LA PROTECTORA

1328 Words
Ofendidos por el maltrato de Facundo, varios esclavos intentan golpearlo, así amarrados como están. Cuando Batista les grita: —   Si se quieren morir ya, intenten golpearlo y desobedecer mis órdenes. Los esclavos se tranquilizan un poco. Cuando Morati les dice a todos: —   Obedezcan, después tendremos para hacer algo. Batista saca una espada y se acerca a los esclavos. De inmediato, Manuel coge del hombro derecho a Batista, y le dice: —   ¿Qué vas hacer? —   Suéltame Manuel, o quieres ser cortado ahora mismo. Manuel suelta Batista, y le dice: —   No le vayas hacer nada a los esclavos, porque serias el primero en Pedraza de ser el primero que mato a esclavos. —   Yo no voy a matar lo que recién compre, pero si hay una sublevación, no dudaré en hacerlo. —   Espero Batista, que tus decisiones para con los esclavos sean correctas. Facundo le dice a Manuel: —   ¿Estas amenazando al capataz? Batista se da vuelta y queda mirando a los ojos a Manuel. Cuando este le responde a Facundo: —   No, Batista sabe que somos amigos desde haces mucho tiempo y también sabe, que yo soy una persona que no le guste la violencia. Batista le dice a Manuel: —   Que bien que lo dices, porque yo no soy una persona pacifica, aquel esclavo que desobedezca las órdenes del Arca, será azotado duramente. De inmediato, Batista se dirige a los esclavos y pone su espada en el cuello de uno de ellos, le dice: —   ¿Como te llamas? El esclavo mira a los ojos de Batista, y le responde: —   Yo soy Bakhit. Batista se dirige al siguiente esclavo, y le dice: —   ¿Y tu nombre? —   Mi nombre es Ismat. Batista se sonríe y le pone la espada en el cuello a la primera mujer de la fila, y le dice: —   Ahora tú, ¿cuál es tu nombre? —   Kenia. —   Ahora tú… —   Haaziq. —   Tú… —   Mi nombre es Jasir. —   Tu… —   Yo me llamo Saud. —   Tú… —   Abu, señor, a sus órdenes. —   Tú… —   Nandy. —   Tú… —   Yo soy Yaro. —   Ahora Tú… —   Nassoumi. —   Tú… —   Naina. Batista se cansa de estarle pregúntale el nombre a uno por uno, y les dice a los demás que faltan por decir su nombre: —   ¿Cómo se llaman todos ustedes? De inmediato, los esclavos que faltan por decir su nombre, dicen: —   Yo soy Morati, Alika, Ashanti, Johari, Abdou, Aka, Bakary, Akadje, Chenjerai, Alione, Andry, Dotia, Essok, Tadjou, Taleh, Kissys. Margot mira a Manuel. Cuando Batista les dice a todos los esclavos: —   Escuchen bien, ustedes trabajaran por su comida, también trabajaran por un techo. Y eso es lo primero que van hacer. Margot le dice a Batista: —   ¿Qué es lo que vas hacer? Batista se enoja con Margot, y le responde: —   Vete a la cocina y déjame trabajar, ¿o quieres que te eche de aquí y me busque otra que te remplace? De inmediato, Margot cuida su puesto y se entra a la casa. Batista le dice a Manuel: —   Tú también, si no vas ayudar vete de aquí, ve a trabajar. Manuel no se mueve de ese lugar, y le responde a Batista: —   Yo me quedo… prosigue en lo que ibas. De inmediato, Batista les dice a los esclavos: —   Ustedes harán su propio hogar, así que empezarán ahora mismo… Facundo, córtales las cuerdas. Batista le entrega la espada a Facundo, y este corta a uno a uno la soga a todos los esclavos. Batista les recuerda a los esclavos: —   Ahora están sin las cuerdas, no intenten escapar porque serán atrapados por todos los dueños de las tierras. Y luego serán torturados hasta morir… aquí tendrán la comida garantizada, y un techo a donde dormir… bueno, habiendo dicho eso, a trabajar la casa. Murcia – Cartagena, Janet se sienta y lee una de las cartas que le envió hace tiempo un pretendiente, y dice: —   Yo no tengo amor para nadie más. Janet rompe esa carta y coge una enviada desde el Arca, y la ignora. Dejándola en una mesa y se va a la habitación de Zafiro. Y la ve dormir, y piensa: “No debería de cogerle cariño… tarde o temprano ella va a morir, y yo voy a sufrir por eso”. Janet se sienta en la cama y se recuerda de su amiga Sara. Y de todos los que murieron ese día en el Arca… Zafiro se despierta y mira a Janet, y le dice: —   ¿Estas triste? Janet la mira, y le dice la verdad: —   Si. —   ¿Por qué?, ¿acaso quieres que me vaya? —   No estoy diciendo eso Zafiro, estoy triste porque recordé a una amiga del pasado, la cual perdí por una penosa enfermedad… pero no hablemos de esas cosas, ¿y dime como te sientes en esta casa luego de estar varios días aquí? Zafiro se levanta de la cama, y ve el mar y le expresa a Janet: —   El mundo se me había venido encima. Y tú llegaste como caída del cielo, como mi protectora… estoy muy contenta de estar aquí contigo. Y los vestidos que me compraste están muy bonitos, ¿no sé cómo pagarte todo esto Janet? —   Estudiando y portándote bien. —   Si, pero antes quiero ir a bañarme en el mar, ¿quieres venir? —   Ve tu primero, yo voy a darle de comer al caballo del carruaje y a Dorado, pero ten cuidado y nada solo en la orilla. —   Entendido. En ese instante, Zafiro sale de la casa y baja hasta la playa. Para entrar al mar. Janet no pierde tiempo y alimenta a su caballo. Y luego a Dorado, mientras Zafiro disfruta de las aguas del mediterráneo. Después de saciar el hambre de sus caballos, Janet baja lentamente a la playa, y le dice a Zafiro: —   ¿Qué tanto has hecho? —   He cumplido con lo que has dicho, estoy nadando en la orilla. Janet se sonríe un poco, y se tira al agua y juega con Zafiro por más de veinte minutos. En la casa, Zafiro se pone uno de los vestidos rojos que le regalo Janet, mientras Janet se pone uno de color azul y se sientan en el comedor a disfrutar de una carne de pollo. Cuando Zafiro le expresa a Janet: —   Ese vestido te queda muy bonito. —   Gracias Zafiro, ¿cómo está el pollo que preparé? —   Esta muy bueno… además de ser médica y militar, ahora eres experta en la cocina. —   ¡¿Como así Zafiro?!, yo nunca he dicho que soy militar. —   Pues manejas muy bien la espada. Para no serlo. Janet come un trozo de pollo. Y luego le responde a Zafiro: —   Aprendí a defenderme con la espada solo por necesidad, creo que algún día le voy a dar el uso que ella y yo tanto ansiamos. —   Yo quiero aprender, eso es mejor que escribir bien. —   Pues señorita, mientras sigas viviendo aquí, seguirán siendo primero los estudios. Y después ya veremos. En ese preciso momento, alguien toca fuertemente la puerta, y grita: —   ¡SEÑORITA!, ¡SEÑORITA!, ES UNA URGENCIA, LA NECESITAMOS POR FAVOR. De inmediato, Janet abre la puerta, y le dice al señor: —   ¿Qué sucede? —   Hay un herido de gravedad y necesitamos a un médico, venga con nosotros… disculpe, yo soy Alberto Valencia. Janet le dice a Alberto: —   ¿En dónde tienen al herido? —   En mi casa, eso es en el Foro romano… dese prisa señorita. Janet le dice a Zafiro: —   Tu te quedas aquí, yo no demoro. —   Está bien. En ese instante, Janet es ayudada a subirse al carruaje de Alberto y se van rápidamente a Foro romano. En el camino, Janet le pregunta a Alberto: —   ¿Y quién es el herido? —   Es mi hijo…      
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