Zafiro, Margot y Kenia, entran en la habitación de Janet. Al escuchar ese fuerte grito.
Margot y Zafiro le dicen al mismo tiempo a Janet:
— ¿Qué paso?
Janet se despierta muy agitada, y dice mientras se recupera:
— Se vio muy real.
Zafiro se acuesta en la cama y toca la frente de Janet, diciendo:
— Tuviste una pesadilla, trata de tranquilizarte un poco.
Kenia le dice a Janet:
— Señora, ¿quiere que le traiga agua?
— No, yo voy a levantarme de aquí.
En ese momento, Manuel y Morati, como es de costumbre en el trabajo. Cargan los dos carruajes de alimentos. Cuando Facundo les dice:
— Donde esta Killand, no podemos confiarnos de nuevo, y tenemos que extremar la seguridad para que no nos pase lo mismo de la otra vez.
Killand termina sus labores y se va a costar a un pastizal. Y se acuerda de los momentos que acabo de vivir con Janet.
Yaro y Jasir se acercan a Killand, y al verlo a costado y distraído, lo cogen de los dos pies y lo arrastran ocho metros por el pastizal.
Jasir y Yaro se ríen a carcajadas. Cuando Killand se levanta y los corretea por gran parte de las tierras, hasta entrar a donde están el sembrado de todo el trigo.
El día siguiente, los militares hacen saber a toda Pedraza de la ejecución que se prepara en unas horas en la Plaza mayor.
Euclides se entera de la decisión del general. Y llega al despacho, y le dice:
— Buenos días general.
— Muy buenas padre Euclides, ¿que lo trae por estos lugares?
— Vengo a hablarle seriamente de la ejecución que va hacer… la ejecución de los hermanos Vargas.
— Perdió su tiempo padre, los Vargas serán ejecutados. Y eso no tiene marcha atrás.
— Parece que esto lo tomo como algo personal, ¿o es mi impresión?
El general le miente al padre, y le dice:
— Es su impresión padre, yo siempre actuó y mido a todos por igual, el que cometió su error se castiga, no importa quien sea, la ley es la ley.
En las calles de Pedraza, toda la gente comienza a rumorar de la posible ejecución, la cual tenían tiempo que no asistían a la Plaza mayor para eso.
Melissa se acerca a un puesto de telas e intenta comprar una que le pareció bonita. Cuando se encuentra con una amiga, que le dice:
— ¿No te has enterado de lo que va hacer el general?
— No, ese viejo me tiene ofendida.
— Más ofendida vas a quedar cuando sepas lo que yo se.
— Habla Juliana.
— El general va a ejecutar a los hermanos Vargas el día de hoy.
De inmediato, Melissa deja con la palabra a su amiga. Y se va corriendo para su casa.
En el Arca, Manuel observa que la siembra de trigo se está escaseando, y le dice a Facundo:
— Estamos vendiendo más trigo, que el que producimos.
— Todo está bien Manuel, no te preocupes que siempre hay una temporada así.
— ¿Sabes dónde está Janet?
— Ella fue al bosque.
En seguida, Manuel de duce que Janet fue a la quebrada, se va para allá.
En las tierras de los Vargas, Melissa prepara un carruaje y entra a la casa. Y saca todo el dinero que tiene Esteban y las cosas de valor, para luego irse del pueblo. Para nunca volver.
En la quebrada, Janet y Killan terminan de hacer el amor. Cuando Manuel los observa desde lejos. Y al no creer lo que está viendo, se va del lugar.
En ese momento, Killand le dice a Janet:
— Señorita, ¿a usted no le da miedo que su hija nos vea en esto?
— ¿Y por qué tendría que vernos? Hasta ahora nadie nos ha visto y espero que esto siga así.
— ¿Le da pena que todos se enteren que está conmigo?
— No, tienes que entender Joaquín. Que yo no tengo perjuicios, solo hay que tener un poco de paciencia.
En la Plaza mayor, más de cuatrocientas personas comienzan a reunirse poco a poco, para asistir a la ejecución que el general ordenó en esta ocasión.
