie sepa lo otro. Los tres se quedaron en silencio. No había nada que los uniera a fin de dar una historia creíble. No tenían amigos en común, incluso no tenía idea si Ian tenía amigos, nunca lo había visto con alguien. —No va a funcionar. —Repitió Guadalupe. —Clases particulares. —Sugirió Mei—. Sos horrible en matemática —la señaló —y él es un nerd... —No soy nerd.—dijo indignado. — Soy becado y debo mantener mis notas. —Sí lo sos. —susurró Pupi. —Soy responsable, no nerd. Vos sos irresponsable, dejas todo para último momento. —¡No dejo todo para último momento! —ahora si la miró a los ojos porque estaba enojado, pero no lo había dicho para lastimarlo.— Y no lo dije como algo malo. Te gustan las matemáticas y las computadoras, y está bien, no pasa nada, no te defiendas. Es lo que te gusta. Se sostuvieron la mirada unos segundos, sintió que por primera vez lo dejó sin palabras, porque la intensidad de su mirada aumentó, esos ojos grises la miraron de otra forma, el gris era casi plateado, y aunque tenía frío, sintió como un calor desconocido le recorría el cuerpo. —En fin, —rompió el contacto, y se sintió extraña por unos segundos. — Clases de matemática. ¿Qué tan mala sos? —Asquerosamente mala. Sacó un tres en el último examen. Su supuesta mejor amiga estaba decidida a hundirla en un océano de humillación. —¡¡¿Un tres?!! ¿No estabas estudiando la otra vez? —No me resulta fácil. —Pensé que era una condición, para vivir sola, que tus notas no bajaran.—Le recordó Mei. —¡Lo es! Ya estoy estudiando para el próximo examen. Hoy Mei estaba en la vereda enemiga. —Ella es muy ingenua, y yo no tengo tiempo para eso. ¿Creía que era ingenua? —En el colegio no tiene que cambiar nada, igual tampoco nos dejan hacer mucho. Sirve por todos lados, si los ven juntos, ya nadie se va a sorprender. —¿Por qué no me mandaste un mensaje de texto? Podríamos haber evitado todo esto. Pupi seguía pensando que esto era una mala idea. —No tengo tu número. Mei comenzó a reír. —Por primera vez el colegio es divertido. La imposible y el antisocial están de novios. —estaba demasiado emocionada teniendo en cuenta el caos que se estaba por desatar. —Esto, chicos, va a ser épico. Y con ese comentario los dejó solos. —Perdón, de verdad no fue mi idea. —susurró. —No miré el libro cuando lo guardé, es mi culpa también. Espero que sea así de sencillo. ¿Tenes frío? —Me olvidé el bléiser al salir corriendo. —¿Por qué corriste?—Se sacó el bléiser y se lo pasó. — Tomá —Está bien, el mío está en el aula. No... —Me lo das después, estás temblando. Se lo colocó sobre los hombros y se fue. Pasó los brazos por las mangas, le quedaba enorme, Ian le sacaba unos buenos 20 centímetros. Estaba calentito y tenía su aroma, el mismo que quedaba en el baño después que se afeitaba. Recorrió todo el patio del colegio antes de volver al sector de aulas, todavía tenía que enfrentar a sus compañeros, y toda esta mentira iba a lastimar a Joaquín y a Camila. Cuando ingresó al sector de aulas todos la miraban y hablaban por lo bajo. Ya había empezado. Entró al aula, Camila la observaba con enojo. —Mei sabía y yo no. —¿Es cierto? — preguntó Joaquín. —¿Por qué ella sabía y yo no? —¿Por qué él y no yo? Observaba a sus amigos. Hacían las preguntas obvias para las cuales no tenía respuestas. —¿Es su bléiser? —preguntó Camila con asco. —Sí. —Susurró. —Salí sin el mío... Se lo quitó y se colocó el suyo. —Quedan cuatro minutos antes que suene el timbre, anda a devolverlo. —Le dedicó una mirada horrorizada a su mejor amiga. No podía hacer eso. —No sos el único blanco de preguntas, y él es becado. Tenía un punto. Pero no se imaginaba que tipo de idiota sería capaz de enfrentar a Ian. Hernán. Tomo el bléiser de Ian y caminó hasta el aula de quinto. Sólo tenía que abrir la puerta, darle el bléiser e irse. Podía hacerlo. Tomó aire tres veces, juntó todo el valor que tenía y abrió la puerta. El aula quedó en absoluto silencio. Todos la miraban. Incluso Ian, lo encontró de inmediato, estaba sentado en la esquina más alejada, solo. Hernán se acercó en cuanto puso un pie dentro y la interceptó. —¿Es cierto? Lo ignoró y caminó hacia donde se encontraba Ian, sentía