LA EJECUCIÓN DE JANET. UN NUEVO RENACER

2345 Words
En la casa de gobierno, el general y Patricio se presentan ante el gobernador, el cual les dice: —   ¿Me quieren contar que es lo que está ocurriendo en Pedraza?, hace poco estuve aquí y todo era maravilloso, pero ahora todo es un caos, la gente anda alborotada por todos lados, matan militares a las afueras del pueblo, y dos civiles muertos el mismo día… esto sea salido de control. Calisto le expresa al gobernador: —   Perdón señor, pero ya la situación ha sido controlada, el responsable de la muerte de los cinco militares, ya fue enviado a Madrid donde va hacer juzgado y condenado a morir en prisión, y de la muerte de los dos civiles, también capturamos a la asesina y posiblemente hoy sea condenada a pena máxima, porque lo que hizo no tiene perdón de Dios. Rafael no está muy contento con lo que ha escuchado, y les dice a Patricio y a Calisto: —   Restablezcan el orden y la tranquilidad que en Pedraza se vivía. Patricio le expresa a Rafael: —   Como usted orden señor gobernador. Calisto también le dice a Rafael: —   ¿Algo más señor? El gobernador mira a su esposa Julia, y luego les expresa a Calisto y a Patricio: —   Cuando vayan a ejecutar a la asesina, me avisan con tiempo… no quiero faltar a ese evento. Calisto le responde a Rafael: —   Como usted ordene, ahora nos retiramos. Calisto y Patricio se despiden de Julia y del gobernador, y salen de la casa adjudicada para el gobernador. Julia le da un beso a su esposo, y le dice: —   No me gusta asistir a esas ejecuciones, todo eso es horrible. —   Es la ley mujer, y la ley hay que cumplirla. —   Pues, no me gusta esa ley, deberían dejarla solo en la cárcel… si la matan, ustedes también se mancharán sus manos de sangre. En ese preciso momento, un militar le dice al gobernador: —   Señor, hay alguien que lo busca. —   ¿De quién se trata? —   Es Heriberto Valenzuela, el encargado de la casa de la moneda. —   Hazlo pasar. En ese instante, el militar deja pasar a Heriberto, el cual saluda a Julia y al gobernador, diciéndoles: —   Muy buenas señora Julia y señor gobernar, espero que hayan tenido un grato viaje hasta acá. El gobernador se sonríe, y dice: —   ¿Grato?, lo que estoy es molesto, a ver, ¿a qué viniste? Heriberto se pone un poco nervioso, y le expresa al gobernador: —   Mi presente es para informarle, que debido a la inminente muerte de la señorita Janet Fischer, sus tierras y sus animales van a quedar sin dueño y sin que nadie las cuide… yo venía a proponerle, si no es un atrevimiento mío, que las repartiera a las personas que las necesitan. El gobernador se pone serio, y le dice a Heriberto: —   ¿Quiénes son las personas que la necesitan?... tu. —   Pues… si, solo un poco. El gobernador se levanta de su silla y le dice al militar que está cerca: —   Sacadme esta rata de mi vista, ¡ahora! Asustado, Heriberto le pide perdón al gobernador y a su esposa, pero es inútil, el militar lo saca a patadas de la casa de gobierno. De inmediato, Julia le a su esposo: —   Bien hecho, yo también estaba a punto de sacarlo. Dos horas después, en la plaza mayor, los militares preparan una tarima y organizan la soga donde piensan colgar a Janet. Toda la gente a reunirse poco a poco en la plaza mayor. Jonás le dice a Fernando y a Sena: —   Pobre chiquilla, tan joven y tiene que enfrentar la pena máxima. Sena le expresa a Jonás: —    ¿Y a qué hora es esto? Jonás le responde a Sena: —   En minutos. Fernando se sonríe y le dice a Jonás: —   La cara que tienes es de satisfacción. Jonás le responde a Fernando: —   Janet es la última descendiente de esa familia, si ella muere, todas esas tierras quedan abandonadas… es mejor buscarle dueño. Sena le expresa a Jonás: —   ¿En qué estás pensando? Jonás se sonríe y les dice a Fernando y a Sena: —   Esperemos a que maten a Janet y luego vamos, y nos adueñamos de sus tierras, y de sus animales. Todos se ponen de acuerdo para robar a Janet, pero Carmen escucha el plan de Jonás. Y se va de la plaza mayor directo a sus tierras. En ese momento, por órdenes de Calisto, un militar le avisa al gobernador, que en minutos comenzara la ejecución en plaza mayor. Mientras todo esto pasa, en el