EL REY ANASTASIO SE DESESPERA

1219 Words
Timoteo la queda mirando, y se acerca a su esposa, diciéndole: —   ¿Qué piensas hacer? —   Primero tenemos que bajar la guardia y aceptar lo que está pasando, segundo: Vamos otra vez a la sala y le pedimos disculpas a Anastasio. —   No, me rehusó a eso, prefiero irme de aquí, antes de hacer eso. —   Tonto, eso es para que él se confié y baje su agresividad contra nosotros. Y después hablaras con todos los generales de Madrid, y los convencerás para que estén a tu lado. Ya que Anastasio está loco, créeme que todos los altos y bajos militares estarán contigo. Y va hacer en ese momento en que tú serás el nuevo rey. —   Sería un golpe de estado. —   Si, el rey se lo merece… yo voy a encargarme de esa bruja, y tú has eso que te digo. —   Está bien. —   Entonces, vamos a la sala. En ese instante, el rey le dice a Janet: —   Disculpa lo de ahora… aquí te presento a los que tienen el palacio resplandeciente: Él es Alfredo, Mina, y Decires… ella es Celac y Matiz, ellas se encargan de la cocina… él es Sebastián el mensajero, y él es Euclides el que me transporta adonde yo quiera. En seguida, todos los empleados del rey saludan a Janet con un poco de miedo. Janet les dice a todos: —   No deben temerme, yo no les voy hacer nada. En ese momento, Úrsula y Timoteo vuelven a la sala, y Timoteo se acuerda nuevamente del plan de su esposa, y le dice a su hermano: —   He recapacitado y reconozco que me he portado como un tonto, tú eres mi único hermano. Y yo te quiero sobre todas las cosas… perdóname. El rey le responde a su hermano: —   Si son sinceras tus disculpas, pues te perdono. Timoteo y Anastasio se abrazan. Cuando Úrsula le expresa a Janet: —   Yo también me disculpo contigo, fui muy grosera. Janet no le cree nada a Úrsula, pero le sigue la corriente, y le dice: —   Tranquila. El rey les dice a todos: —   ¿Qué les parece si comemos algo?... En la ciudad, el ejército revuelca todos los lugares donde haya personas. Y a todos los hombres les preguntan sus nombres sin cesar. Ragel se siente motivado con la nueva misión, y que el rey siga confiando en él y no entro militar. Hace que trabaje con más gusto y arrase con todo a su paso. En busca de todos los Joaquines que haya en Madrid. Trece días después, Ragel llega al palacio del rey y cansado de tanta búsqueda, le dice al rey y a Janet: —   Señor, he cumplido con su misión y he encontrado a ciento cuarenta y cuatro Joaquines. Janet se entusiasma bastante con esa noticia, y le dice a Ragel: —   ¿Dónde están?, tráelos para yo reconocer al Joaquín que yo estoy buscando. De inmediato, Ragel le dice a un militar: —   Trae a los primeros diez Joaquines. El rey le dice a Janet: —   ¿Es alguno de ellos? Janet se levanta de su silla, y se pone a tres metros de los diez hombres, y dice: —   Aquí no está el Joaquín que yo busco. Totalmente asustado, uno de ellos sale de la fila y se le arrodilla a Janet, diciéndole: —   Señora, dígale al rey que no nos haga nada, yo tengo que mantener a mi familia. Janet ve el rostro de todos, y le dice al Joaquín que esta de rodillas: —   Yo solamente estoy buscando a una persona, y está visto que ustedes diez pueden estar tranquilos, así que se pueden ir. En seguida, todos les dan las gracias a Janet. Cuando el rey le dice a Ragel: —   Espero que en los que falte este ese Joaquín, has pasar a los demás. —   Si señor. Úrsula le dice al rey: —   ¿Es tan importante encontrar a ese hombre? —   Si, es muy importante para mí, y para Janet. En ese momento, varios militares retiran a los primeros diez Joaquines. Y de inmediato hacen pasar a otros diez. Cuando Janet los ve rápidamente, y le dice a Ragel: —   Aquí tan poco esta. El rey se desespera y se levanta de su silla, diciendo: —   Hace entrar a los ciento veinticuatro restantes. En ese momento, Janet baja el último escalón y pasa por los lados de cada uno. Y ve sus rostros. Cuando se detiene un momento en un hombre que trata de esconderse en otros dos hombres. Janet abre el grupo, diciendo: —   ¡Córranse!, ¡córranse! El corazón de Janet se acelera al ver que este hombre es alto y de pelo castaño, y de inmediato llega a él, y le dice: —   ¿Por qué miras al suelo?, ¡mírame Joaquín! Quiero ver tu rostro. En ese instante, el hombre mira a Janet fijamente, la cual se lleva una gran decepción, y le dice al rey: —   Ninguno de los ciento cuarenta y cuatro es el Joaquín que yo busco, definitivamente, aquí en Madrid no está. El rey se enfada grandemente, y le dice a Ragel: —   No sirves para nada. —   Señor, yo hice todo lo que me pidió. Timoteo le expresa a Anastasio: —   Pueda que este hombre este en otra ciudad, solo hay que buscarlo con paciencia. El rey le dice a Janet: —   No te preocupes Janet, ahora mismo mandare a llamar a todos los generales que pueda. Y buscaremos a ese infeliz por todo el país. Janet le responde al rey: —   Se me olvido decir que él tiene una fascinación por navegar en el Océano Atlántico, y que es poeta. De inmediato, el rey le dice a Ragel: —   Te daré otra oportunidad. —   Si señor, que quiere que haga. —   Diles a todos los generales que vengan, vamos a seguir buscando a ese Joaquín, pero ahora en todo el país. Janet se queda recordando lo que sintió cuando vio a ese hombre en medio de los otros, y piensa:    “Tengo que enterrar mis sentimientos cuando lo vea, solo la venganza cabe en mi corazón” En ese momento, Ragel le dice al rey: —   Señor, en poco tiempo tendrá a los generales con usted. —   Eso espero Ragel, ahora retira a toda esta gente de mi vista. —   Si señor. Úrsula queda viendo a su esposo. Cuando Janet le dice al rey: —   Veo que te has tomado esto muy enserio. El rey se levanta de su silla, y le dice a Janet: —   Es que tengo muchas ansias de casarme contigo, así que prepárate, porque ese Joaquín lo encuentro porque lo encuentro, si no está muerto, debe de estar en algún lado. En la nueva casa del príncipe, Mara ve por la ventana un gran movimiento de militares, y le expresa a Leonardo: —   ¿Qué será que está haciendo tu padre? Tiene la ciudad vuelta nada, todo el mundo anda asustado. Leonardo juega con sus hijos Martin y Cesar, y le responde a su esposa: —   Lo que haga el rey me tiene sin cuidado, es obvio que esa mujer lo enloqueció con su gran belleza y finura. Mara lo queda viendo, y luego le dice: —   Así, ¿esa mujer te parece tan hermosa?...      
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