la mirada de todos, si le respondía a Hernán, que la seguía de cerca, perdería el valor. Se frenó delante de su asiento. Ian parecía confundido. "Por favor no digas unas de tus frases insensibles" pensó mientras se miraban. "No hagas esto más difícil." Se lo extendió. —Gracias. Lo tomó sin decir una palabra, dio media vuelta para irse. —De nada. Volvió a mirarlo y le sonrió. El corazón le latía a millones de pulsaciones por segundo. No estaba segura de poder aguantar esto. Le dedicó una última mirada y salió del aula ignorando la mirada sorprendida de todos. Por suerte el almuerzo ya había pasado, pero las horas hasta el final del día escolar fueron una tortura. El rumor ya era noticia y todos hablaban por lo bajo y la miraban. Las miradas iban desde asombro, hasta de asco y alguna que otra mirada de curiosidad. No era para tanto. Vuelvan a sus vidas. —¿Por eso lo del almuerzo? —Le preguntó Camila ya caminando fuera del colegio. —No, no tuvo nada que ver. Mei la miró divertida, pero no dijo nada. —¿De verdad elegiste bajar del pedestal de "imposible" con el becado? Esa pregunta la tomó por sorpresa. ¿Eso le importaba a Camila? —A mi me encanta. Es María la del Barrio, a la inversa. —bromeó Mei, era la única que la estaba pasando bien. — Podemos ser serias con esto. El becado, amiga. —la tomó de los brazos y la sacudió. —Por favor. ¿qué estas haciendo? Camila estaba preocupada porque era "el becado", ella estaba preocupada porque debía convivir con Ian después de todo este lío. Él no estaría contento, ella no lo estaba tampoco. Era un lío inmenso, y era su culpa, no había podido manejar la situación. Pero al final del día, era peor que se supiese que vivían juntos. —Uno no elije con quien. —fue la frase más cliché que se le ocurrió. Camila bufo. —¿Estas queriendo tener tu novela romántica? Comenzó a reír, por suerte en esta, Mei la siguió. —Eso es exactamente lo que es.—dijo riendo Mei. —Mirá el lado positivo, ya sabes que hay un final. —Sí, es verdad. Mucho no puede durar. —¿Por qué? —Preguntó enojada. —Es obvio. Pero, bueno, te bajaste del pedestal con un becado. Podría haber sido más épico. Camila de golpe pareció recuperar la calma. Algo de la reacción de Camila le dolió. Ian llegó a la misma hora de siempre. Habían establecido una rutina, que hasta ayer le resultaba cómoda, hoy, estaba por verse. Siempre cenaban juntos, a veces había algún tema de conversación muy breve, otros días cenaban en absoluto silencio, luego él se duchaba y se iba a dormir. Simple, tranquilo, y le servía, necesitaba que siga de esa manera. —Hola, —lo saludó mientras terminaba de acomodar la mesa. — ¿Cómo estuvo el trabajo? —Hola. Bien, normal. —Siempre la misma respuesta. —Voy a lavarme las manos. Estaba nerviosa. Necesitaba mantener la calma que se había establecido. Cuando salió del baño ya tenía ambos platos servidos en la mesa. Ian se unió sin decir una palabra. —Perdón. —Dijo ella finalmente. —Te dije que confiaras en mí. —Sí es tan sencillo como dijo Mei, supongo que no habrá problema, lo importante es que no sepan esto. Siempre que se dirigía a Mei lo hacía con su apodo. A ella pocas veces la había llamado siquiera por su nombre, y lo hacía cuando estaba enojado. No importa cuánto tiempo pasara, seguía manteniendo la distancia. —Lo sé. —reconoció. — Pero, ahora, todos van a hablar. —Ya todos hablan de mi, y no son muy amistosos. Nada va a cambiar. —Eso no está bien. Ian se encogió de hombros. —No me importa. —sacó su celular del bolsillo. —Decime tu número. Esa era una buena idea. Habían tardado casi cuatro meses en intercambiar los números. En dos años, con suerte, la llamaría por su nombre. —Realmente lo siento mucho. Prometo sacarte de esto lo más rápido posible. Ian sólo asintió. No volvió a decir nada más durante la cena. Había esperado un Ian enojado, pero, por suerte, fue agradable. Aún así, le había fallado y eso le generaba dolor en el pecho, porque le había pedido que confíe en ella, y no pudo mantener su palabra. Mañana deberían enfrentar a todo el colegio, con la noticia y los rumores ya instalados. De golpe se sintió agotada.
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