LIAM
—¿Quién te destruyó? Te ves espeluznante.
Reprimo una carcajada. La fémina que tengo en frente carga un ramo de flores y es perfectamente capaz de lanzarme la maceta contra la cabeza. Un pasillo previamente adornado de enredaderas y otras plantas verdes se cierne frente a nosotros; Isabella me fulmina con la mirada y procede a dejar el último ramo de rosas rojas de la secuencia vertical.
Intento borrar lo que de seguro es una expresión de desagrado del rostro, pero es imposible. ¡No puedo evitarlo! Isabella tiene el cabello hecho un nido de ratas disimulado por un moño alto de bailarina, ojeras profundas, ojos hinchados y no carga una pizca de maquillaje; usa un vestido blanco largo que en plena noche fácilmente podría confundirse con La Llorona.
¿Quién en su sano juicio saldría
