Killand se siente extraño al escuchar eso de parte de Janet, y le dice:
— ¿Qué volví aparecer? No entiendo de que habla.
Abu no aguanta más su ira y se va de ese lugar.
Janet le responde a Killand:
— Tu aceptaste mi condición… solo así podremos tener algo.
Killand la queda mirando y luego la besa apasionadamente.
Abu va por el bosque dándole patadas a los árboles, y diciendo:
— Infeliz de Killand, ¡cómo te odio!, ¡cómo te odio!
En los cultivos, Morati busca con la mirada a Killand, y le dice a Saud y a Jasir:
— Ustedes han visto a Killand.
Saud le dice a Morati:
— Lo alcance a ver por el bosque.
En el despacho del general, David le dice al general:
— ¿Qué piensas hacer con la familia Vargas?
— Pues qué crees que voy hacer.
— ¿Los vas a ejecutar?
— Eso no tiene marcha atrás, mañana los ejecutaré.
— Señor, puede tener serios problemas por hacer eso sin hacerles un juicio.
— Yo soy la ley, y esos presos serán ejecutados mañana.
En la quebrada, Killand abraza fuertemente a Janet, y la besa.
En ese instante, Janet y Killand se dejan llevar por la pasión y terminan haciendo el amor.
Zafiro se aburre de estar sola, y se va a los cultivos de las verduras, y le dice a Alika:
— ¿Puedo ayudar?
— Eh, señorita Zafiro, este no es lugar para usted, ¿su mamá ya sabe que usted está aquí?
— No, pero no creo que le importe mucho, además, yo quiero trabajar para ocuparme en algo.
— No sé, no quiero que la señora Janet nos regañe cuando la vea en estas.
— No se preocupe Alika, ella no va a decir nada… ¿por dónde empiezo?
Naina le dice a Nassoumi:
— ¡Mira!, es la hija de Janet, parece que nos va ayudar en la recolección.
En la cárcel, Batista se acuerda cuando mandaba en el Arca y era el que disfrutaba de todo, y dice en voz baja:
— Como cambiaron las cosas.
Alonso se acerca a los abarrotes, y le dice a Isidro:
— Ojalá quete pudras junto a nosotros, no vas a creer que te van a dejar libre porque nos delataste.
Esteban también le dice a Isidro:
— Debí haberte acabado a látigo, por tu culpa estamos aquí.
Isidro se levanta y los queda mirando, y luego les dice:
— Yo tengo más posibilidades de salir vivo de esta, porque ustedes me obligaron hacerle eso a la señora Janet, yo tengo fe que voy a salir de aquí.
En la quebrada, Janet se viste al igual que Killand, y se quedan sentados en el suelo. Cuando Killand le pregunta:
— ¿Quién es el hombre que tanto mencionas, el cual me llamaste constantemente?
Janet mira hacia la quebrada y luego ve a Killand, y le dice:
— Eso es algo que no debes preguntar, solo debes de recordar que desde hoy te llamaré Joaquín.
— Está bien, como usted diga.
De inmediato, Killad se vuelve acercar a Janet y le da un beso, y luego le expresa:
— Podría quedarme aquí junto a usted toda la vida, usted es una mujer divina, y esto que paso no voy a olvidarlo nunca.
— ¿Ya te estas despidiendo?
— No, solo que creo que estoy en un sueño. Y que no desearía despertar jamás.
Janet se sonríe y se recuesta en el pecho de Killand, diciendo:
— Oh Joaquín, sigues con tus poesías.
Killand mira a Janet y vuelve a sentirse incomodo al escuchar ese nombre.
Killand trata de entender el comportamiento de Janet, pero se confunde y mira las tierras que quedan después de pasar la quebrada, y le dice a Janet:
— ¿De quién son esos terrenos?
— Esos son de la familia murillo, no sé si los de Arturo estén en Pedraza o no, pero sus antepasados fueron muy buenos vecinos conmigo.
Estupefacto, Killand le dice a Janet:
— ¿Usted conoció a los antepasados de esa familia?
Janet se sonríe un poco, y luego trata de arreglar la frase que dijo, diciéndole a Killand:
— Ah, lo que yo dije, fue que mis padres me contaron de eso.
— Yo te escuche otra cosa.
— Si fuera así, yo tendría gran cantidad de años. Y estarías hablando con una abuela, ¿no crees?
— Si, debe ser que yo te escuche mal.
Janet se levanta, y le dice a Killand:
— Vete ya Joaquín, ve y ayuda a tus compañeros a trabajar.
— ¿Nos vamos a seguir viendo?
— Si.
En ese instante, Killand vuelve a besar a Janet, y se va de ese lugar.
Minutos más tarde, Janet también sale del bosque y ve a Zafiro sacando verduras. Cuando Alika la ve, corre hacia ella, y le dice:
— Señorita, su hija se puso a trabajar. Y no hubo poder humano que le quitara esa idea de la cabeza.
Janet toca el hombro derecho de Alika, y le dice:
— Yo también les voy ayudar.
En el trigal, Jasir le dice a Killand, quien tiene una cara de felicidad:
— Nunca te había visto tan contento, ¿qué te pasa?
— Estoy feliz, y no me cambio por nadie.
Abu queda viendo a Killand desde lejos, y aprieta sus manos fuertemente.
Horas después, Janet y Zafiro terminan muy cansadas en el cultivo, y entran a la casa. Cuando Margot les dice:
— Vayan al comedor y esperen la comida.
Janet le dice a Margot:
— Yo voy a descansar un poco en la habitación, sírvele solo a Zafiro.
— Bueno señora.
En ese instante, Janet se recuesta en la cama. Y se queda profundamente dormida.
En ese momento, Janet aparece en el medio de sus inmensas tierras, y ve mucha ceniza en el suelo y camina hacia los árboles, los cuales tienen las hojas grises y el tallo también.
Janet toca el árbol con su mano izquierda, pero este se vuelve ceniza y se desaparece.
De repente, A Janet se le aparece varias plantas de trigo y las toca, pero en ese instante se vuelven cenizas, al igual que el árbol.
Joaquín le aparece por la espalda, y le dice:
— Todo esto es lo que vas hacer.
Janet se da vuelta, y le responde:
— ¿Por qué mataste a mis padres?
Joaquín se agacha y coge un puñado de ceniza. Y se levanta, diciendo:
— ¡Tú hiciste esto!
— Yo no he hecho nada.
— ¡Tú hiciste esto!
Janet se tapa sus oídos con sus dos manos. Cuando ve que el rostro de Joaquín cambia al de su padre Adal, el cual también le dice:
— ¡Tú hiciste esto!
Adal suelta la ceniza que tiene en su mano derecha. Y de inmediato, todo el lugar se cubre de fuego. Volviendo a quedar con el rostro de Joaquín.
Janet le grita a Joaquín:
— AUN NO ME HE OLVIDADO QUE TU MATASTES A MIS PADRES.
En ese instante, Joaquín desaparece en el fuego. Y este mismo fuego va y quema por completo a Janet, la cual se despierta pegando un fuerte grito:
— ¡Noooo!...