En la cárcel, el capitán y cuatro militares. Llegan a la celda de los hermanos Vargas y abren la puerta. Cuando el capitán le dice a Batista y a los hermanos Vargas:
— Llego la hora, todos ustedes van conmigo.
Benítez vuelve a llorar, y le expresa al capitán:
— Por favor, dígale al general… dígale que tenga un gesto de misericordia y nos perdone la vida.
El Capitán le responde a Benítez:
— El ya hizo un gesto de misericordia.
De inmediato, el capitán mira a Isidro, y le dice:
— Tu…
Isidro se acerca a los abarrotes, y dice:
— Si…
El capitán le expresa a Isidro:
— El general decidió a su favor… usted se queda en la celda, no será ejecutad.
Isidro no cabe de felicidad, y le dice al capitán:
— Dígale al general que gracias, gracias por escucharme.
En ese instante, Esteban estalla en colera, y le dice al capitán:
— Ese esclavo es tan culpable como nosotros, por qué lo está exonerando.
Alonso también se altera e intenta escapar junto a Esteban, pero son golpeados por los militares. Cuando Batista le dice a Esteban y a Alonso:
— Parecen niños pequeños, debemos afrontar nuestros errores como hombres.
Alonso le dice a Batista:
— ¡Cállate!, tú no eres nadie. Para que vengas a decir que debemos hacer.
De inmediato, el capitán les ordena a los militares sacar a todos los presos con excepción de Isidro, y llevarlos a la Plaza mayor.
En el despacho del general Mantilla, él es notificado por un militar, el cual le dice:
— Ya están llevando a los presos a la Plaza mayor.
— Bien… ¿has visto a la señorita Janet?
— No señor.
— Bien, es mejor así, esto será entre esos hampones y yo.
En el Arca, muy decepcionado, Manuel sale del bosque y se va a sentar cerca de donde están trabajando Morati, Saud, Yaro y Jasir, y piensa:
“Killand me ha defraudado, como se atreve a irrespetar a Janet”
Zafiro le aparece repentinamente a Manuel, y le dice:
— Hola.
— Hola Zafiro.
— ¿Sabes dónde está mi mamá?
Manuel le miente, y le expresa:
— No lo sé, pero es mejor que la esperes en casa.
— Claro que no, yo voy a esperar a que aparezca.
En la Plaza mayor, todos los presos son llevados a la tarima y expuestos a todas las personas, la cual no estaba muy de acuerdo en estar ejecutando a la gente.
De inmediato, el general manda a callar a toda la gente que está en contra de la ejecución, y manda a diez militares que tiene a su servicio para controlarlos.
El general le dice a Esteban:
— Di tus últimas palabras, o quieres seguirme escupiéndome la cara.
Benítez le dice al general:
— Mi hermano cometió un error, pero él está arrepentido, él no lo vuelve hacer.
De inmediato, Esteban le escupe las botas al general, y le dice:
— Yo no me arrepiento de nada de lo que hago, así que haga lo que quiera.
El general se enfada aún más, y le dice al capitán:
— Póngale la soga. Y a mi voz, los ejecuta.
En ese instante, el capitán le hace caso al general, y les dice a los cuatro militares que están en la espalda de los presos:
— Pónganles las sogas.
Los militares les ponen la soga a los cuatro presos. Cuando un veterano que está en primera fila de espectador, les dice a los militares y a todos:
— Yo no he visto juicio alguno para estos hombres, los van a ejecutar sin poder defenderse.
El general le dice al capitán al oído:
— Saquen a ese hombre de aquí.
En cuestión de unos segundos, el capitán da la orden para sacar al veterano que pretendía poner a la gente en contra del general.
En ese momento, Benítez le dice a sus hermanos y a Batista:
— A qué hora nos metimos en estos.
El general presiente que esto se le puede complicar si sigue demorando la ejecución, y le expresa al capitán:
— ¡Ejecútenlos!
David mira a los cuatro militares, y luego les dice:
— Quiten los soportes de abajo.
En ese instante, los militares quitan las tablas, las cuales sostenían a los cuatro presos y los cuelgan a todos. Haciendo que cada uno muera ahorcado.
Algunas personas ven la ejecución de la familia Vargas, pero otras se tapan la cara…