cementerio del pueblo, los sepultureros terminan de cavar tres grandes huecos, una para Adal, una para Fanny y el otro hueco para Janet. En la plaza Mayor, Ana María, Antonio, Isabel, Cecilia y su esposo, asisten a la ejecución de Janet. También Pablo villa y Heriberto Valenzuela. En ese instante, Cecilia separa al frente de más de cuatrocientas personas, y les dice: —   Yo creo en la inocencia de Janet, ella es una mujer dulce que no le haría daño a nadie, ni mucho menos a sus propios padres. Toda la gente se enoja con Cecilia e intenta agredirla. Cuando su esposo y su madre la saca de ahí. En seguida, el carruaje del gobernador se sitúa cerca de la tarima, y desde ese lugar, Rafael observa la situación. En ese momento, los militares traen a Janet y le ponen la soga en su cuello. A unos metros de Janet, el general Calisto y el segundo al mando de los militares Patricio, hacen acto de presencia. Cuando Patricio le dice a Janet: —   ¿No vas a decir tus últimas palabras? Janet no dice nada. Y solo se queda mirando a Cecilia con gran tristeza. Cecilia le dice a su esposo y a su mamá: —   Vámonos a casa, yo no soy capaz de ver esta injusticia. Francisco e Isabel respetan la decisión de Cecilia, y se van los tres de la plaza mayor. En ese momento, Calisto ve desde lejos al gobernador y luego le dice al verdugo: —   Por la Corona de Castilla… ¡ejecútala! De inmediato, el militar que le toco hacer de verdugo, hace caer a Janet al vacío. Quitándole una madera que la sostenía en la tarima. El desespero de Janet es tremendo, en tan solo segundos de estar colgada de esa manera aguantando su propio peso, Janet muere ahorcada. En ese instante, Ana María y todos los de más del pueblo, celebran la muerte de Janet con gran euforia. Al instante, los militares descuelgan a Janet y ya estando en el suelo, le sacan la soga del cuello y sin perder tiempo, entre dos militares envuelven a Janet en una sábana. Y la llevan al cementerio. Donde ya enterraron a sus padres. El gobernador se retira de la plaza mayor. Cuando Jonás y sus secuaces se van con mucha prisa, hacia el Arca. Desde una esquina de la plaza mayor, Alfonso ve como se llevan a Janet al cementerio, y dice: —   A dios a las tierras, solo me queda la fortuna de mis padres. En la tarima, Patricio le dice a Calisto: —   Fue una mujer valiente. —   Si, eso no se le puede desconocer, nunca se le vio nerviosa, aun sabiendo que iba a morir. En ese instante, el carruaje con el cuerpo de Janet, parte directo al cementerio. Cuando Ana María le dice a Antonio: —   Vamos a ver como la entierran. —   Ve tu mujer, yo tengo que hacer muchas cosas en casa. —   Esta bien Antonio, yo voy sola. En el Arca, Carmen reúne a sus dos hijos Arturo y Felipe, y treinta y dos personas más, las cuales seguían simpatizando con la familia de Janet. En ese instante, Carmen observa que vienen dos carruajes a toda velocidad, y les dice a todos sus vecinos y amigos: —   ¡Prepárense!, ya vienen los ladrones. Toda la gente se esconde entre los matorrales cerca de la casa de Janet. Y cuando los carruajes están a punto de llegar a su destino, toda la gente se vuelca contra ellos, y dañan los dos carruajes. Jonás, Fernando y Sena, fueron capturados y golpeados por la gente que defendió la casa de Janet. En seguida, Carmen separa al frente de Jonás, Fernando y Sena, y con un palo en la mano, les dice: —   Les queda terminantemente prohibido pisar estas tierras, ustedes no tienen nada que hacer aquí… ¡no los escucho! Temblando de miedo, Jonás, Fernando y Sena, dicen al mismo tiempo: —   Si señora. Los hijos de Carmen la quedan viendo y se enorgullecen de su mamá. Carmen se acerca a Jonás, y estando a centímetros de él, le expresa: —   Tienen diez segundos para que desaparezcan de mi vista o los enterramos en estas tierras o en su defecto en las mías, para que sirvan de abono. De inmediato, Jonás, Fernando y Sena, salen corriendo de esas tierras. En el cementerio, Janet fue tirada a un hueco de cuatro metros de fondo, y luego la tapan completamente con tierra. Cecilia y su familia son los únicos que lloran a Janet. Y los únicos que asistieron al entierro con excepción de Ana María, quien llego después que la enterraran. En ese instante, Cecilia y su familia se van del cementerio, y solo se queda Ana María, quien se pone a decir: —   Se hizo justicia, una asesina como tú, no podía quedar viva. En ese momento, las dos personas que enterraron a Janet se van del cementerio y dejan a Ana María, quien se acerca aún más al lugar donde enterraron a Janet. Y se queda viendo la tumba, y dice: —   ¿Qué se siente haber matado a sus propios padres?, ojalá y te fueras al infierno. En ese instante, la mano derecha de Janet sale de la tierra. Haciendo que Ana María se pegue un susto de muerte y salga corriendo como nunca lo había hecho. Janet sale de su propia tumba y escupe bastante tierra, diciendo: —   Que asco, esto fue muy desagradable. Por el camino, Ana María enloquece de tanta impresión. Y no para de correr, hasta caer por un barranco y golpearse la cabeza con una piedra. Muriendo al instante. Janet termina de desenterrarse, y totalmente de barro, busca esconderse en el monte, para no ser vista por la gente. Cinco horas después, decepcionado y amargado por a ver visto morir a Janet, Alfonso se despide de su primo Carlos, y se va de Pedraza. En el camino, Alfonso va a media marcha en su carruaje. Cuando Janet lo reconoce y le sale al frente. En ese instante, Alfonso detiene su carruaje, y al no reconocer a Janet, le dice: —   Estas buscando que te atropelle, quítate del camino, tengo afán de salir de este infierno. Janet se quita barro de su cara, y le dice a Alfonso: —   Soy yo, Janet. De inmediato, Alfonso se toca el pecho y con un fuerte dolor cerca de su corazón, le dice a Janet: —   ¡¿Viniste a asustarme?! —   No seas tonto Alfonso, yo estoy viva… soy de carne y hueso. —   ¿Pero cómo?... yo te vi cuando te ahorcaron en esa tarima, nadie se salva de eso. —   Pues yo si me salvé, me hice la muerta. Alfonso se baja del carruaje y le toca la cara a Janet, y le dice: —   ¡Realmente eres tú! Janet le sigue mintiendo a Alfonso, y le expresa: —   Claro que soy yo, como ya te había dicho, yo fingí mi propia muerte, por eso estoy aquí. Alfonso comienza a calmarse un poco, y le expresa a Janet: —   Debes salir de Pedraza, porque si te vuelven a ver… esta vez si te matan. —   Llévame contigo Alfonso, yo ya no tengo nada en Pedraza, me quitaron todo, mi corazón, mi alma y mis padres. De inmediato, Alfonso le pregunta a Janet: —   ¿Tu mataste a Adal y a Fanny? Janet se enfada con Alfonso, y le responde: —   Yo amaba a mis padres… Janet se vuelve a derrumbar en llanto y no puede hablar más, porque se acuerda del momento cuando encontró a sus padres. Alfonso termina en creerle a Janet, y le dice: —   Ya no llores más, ven conmigo a Matabuena… ¿aceptas? —   Si, llévame lejos, muy lejos de aquí. En seguida, Alfonso esconde a Janet dentro de su carruaje, y se van a Matabuena. Treinta y siete días después, Joaquín es condenado a morir en la cárcel de Madrid, mientras Janet se instala en la casa de Alfonso, y cada minuto de su vida, piensa en cómo se va a vengar de Joaquín. En ese instante, Alfonso entra en la nueva habitación de Janet. Y al verla sentada en su cama, se acerca a ella y se arrodilla, y le dice: —   Sigues siendo la mujer más preciosa de toda España. —   No mientas Alfonso. —   Es cierto, no hay nadie como tú, y es por eso que vengo a decirte algo de nuevo. —   ¿Qué? —   Cásate conmigo, Janet… ¿qué dices? Janet queda mirando fijamente a Alfonso, y le expresa: —   Acepto, pero con una condición. —   ¿Qué condición? —   Desde ahora en adelante te llamaré Joaquín. Alfonso se levanta, y le dice a Janet: —   ¿Por qué?... es ese hombre quien te rapto? —   No, solo quiero llamarte así, yo me voy a casar contigo Alfonso… solo te estoy pidiendo algo sin importancia. —   No se Janet, eso me parece extraño. —   Es eso, o te puedes olvidar de finitimamente de la propuesta que me acabas de hacer. —   Espera, ¿quieres decir que toda la vida me vas a llamar así? —   Si. Alfonso piensa un poco, y luego le dice a Janet: —   Acepto. Janet se levanta de la cama y acaricia el pecho de Alfonso, y le expresa: —   Entonces Joaquín… ve preparando la boda, porque yo me casaré contigo…
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